La mayor falla del libre comercio
Los europeos vienen debatiendo desde hace semanas la Agenda 2000, un plan para reestructurar el presupuesto de la Unión Europea, incluida una reducción en los subsidios agrícolas. Prisioneros de los lobbies del agro, los negociadores sólo pudieron ponerse de acuerdo en pasos menores hacia un libre comercio agrícola. Los agricultores de los países en desarrollo no entienden por qué no pueden poner su producción en los mercados protegidos de los países ricos, pero pueden recibir ayuda alimentaria de esos mismos países.
Más que ningún otro tema, la agricultura demuestra el evidente fracaso del sistema comercial multilateral para superar a los poderosos lobbies en los principales socios comerciales del sistema. A pesar de la muy celebrada Ronda de acuerdos en Uruguay, para liberalizar el comercio agrícola mundial, en 1997, los subsidios en los países de la OECD a productores del agro alcanzaron el récord de US$ 151.000 millones, comprendiendo el 34% del valor de toda la producción agrícola de esos países.
Los países desarrollados se están disparando a los pies, pero también están afectando a los agricultores de los mercados emergentes. Además de los subsidios directos que los contribuyentes de los países de la OECD pagan para sostener una muy pequeña población agrícola, como consumidores aportan otros US$ 86.000 millones como consecuencia de los altos precios de los alimentos.
Los subsidios decrecieron algo desde comienzos de los 90 hasta 1997. Pero entonces, la creciente baja de los precios internacionales de los alimentos los empujaron nuevamente hacia arriba. En los Estados Unidos se habla mucho de la liberalización del agro, pero la cantidad de subsidios agrícolas en ese país este año fiscal será la más alta desde 1997, US$ 18.000 millones.
El impacto de estas distorsiones en los mercados mundiales es enorme, y no es menor entre los agricultores de los países en desarrollo. Mientras los subsidios agrícolas de los países ricos exceden ampliamente la cantidad que esas mismas naciones dan como ayuda internacional, el efecto de una total liberalización comercial del agro y la eliminación de todos los subsidios ayudaría a los pobres en una forma más sostenible.
En los países en desarrollo más pobres, un gran porcentaje de la población todavía vive en el campo, donde la pobreza es más penetrante.
Campesinos más ricos
Un estudio reciente calculó que la eliminación del proteccionismo agrícola elevaría el ingreso de los campesinos pobres en los países en desarrollo en un 20 por ciento, al tiempo que implicaría un incremento permanente en los términos del intercambio de los países en desarrollo; mientras que su producción agrícola podría crecer entre 16 % y 35 %, dependiendo de los países y los productos. Este cambio mejoraría significativamente las perspectivas de desarrollo a largo plazo para países emergentes clave.
Algunas regiones, por supuesto, se beneficiarían más que otras.
América latina, con su generosa dote de tierra agrícola per cápita, está en la mejor posición, mientras que algunos importadores netos de alimentos (en Africa y Asia, por ejemplo) se sentirían menos felices.
Para compensar esta situación, una pequeña parte de los recursos gastados hoy en pródigos subsidios podrían usarse para ayudar a aumentar, en forma sostenible, la productividad agrícola en las regiones más vulnerables.
Los países ricos no son los únicos ofensores comerciales. Muchos países en desarrollo también distorsionan su propios mercados con protección y subsidios.
Hasta Chile, el campeón del libre comercio en el hemisferio sur, protege a sus agricultores. "Tenemos que protegerlos, porque, si no, sucumbirían a las fuerzas del mercado y crearían un problema social", dicen los chilenos cuando sus socios comerciales más eficientes les piden que reduzcan su protección.
Yo les contesto: confíen en el mercado. En todas partes, los agricultores protegidos son no competitivos mayormente porque no se ven obligados a competir.
Chile es un ejemplo perfecto. Durante décadas subsidió y protegió a los agricultores de su Valle Central, donde se producían cosechas de trigo y maíz. Cuando el comercio fue algo liberalizado, estos agricultores no desaparecieron. En cambio, encontraron una especialidad lucrativa: la producción de fruta fresca para los mercados mundiales. De la nada, Chile se convirtió en el mayor exportador del mundo de fruta fresca de zona templada.
¿Qué saben los burócratas en Bruselas o Washington sobre cuán competitivos podrían volverse sus agricultores bajo un libre comercio en productos agrícolas? Cuando escuchan al vociferante lobby de los agricultores viejos, los burócratas llegan a la conclusión de que sus agricultores son no competitivos y deben ser protegidos.
Pero mientras los agricultores pueden no competir en trigo en algunas regiones o en carne vacuna en otras, apuesto a que con su gran experiencia y buena infraestructura, ellos -como los fruticultores chilenos- pronto encontrarán nuevas oportunidades de negocios en un mercado de alimentos liberalizado.
Los líderes mundiales no pueden continuar siendo prisioneros del poderoso lobby agrícola. Es tiempo de que se pongan del lado del grupo mucho mayor de consumidores en los países ricos y agricultores en el mundo en desarrollo, que pagaron para mantener las más distorsionantes políticas económicas sectoriales de la era de posguerra. Pero, en vez de concentrarse en los temas fundamentales del comercio de alimentos, los representantes comerciales norteamericanos y europeos se pelean por unas pocas bananas.