La intriga del día: ¿tendrán los senadores la misma confusión que los diputados?
Durante la jura de diputados y senadores, los legisladores han jurado por los aspectos más diversos
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Dice el diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra juramento, en su primera acepción: “Afirmación o negación de algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”. Jurar sobre algo es poner ese algo como garantía de veracidad o cumplimiento: Dios, la Constitución, la Patria, los Santos Evangelios. Los juristas distinguen entre dos tipos de juramento: el asertorio, que es el que se hace sobre la veracidad de algo pasado o presente (“juro que los hechos fueron así”) y el promisorio, que se usa para asegurar cumplimiento futuro (“juro que esta vez seré fiel”).
El que prestarán hoy los senadores o el que hicieron anteayer los diputados entra en la segunda definición. Quien preside la ceremonia los exhorta a desempeñar “fielmente” el cargo y a “obrar en todo de conformidad con lo que prescribe la Constitución Nacional”. La fórmula finaliza con la advertencia de que, “si así no lo hicieren”, aquello que invocaron como garantía -”Dios y la Patria” o sólo “la Patria”, según el tipo de juramento de cada uno- podría demandárselos en el futuro. Los conceptos y los términos son relevantes porque, como regla general, lo recomendable es que el objeto o sujeto por lo que se jura sea un valor compartido por todos o, al menos, caro y evidente a los intereses de la persona que asume el juramento.
Es un contrato. De poco sirve jurar por la memoria de alguien, la diosa Circe, la barra de Chicago, los militantes César Arakaki y Daniel Ruiz o la familia Montaner si quienes están involucrados en la concreción de la promesa no tienen del todo claro qué significa aquello por lo que se jura. Porque, en ese caso, la garantía resultará inválida.
En los últimos años, no sólo en la Argentina, sino también en la región, los legisladores han empezado a jurar por los aspectos más diversos. Hubo incluso diputados que lo hicieron en contra de algo. Del FMI, por ejemplo. Como si estuvieran confundiendo juramento con consigna política o programa de gobierno. ¿Tiene sentido como garantía de cumplimiento jurar, como lo hizo Victoria Villarroel, “por las víctimas del terrorismo”, o Ricardo López Murphy, “por la libertad y la república”? ¿O ésos son más bien valores que resguardar o disvalores por reparar? ¿Es necesario mencionarlos en la fórmula? ¿Lo que no aparece taxativamente en el juramento no está entonces en el plan de gobierno del legislador?
Hubo fórmulas bastante más largas y curiosas. “Por les trabajadores de la salud [SIC], héroes contra la pandemia -juró Romina del Plá, del Partido Obrero-. Por la docencia, que tuvo el peso de garantizar la educación que los gobiernos, no. Por les jubilades [SIC], que son las víctimas de todos los ajustes. Por la absolución de Arakaki y Ruiz. A 100 años de las huelgas patagónicas, contra el pacto con el FMI y por el gobierno de los trabajadores en la Argentina y en todo el mundo…, ¡sí, juro!”.
El juramento de la diputada Ana Carolina Gaillard, del Frente de Todos, es un ejemplo de la complejidad del asunto. “Por la Patria justa, libre y soberana que soñaron nuestros compañeros detenidos y desaparecidos; por mi pueblo entrerriano y por un Estado que cuide y acompañe y no que castigue y criminalice a los usuarios: no más presos por plantar”. La extensión atentaba en ese caso contra la precisión del mensaje, y hubo que interpretar algunas consignas según el contexto y la cosmovisión de la diputada: se supone que no reclamaba exención de penas por plantar rabanitos y que, en el mismo sentido, pensaba más en los usuarios de marihuana que en los de Cablevisión o Edenor.
"No más presos por plantar"
— Corta (@somoscorta) December 7, 2021
La jura de la diputada Carolina Gaillard por la despenalización de la marihuana. pic.twitter.com/7PsVnhYV8Y
“Por mi familia, por las mujeres, por las compañeras y los compañeros militantes”, enumeró la oficialista María Eugenia Alianiello, de Chubut. Su par Inés Carolina Yutrovic usó un párrafo más largo que terminaba: “Por la fuerza y la convicción y la alegría de la militancia fueguina que defiende este proyecto nacional, popular y feminista”. Y en la Legislatura porteña, la camporista Berenice Iañez cerró con un “gracias, Diego”.
Invocar a Dios, a la Patria o a los Santos Evangelios no garantiza necesariamente el cumplimiento del mandato popular, pero representa al menos, cabalmente, un juramento. No es poco. La pancarta y el grafito callejero no entran siquiera en la categoría de promesa.
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