La inversión se puso de moda
De repente la inversión se puso de moda en la Argentina y todos hablamos acerca de ella. El mini-Davos fue organizado para lograr atraer un flujo considerable de inversiones a la economía real. Y a los economistas, que en definitiva somos científicos sociales, se nos pide definir con exactitud matemática, la fecha en la que éstas llegarán. Por ello, creo importante aclarar algunos conceptos sobre la dinámica de las inversiones.
En economía se define a la inversión como el gasto destinado a incrementar o mantener un cierto stock de capital o activo fijo reproducible (maquinarias, herramientas y demás bienes durables) usados en el proceso productivo. También, incluye a las construcciones, infraestructura y las variaciones de inventarios.
La inversión directa debe diferenciarse de la llamada "inversión financiera" o de cartera, que comprende las transacciones en títulos de participación de capital y títulos de deuda. Es claro que la dimensión financiera tiene tiempos completamente diferentes a la inversión directa. Uno compra títulos o acciones en fracciones de segundos, y los vende con la misma velocidad a través de los agentes de Bolsa. No pasa lo mismo con la construcción de una refinería o de una fábrica de productos lácteos.
La inversión sostenida por encima de un porcentaje del PBI permite aumentar el stock de capital, siendo uno de los factores determinantes en el proceso de crecimiento. En la Argentina, el porcentaje de inversión sobre PBI de 2015 fue de 16 %, el necesario para reponer lo que se amortiza. A modo de referencia, en 2014 este ratio fue 21,4 % en Chile, 19,7% en los Estados Unidos y 48 % en China.
La inversión tiene su contraparte de financiamiento en el ahorro. Si no hay suficiente ahorro interno, hay que apelar al ahorro externo que implica ingreso de divisas, instrumentado a través de préstamos o emisión de títulos.
Así como una película tiene un backstage, la concreción de un proyecto de inversión real también. No es instantáneo, no tiene lugar en un día. No es para impacientes. Todo comienza con la elaboración de un proyecto, conformado por análisis de condiciones macro, sectoriales y financieras. El sector privado realiza inversiones con el propósito de obtener utilidades. Y esto debe quedar planteado a partir de proyecciones que muchas veces son a 20 años vista. Hay que analizar mercados, estimar ingresos futuros, costos de mano de obra, insumos críticos, tarifas, etcétera. La variable cambiaria no es inocua, dado que quien invierte dólares o euros pretende recuperar dólares o euros.
Un vez tomada la decisión de invertir, el dinero fluye secuencialmente. Hay que definir localizaciones, pedir habilitaciones, realizar planos, estudios de impacto medioambiental, aguardar aprobaciones, estructurar el financiamiento, negociar contratos, etcétera.
En cuanto al impacto sobre el empleo, definitivamente existe, también tiene una secuencia temporal, y la relación entre inversión y empleo depende del tipo de sector. Los hay más intensivos en mano de obra (construcción) y más intensivos en capital (agricultura extensiva). El empleo de calidad que acompaña a grandes proyectos de inversión implica no sólo salarios sino también obra social, aportes previsionales, guarderías y una serie de elementos que mejora la calidad de vida de los empleados y sus familias.
Reactivar una economía a través del consumo es más rápido pero genera tensiones inflacionarias de no existir capacidad ociosa. Reactivar a través de la inversión es más lento pero sustentable y multiplicador.
En la vida hay que ser realista. No esperar inmediatez en aquellos procesos que por su complejidad no pueden ser inmediatos. La Argentina tiene que tomar conciencia de que nuestro comportamiento pendular en relación al capital no es inocuo, porque los agentes económicos se mueven por expectativas, pero también tienen memoria. Y los vaivenes hacen que todos pidan más explicaciones. Los inversores extranjeros también toman muy en cuenta el comportamiento de sus pares locales. Y para todos la seguridad jurídica es fundamental.
La inversión, como la educación requiere de tiempo. Necesita de una dirigencia y una sociedad que piensen al país en el largo plazo. El cortoplacismo y el consumismo han condenado a la Argentina a situaciones de pobreza estructural y exclusión que no son fáciles de revertir.
El hecho de reunir a lo largo de tres días a aquellos que toman decisiones de inversión, es una excelente noticia. Abre la perspectiva de una Argentina que puede crecer virtuosamente, generando trabajo, inclusión y bienestar. Pero para alcanzar estos objetivos son imprescindibles el trabajo, la constancia, la reconstrucción institucional, la credibilidad y el trabajo conjunto y entre el sector privado y el público. Como sociedad debemos entender que esto lleva tiempo, pero vale la pena.
La autora es doctora en Economíay Decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina