La misión (casi) imposible del Banco de Japón
Debe convencer a los japoneses de que la inflación subirá y hay que gastar ahora
TOKIO—El nuevo gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, comenzó el jueves a tratar de hacer lo que nadie ha logrado: revertir una caída de precios que se prolonga por casi dos décadas para elevar los salarios y las ganancias en la tercera economía del mundo.
El predecesor de Kuroda, Masaaki Shirakawa, asegura que la tarea es imposible, al menos con las herramientas a su disposición en este momento. Utilizar las políticas del banco central para impulsar los precios estancados es como "dar golpes al aire", dijo Shirakawa ante el Parlamento el viernes.
Kuroda, sin embargo, cuenta con el respaldo del primer ministro, Shinzo Abe, y ha declarado que su misión es alcanzar la meta de inflación de 2% del banco central "tan pronto como sea humanamente posible".
El jueves, en su primera conferencia de prensa al mando de la institución, el economista expresó su deseo de que los precios al consumidor alcancen 2% en dos años, un objetivo que numerosos analistas encuentran excesivamente ambicioso.
Se prevé que Kuroda, de 68 años, empiece a gastar billones (millones de millones) de yenes en la compra de bonos y emprenda otras medidas de estímulo parecidas a las que llevan a cabo la Reserva Federal de Estados Unidos y otros bancos centrales de las economías desarrolladas. Estas políticas incentivan la inversión en activos de mayor riesgo y serían un factor detrás del reciente auge de los principales índices bursátiles de EE.UU. y la apreciación de las monedas de varios países latinoamericanos, entre otros efectos.
"No cabe duda de que necesitamos un relajamiento monetario osado tanto en términos de cantidad como de calidad", manifestó Kuroda en la rueda de prensa y añadió que "el relajamiento cuantitativo es indispensable".
Es mucho lo que está en juego, tanto para Japón como para la economía mundial.
Desde 1998 a la fecha, la inflación japonesa ha caído a los niveles de 1992, los salarios han descendido 7% y los precios de los bienes raíces urbanos se han derrumbado 51%. Japón ha pasado de ser la segunda a la tercera economía del mundo, detrás de EE.UU. y China. Toda una generación de japoneses no ha conocido otra cosa que la deflación.
La debilidad de Japón también ha privado de crecimiento a la economía mundial durante las recesiones y crisis de deuda de los últimos 10 años. Si el experimento del banco central funciona, Japón podría volver a ser un motor de prosperidad global y un contrapeso económico más eficaz al ascenso de China.
Un fracaso, sin embargo, podría desestabilizar el enorme mercado de bonos gubernamentales del país y, por añadidura, su sistema financiero de unos US$23 billones (millones de millones).
Incluso los partidarios del cambio advierten que Japón no puede revertir el rumbo sin debilitar significativamente el yen, lo que despierta temores de una guerra de monedas. Un yen más débil abarata las exportaciones japonesas y el riesgo es que China y otros países hagan lo propio con sus divisas.
Otros no están tan preocupados. "Abe necesita hacer más y más. Nos están matando", aseveró Masao Namiki, presidente de una empresa de moldes de plástico en Tokio. El ejecutivo espera que un yen más débil reviva a las compañías como la suya, que han perdido mercado a manos de competidores en China y otros países de menores costos. Namiki cuenta que sólo emplea a tres personas en su taller, frente a las 12 de hace dos décadas.
El giro hacia una política monetaria más enérgica podría comenzar en la primera reunión del consejo del Banco de Japón en abril o incluso antes, predicen observadores de la entidad.
Shirakawa, el gobernador saliente, sostuvo que el problema es que la población está disminuyendo, reduciendo la demanda para todo tipo de productos y servicios, desde autos hasta créditos hipotecarios. Según esta lógica, el banco central puede inyectar todo el dinero que quiera en los bancos, pero eso no reactivará la economía puesto que no hay empresas o consumidores que quieran endeudarse.
Kuroda y Abe, no obstante, opinan que Japón sufre de deflación en parte porque las personas y las empresas se acostumbraron a acaparar efectivo tras el desplome en los precios de los activos en 1990 y la prolongada recesión posterior. Ya que pocos están gastando, la demanda cae y arrastra los precios, las ganancias y los salarios en un ciclo vicioso. Creen que la solución es en parte psicológica: persuadir a los japoneses para que gasten más ahora ya que los precios subirán mañana.
"Kuroda tiene que cambiar la mentalidad del público", señaló Etsuro Honda, asesor principal de Abe sobre el Banco de Japón.
Hasta ahora, las expectativas de una inyección de liquidez del Banco de Japón han tenido impacto en los mercados. El yen se ha debilitado 18% y las acciones han subido más de 40% desde mediados de noviembre.
Un riesgo es que la inflación, principalmente a través de un alza en los costos de las importaciones, podría elevar los precios de los commodities y bienes de consumo mucho antes de que suban las ganancias y los salarios. Eso obstaculizaría el crecimiento de la economía en lugar de impulsarlo.
Pero el tema que más concita la atención internacional es el yen. La canciller alemana, Ángela Merkel, y el presidente del fondo soberano de China, Gao Xiqing, ya advirtieron contra una depreciación demasiado acelerada de la moneda japonesa. La preocupación internacional es que el debilitamiento del yen provoque reacciones similares en otros países, dijo Mohamed El-Erian, presidente ejecutivo del gigantesco fondo de renta fija Pacific Investment Management Co., Pimco.
Eleanor Warnock y Phred Dvorak
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