La meta de inflación genera un intenso debate
Economistas discrepan sobre si el objetivo de 2% es demasiado alto o bajo y si se debería cambiar
FRÁNCFORT—Los bancos centrales de las economías desarrolladas han perseguido durante las últimas dos décadas una inflación de 2% como una especie de temperatura ideal: ni muy caliente, ni excesivamente fría. Los precios al consumidor, no obstante, han permanecido por debajo de esa cifra durante varios años y algunos economistas piensan que es hora de ajustar la meta.
El problema es que no se ponen de acuerdo sobre si debería ser más alta o más baja.
Un bando señala que las tasas de inflación ultrabajas son el resultado de tendencias de largo plazo, como la globalización y el envejecimiento de la población, que están reduciendo los precios en todas partes y que los bancos centrales combaten por su cuenta y riesgo.
Otro grupo enfatiza que la meta de inflación debería elevarse para ayudar a los bancos centrales a eludir su actual encruci-jada: con las tasas de interés en o cerca de cero y la inflación baja, no pueden reducir la tasa de interés real — después de restarle la inflación— todo lo que les gustaría por debajo de cero para estimular la economía.
Una tercera facción advierte que el debate es tóxico. "Credibilidad significa mantener la meta fija, no reducirla porque no se puede alcanzar", dice Peter Tillmann, profesor de economía monetaria de la Universidad de Giessen, en Alemania.
El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dejó en claro la semana pasada de qué lado está al lanzar el segundo gran paquete de estímulo en tres meses luego de que la inflación en la zona euro cayó por debajo de cero en febrero. Draghi ha prometido no "rendirse" en su cruzada por elevar la inflación a cerca de 2%.
Lo que está en juego es la credibilidad de los bancos centrales, que han asumido un papel protagónico en su lucha contra la crisis financiera global, pero que ahora se están quedando sin municiones, temen inversionistas y economistas.
Aunque la inflación en Estados Unidos ha vuelto a subir hacia la meta de 2% fijada por la Reserva Federal —en enero llegó a 1,3%, según la medición preferida del banco central—, en la zona euro ha languidecido por debajo de 1% durante más de dos años, y no muestra signos de recuperación.
Muchos alemanes no ven nada de malo en ello. Otmar Issing, ex economista jefe del BCE que ayudó a configurar la meta de inflación cercana a 2%, ha pedido paciencia a las autoridades e hizo un llamado a investigar más a fondo si el objetivo sigue siendo apropiado.
Una de las razones para apuntar a una inflación de 2% en lugar de una de cero es que los bancos centrales no pueden recortar las tasas de interés nominales mucho más por debajo de cero porque en cierto punto la gente preferirá acaparar efectivo que pagar una tarifa por depositarlo en los bancos.
Si la inflación es de 2%, un recorte de la tasa de interés nominal a cero reduce la tasa real a -2%. Eso produce una nueva sa-cudida en la economía en medio de una recesión.
Algunos economistas, sin embargo, advierten que una fijación con una tasa de 2% puede resultar nociva.
"Si está tratando de cumplir una meta de inflación independientemente del estado de la economía, puede estar introduciendo otras distorsiones en el sistema financiero que, en última instancia, serán más perjudiciales", alertó en diciembre Hyun Song Shin, jefe de investigación del Banco de Pagos Internacionales.
Sin perjuicio de lo anterior, reducir la meta, o aceptar que no se logrará pronto, también acarrea bastantes riesgos. "Una meta de 1% significa tirar la toalla. Lo primero que esperaría es una apreciación del euro", expresa Stefan Gerlach, quien hasta noviembre era vicegobernador del banco central de Irlanda y ahora se desempeña como economista jefe de BSI Bank, en Zúrich.
Para evitar una situación en la que las tasas de interés reales no puedan bajar lo suficiente, algunos economistas, particular-mente los del Fondo Monetario Internacional, han hecho un llamado a una meta de inflación de 4%, para otorgarles a los bancos centrales más margen de maniobra durante una crisis.
"Una vez que alcancemos la nueva meta, no volveríamos a una situación en la que las tasas de interés no pueden ser recortadas", dice Paul De Grauwe, profesor de economía política europea en el London School of Economics.
Gerlach cree que eso es un disparate y argumenta que sería "complemente inviable" que los bancos centrales apunten a una meta de 4% cuando ni siquiera pueden cumplir la de 2%. La inflación también se vuelve más volátil a medida que sube, añade, de modo que el crecimiento anual de los precios podría ocasionalmente alcanzar 7%, un nivel que muchos considerarían inaceptable.
Existen otras razones para mantener la meta de 2%. La forma en que se mide la inflación suele exagerarla, en cerca de 1,3 puntos porcentuales en EE.UU. antes de 1996, según un estudio encargado por el Senado de ese país. "Por lo tanto, si la meta fuera cero, es muy probable que estaríamos apuntando a una tasa de inflación negativa", resaltó en octubre Vítor Constâncio, vicepresidente del BCE.
Entre las razones más probables que explican la medición deficiente de la inflación, según el reporte del Senado estadounidense, figura el problema para contabilizar de forma apropiada productos nuevos de mayor calidad, como computa-doras más potentes, o para reflejar cómo los consumidores se pasan a productos más baratos cuando los precios relativos cambian.
Las tasas de inflación muy bajas también aumentan los costos de servir la deuda, lo cual es problemático para las economías altamente endeudadas, como las europeas.
Además, los bancos centrales están ansiosos por mantener cierta distancia de la zona de peligro de la deflación, una espiral peligrosa de precios deprimidos que aumenta el valor de la deuda y puede causar que las empresas y los consumidores retrasen sus compras.
"Creo que es muy inapropiado hablar de cambiar la meta", dice Athanasios Orphanides, miembro del consejo de gobierno del BCE entre 2008 y 2012 y ahora profesor de economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. "Muchos contratos se realizaron sobre el supuesto de que el BCE cumpliría lo que prometió".
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