La lucha contra la “estafa de la grieta” es un plan económico
La definición de Horacio Rodríguez Larreta en su lanzamiento esconde una necesidad de la política argentina
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La lucha contra la “estafa de la grieta” es un plan económico. La definición de Horacio Rodríguez Larreta en su lanzamiento como candidato a presidente no es sólo un proyecto político, sino también económico. Las distorsiones que arrastra la economía argentina son tan significativas que cualquier atisbo de plan de estabilización –sin parches– por parte de un futuro gobierno conlleva un verdadero peligro de desestabilización institucional: por caso, empezará generando más inflación de la que hoy marca el termómetro.
“Para impulsar cualquier plan económico hace falta consenso político”, dicen en el entorno de Rodríguez Larreta. Es que una inflación del 100%, como la actual, es difícil ya de digerir para el argentino de a pie. Un programa como el que piensa el alcalde porteño –y diseña su equipo económico– requerirá más sacrificios a una población agotada por la pérdida de ingresos.
El ajuste que realizó la política en los últimos cinco años no tiene antecedentes, por su profundidad y su persistencia: los ocupados perdieron 26,7% de sus ingresos. En el último año –entre 2022 y 2021– esa cifra fue de casi 10% en la provincia de Buenos Aires. Se entiende el enojo de Cristina Kirchner con Alberto Fernández. Es un dato que hunde el relato y alienta el malhumor de los extremos de la grieta en la campaña.
Como si fuera poco, pese al discurso triunfalista del Presidente desde la base Marambio, la economía se desacelera: funciona en niveles inferiores a 2017 y el PBI per cápita es 6% menor al del mejor año de Mauricio Macri en el poder. La industria ya alertó, a través de la UIA, de una perspectiva alarmante por falta de insumos en 2023, algo que podría agravarse por la sequía. Para colmo se bajan los cuadros de Néstor: en enero, hubo déficits gemelos.
En el equipo que lidera Hernán Lacunza –referente económico de Rodríguez Larreta– creen que si ganan las elecciones deberán impulsar un plan de shock. El gradualismo que alguna vez pregonó Macri no tiene ya lugar en la agenda del alcalde porteño. Además, no hay margen para financiar el déficit fiscal, que Sergio Massa debería entregar en 1,9% del PBI, según el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La idea del equipo de Rodríguez Larreta es ir al equilibrio fiscal en 2024, si ganan las elecciones. Esto significa un ajuste del gasto (mantenimiento de los ingresos o impuestos) significativo. El FMI pide menos en el Programa de Facilidades Extendidas sellado con Martín Guzmán (rojo de 0,9% del PBI). Será una señal a los mercados. El ajuste será incluso mayor considerando la deuda flotante que seguramente esconderá el Ministerio de Economía bajo la alfombra. Sólo basta con ver los números de enero.
El plan de la oposición apostará además a eliminar las distorsiones en los precios relativos. Otro desgaste aprendido de la era Macri es que el gradualismo en la suba de las tarifas o del ajuste del dólar es agotador para los actores económicos. La inflación, así, subirá con fuerza el primer año y luego tendería –hecha la tarea– a desacelerar. El cepo se retirará gradualmente (otra lección del pasado). Pero será un desafío eliminar del todo la brecha cambiaria, un fenómeno que daña más al campo que las retenciones en sí mismas.
Consenso sobre las medidas
La mayoría de los economistas profesionales reconocen el impacto que tendrán tales medidas en un primer año de Gobierno. Fausto Spotorno, por caso, no sólo estima que se requería dar una señal contundente sobre los precios relativos (tarifas de los servicios públicos, precios de bienes atados a diferentes dólares y el dólar), sino que la solución a la enorme bola de leliq “podría implicar emisión adicional” y más leña al fuego. Lo mismo ocurre con la cancelación de la deuda en pesos. No hay señales claras sobre la solución que le dará la oposición a lo que alguna vez la propia Silvina Batakis denominó como “inflación reprimida”. No es fácil. Los más expuestos son los bancos, cuyo principal deudor es el Estado. Traducción: lo que se presta al Gobierno para sostener el déficit fiscal que mantiene la política económica kirchnerista son los depósitos de los argentinos.
Las expectativas sobre este punto son tan significativas que los bancos recibieron, como contó Florencia Donovan en LA NACION, a Patricia Bullrich días atrás para asegurarse de que no haya intenciones de reperfilar la deuda en pesos. Los bancos pidieron ese compromiso; Bullrich reclamó que las recetas de Massa para hacer frente a los empinados vencimientos del año electoral no comprometan los ingresos de un futuro gobierno.
La opción oficial de que la bola de leliqs sea absorbida por un boom de préstamos privados gracias al impulso de la demanda provocada por planes de consumo oficiales parece inviable con ingresos de los ocupados cayendo y una economía en franca desaceleración. Sí, podría lograrse un impulso gracias a las expectativas de devaluación, la cuotificación y la elevada inflación en momento de represión financiera. Pero no alcanzaría.
Sin embargo, la escasez de reservas juega en contra de la producción. Difícil comprar una heladera si no puede producirse porque faltan insumos en las fábricas. Un dato: el índice de confianza del consumidor de febrero cayó 6,1%. No parece auspicioso.
La bola de leliqs llegó a los $11 billones. En el Gobierno se contentan con sugerir, que medida contra el PBI, se parece a la que aceleró la corrida de Macri. Esos pesos sueltos serían un drama para el dólar. Según el economista Salvador Vitelli, si se ajusta el dólar blue por inflación, se está $40 por debajo del promedio de la gestión de Fernández. El overshotting de octubre de 2020 sería un dólar de $662.
Massa aguanta
Sobre las reservas, Massa sigue sacando conejos de la galera. Según la información que llega de la reunión del G20 en la India suma deuda en dólares (herejías) de organismo y busca un atajo –la sequía– para evitar que un incumplimiento de la meta de reservas del primer y segundo trimestre de 2023 implique un problema con los desembolsos. Necesita, simbólicamente, que no haya un pedido de waiver (un perdón). El sábado puede haber novedades desde Bengaluru, cuentan.
El ministro reforzó las menciones para que se contemplen los costos de la guerra y el impacto de la sequía. Antes, lo hizo en la reunión bilateral con funcionarios de la Secretaría del Tesoro de los EE.UU. El presidente Joe Biden no quiere problemas con la Argentina. El FMI tampoco. El peso del Tesoro en el directorio del Fondo terminará ayudando.
El economista Amilcar Collante proyectó que, sin dólar soja III, en marzo las reservas netas del Banco Central (BCRA) podrían estar en US$3520 millones. La meta de acumulación en el acuerdo con el FMI para el primer trimestre es de US$7825 millones. Un repo de más de US$1000 millones, algo en lo que trabaja Economía, se quedaría corto. En junio, se debería llegar a una meta de casi US$11.000 millones. Es un camino empinado.
Es importante que el auto llegue lo menos abollado posible –como suele decir Massa a los empresarios– y ese es el trasfondo del comunicado sobre “la bomba” publicado por Juntos por el Cambio. El punto de partida, la herencia, ya requerirá un alto costo político. Ese punto depende de las distorsiones que la actual gestión de Frente de Todos esté dispuesta a profundizar en medio de una campaña electoral. No es algo que Macri no hay hecho también en 2019 (cuando congeló precios de energía, por ejemplo).
Los economistas profesionales alertan. Como escribió Marina Dal Poggetto en su último informe, cualquier programa económico desde 2024 arrancará con un salto del tipo de cambio “discreto”, una respuesta respecto al sostenimiento de los contratos en pesos y una definición sobre el desarme del cepo. Ese cepo, hoy “perfeccionado”, según Fernando Marengo, es el que abre una brecha cada vez más difícil de cerrar. El economista afirma además que una baja de retenciones también incidiría en los precios, como el aumento del dólar comercial y el restablecimiento de precios de la luz, el gas, el transporte y el agua.
“Si el programa sale bien, en el mejor de los casos, la inflación podría en los últimos meses de 2024 volver a ubicarse por debajo del 2% mensual (25% anualizado), pero difícilmente la inflación de 2024 se ubique por debajo de 2023″, concluyó Dal Poggetto.
Describir a la grieta como una “estafa” tiene un metamensaje: con la grieta se pueden ganar elecciones. De hecho, Patricia Bullrich, la principal contrincante en PRO de Rodríguez Larreta se ha vuelto cada vez más competitiva. O el mismo Javier Milei. Cristina Kirchner y Mauricio Macri usaron esa estrategia proselitista con el objetivo de llegar al poder.
La pregunta es si con la radicalización de la grieta –que desaparezca parece una fantasía– se puede gestionar cuando se requieren reformas de fondo. Más sacrificios. La apuesta de Larreta sea quizá convertirse en ese Presidente “dialoguista” en pandemia, cuando –gestionando con la oposición– logró una imagen positiva del 80%. Eran otros tiempos del país y del mundo. Fue antes de que el Presidente se enamorara de la cuarentena, de la fiesta de Olivos y de que fuera tragado por ese fanatismo, que hoy parece vender más.