La inflación es un problema de todos
Hace varios años los argentinos sufrimos el flagelo de la inflación que nos come nuestros salarios sin que aparentemente podamos hacer nada. A su vez, escuchamos todo el tiempo interpretaciones de por qué nos llueve esta plaga, que además de la Argentina afecta a un puñado de otros países, como Venezuela, Irán, Malawi y Sudán. Oímos que la inflación se produce por la existencia de empresarios inescrupulosos, un fenómeno que aparentemente parece ser exclusivo de este puñado de países. Debe ser que en Brasil, Perú, Indonesia, Tailandia, por citar algunos, los empresarios son buenos y que imbuidos de una gran conciencia social no aumentan los precios aun pudiendo hacerlo. Claro, con empresarios así, cualquiera.
Pero todo eso no es cierto. La inflación se produce porque el Gobierno emite dinero para financiar el desequilibrio entre sus gastos y sus ingresos. Esa emisión aumenta la oferta de pesos en la economía, y como cualquier bien cuya oferta sube, su precio cae. La inflación es el reflejo de un peso que cada vez vale menos. Es el resultado directo del uso indiscriminado de la emisión para financiar el gasto.
Es importante entender que la inflación es simplemente un mecanismo de recaudación para comprender tres temas. El primero es que el Gobierno es el responsable directo del fenómeno. El segundo, que al operar como un impuesto que recauda los pesos que se emiten a costa de una caída en el salario real, la solución del problema puede tener dos posibilidades. En una, el Gobierno podría subir otro impuesto y reducir la emisión. Esto no cambiaría radicalmente la situación de las familias ni del Gobierno. Lo que se paga hoy con la pérdida de valor adquisitivo se pagaría con otro impuesto. La otra es bajar el gasto y con ello la necesidad de emitir y la inflación. Esto favorecería a las familias a costa del Gobierno (éste se quedaría con menos impuestos y tendría que gastar menos y las familias pagarían menos y podrían gastar más). El tema acá es si hay algo para bajar. AySA, Aerolíneas, Fútbol para Todos y Arsat son candidatos puestos, pero lo que el Gobierno gasta en estas cuatro cosas suma sólo unos $ 20.000 millones y, aunque son gastos innecesarios en el presupuesto de todos los argentinos, sólo ayudan a resolver un pedazo del problema cuando el Gobierno emite entre 70 y 100.000 millones por año. El tercer punto es que bajar la inflación no es recesivo. Si el Gobierno gasta menos y emite menos, la gente tendrá un inmediato alivio en su bolsillo y gastará más. Que bajar la inflación no es recesivo debería ser obvio por el hecho de que si lo fuera, todos los países del mundo que tienen baja inflación estarían sumergidos en una larga recesión.
En definitiva, el tema de la inflación se produce por una lucha distributiva. Pero no de asalariados y empresarios, sino del Gobierno con los ciudadanos. El primero usa la emisión para apropiarse de recursos del sector privado. La solución tiene dos vertientes: o el Gobierno le saca dinero de otra manera a la gente o decide gastar un poco menos y así castigarla menos con el impuesto inflacionario.
Con este diagnóstico, el bloque Pro en la Cámara de Diputados ha decidido ofrecer una agenda para resolver gradualmente el tema de la inflación. Ésta tiene 8 puntos que ponemos sobre la mesa para un debate y en la búsqueda de consensos con el resto de los bloques y el FPV.
Las propuestas incluyen la independencia del Indec y la actualización de los valores de mínimos no imponibles de Ganancias, de las bandas del monotributo y de la AUH. Si estos valores no se redeterminan, el Gobierno todos los años cobra más y gasta menos. También sugerimos extender la percepción de la AUH en los tres primeros años de trabajo formal, para paliar el efecto disuasivo a la formalización que se ha encontrado como único efecto negativo de ese beneficio. Una de las consecuencias más negativas de la inflación es la eliminación del crédito, sobre todo el de largo plazo para la vivienda. Para paliar este efecto sugerimos permitir créditos hipotecarios con capital indexado al costo de vida, que permitirían bajar las cuotas de a aproximadamente un tercio de los valores actuales y darle acceso a la vivienda a casi toda la población. En línea, se debería reconvertir el plan Procrear a este mecanismo de préstamos que preservaría el capital de nuestros jubilados, en vez de licuarlo velozmente como se está haciendo ahora (también pedimos que la Anses no opere más en el mercado de "contado con liqui" malvendiendo sus títulos públicos con una pérdida patrimonial que deberá ser pagado con más impuestos o más inflación en el futuro). Pero sobre todo comprometemos nuestro apoyo para generar un presupuesto que en tres años elimine el financiamiento inflacionario. Esto quiere decir que Pro está dispuesto a acompañar al FPV en un trabajo a conciencia para eliminar gastos que no le reportan nada a la sociedad y encontrar los mecanismos de financiamiento para el gasto que decida mantenerse. A medida que ese financiamiento inflacionario se reduzca se adecuará la Carta Orgánica del Banco Central, limitando la posibilidad de emitir pesos, para que el próximo gobierno no pueda volver a las andadas.
La agenda de la inflación no es la agenda de un partido, sino la de todos. Pero para combatirla es necesario hablar la verdad, no sólo reconociendo la verdadera magnitud del problema sino también los orígenes del flagelo. La oposición está dispuesta a contribuir y colaborar para resolver el problema. Solo falta que el Gobierno también se decida.
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