La inflación en alimentos, entre las tensiones internas y el factor global
En los primeros meses del año, el encarecimiento de esos bienes básicos superó al promedio general; al problema que ya existía en la Argentina y que tiene un muy alto impacto en la sociedad, se sumó un escenario externo desfavorable; por qué el encarecimiento de los alimentos es mayor en la Argentina que en otros países de la región
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Mes a mes, un dato enciende alarmas en el Gobierno y le pone cifras a una realidad que hace tiempo los argentinos viven con angustia. Si bien el país vive con una inflación anual de doble dígito hace 17 años, en los últimos meses la dinámica se aceleró, con especial impacto en el rubro de alimentos y bebidas. Desequilibrios macroeconómicos, factores internos y un escenario negativo global producto de la salida de la pandemia y de la invasión de Rusia a Ucrania se combinan detrás de un fenómeno recurrente en la historia local, que hoy parece no encontrar un freno.
Los números son contundentes. Según el Indec, la inflación promedio en la Argentina fue de 4,7% en febrero (había sido 3,9% en enero), y de 52,3% si se la mide de manera interanual. Mientras que el ‘IPC núcleo’ (excluye los precios con estacionalidad y los regulados) llegó a 4,5% en el mes, el rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas tuvo el mayor incremento a nivel nacional, con un alza del 7,5%.
Esa categoría, que explica más de dos puntos porcentuales del IPC de febrero, fue la de mayor incidencia en todas las regiones, aunque el impacto fue particularmente significativo en el Gran Buenos Aires: el mayor conglomerado urbano del país –que tiene índices de pobreza y de indigencia de 42,3% y 10,5%, respectivamente– registró un alza de 8,6% mensual en el precio de los alimentos. Con estos incrementos, dinamizados principalmente por productos frescos (verduras, lácteos, huevos, carnes), la inflación del rubro trepó a 55,8% interanual a nivel nacional, y a 58,8% en el área del Gran Buenos Aires.
El proceso, que de acuerdo a los datos oficiales describe una aceleración en los últimos meses, tiene especial efecto en términos sociales y políticos. No es casual que, según una reciente encuesta de Aresco, ocho de cada diez personas consideren que la situación económica es “mala o muy mala”, y que la inflación aparezca entre las principales preocupaciones de la sociedad.
“Lo primero que hay que entender es que los alimentos tienen un peso relativo distinto según el estrato social, y el alza de precios tiene un impacto mayor en los sectores de mayor pobreza”, advierte Guillermo Oliveto, titular de la consultora W y especialista en temas de consumo, en referencia a los diferentes patrones de compras y a la porción del ingreso mensual que los hogares destinan a la comida. Según el analista, mientras que en los sectores de clase “alta y media alta”, el gasto en alimentos representa el 10% de los ingresos, esa participación crece al 25% en los sectores medios y llega hasta el 40% para quienes están en niveles socioeconómicos bajos.
En ese escenario, la aceleración de los precios del rubro aparece como un factor determinante en el panorama socioeconómico actual, que amenaza con neutralizar o revertir la caída de 3,3 puntos porcentuales que mostró el índice de pobreza en el segundo semestre de 2021. De hecho, los datos de febrero muestran que el valor de la canasta básica alimentaria (que define la línea de indigencia) trepó un 9%, mientras que la canasta básica total (que marca el umbral de pobreza) se encareció un 6,6%.
“Y cuando le preguntás a la sociedad quién es el responsable de la inflación, entre el 75% y el 80% dice ‘el Gobierno’, sea con Cristina, con Macri o con Alberto: cuando recién empieza, culpan más al anterior, y a medida que avanzan y pasa el tiempo responsabilizan más al que está. La idea de que hay una especie de conspiración de las empresas por subir precios no está convalidada”, concluye el analista, sobre un fenómeno que también aparece entre las primeras preocupaciones de los despachos oficiales.
Qué hay detrás de las subas
La inflación es un tema que en los últimos tiempos preocupa a nivel mundial. Así lo muestran los datos de la mayoría de los países, que registran un repunte en el último año, aunque con cifras menores en comparación con la escalada que hace mucho más tiempo se registra en la Argentina. A su vez, las mediciones oficiales marcan que, antes que los alimentos, son los costos de la energía y el transporte los que dinamizan principalmente la suba de precios.
En los Estados Unidos, se encendieron alarmas con los datos de febrero, cuando la inflación interanual llegó al 7,9%, con perspectivas de mayores incrementos en los meses siguientes. Según datos oficiales, la categoría alimentos y bebidas tuvo un aumento equivalente al promedio (7,9%), pero el rubro energía más que triplicó ese índice: llegó al 25,6% interanual. En España, la inflación interanual trepó al 10%, mientras que en Alemania llegó en marzo, según datos provisorios, al 7,3%, el valor máximo en las últimas cuatro décadas. Los alimentos, en este caso, subieron por debajo del promedio (6,2%), y la energía más que quintuplicó a la inflación promedio (39,5%).
Los países de América Latina también experimentan una aceleración inflacionaria, con menor efecto relativo en los alimentos. En Brasil el IPC llegó en marzo al 10,5% interanual, con subas que fueron mayores en transporte (16,8%) y en combustibles (33,3%) que en alimentos (9%). También se verifica el escenario en Uruguay (9,4% interanual en febrero; 12,6% en transporte; 12,4% en alimentos) y en Paraguay (10,1% dio la inflación promedio en marzo; 18,2% en transporte; 17,5% en alimentos).
Combinación de factores
Pero en la Argentina, el proceso de inflación de alimentos y bebidas combina factores externos con asuntos locales. Tras la invasión de Rusia a Ucrania, se disparó el precio global de commodities alimenticias como la soja, el trigo o el girasol, entre otras. Y eso impacta directamente en los costos locales. También se incrementó el precio del petróleo, que presionó al Gobierno a avalar dos subas de entre 9% y 11% en los combustibles, en febrero y en marzo.
Pero ese shock golpea a la Argentina en medio de una dinámica inflacionaria ya en marcha: de acuerdo con los datos del Indec los alimentos subieron 50,5% en 2018, 56,7% en 2019, 38,4% en 2020 (en estos tres años, por encima del IPC promedio) y 50,4% en 2021.
Según Gabriel Caamaño, economista y director de Consultora Ledesma, hay dos factores que profundizan el escenario inflacionario que ya experimentaba la Argentina: el incremento de las commodities y el aumento del dólar. “El Gobierno está subiendo más rápidamente el tipo de cambio oficial. Y los alimentos son en su mayor parte exportables. Hablamos de bienes exportables, donde la Argentina es tomadora de precios, y donde los valores en pesos siguen a los precios internacionales”, plantea el economista, quien de todas maneras proyecta que en febrero y marzo se dio el “pico inflacionario” del primer semestre. “El shock externo aceleró un proceso que el país ya tenía; ese pico probablemente tenga más persistencia y tarde más en diluirse por los problemas que arrastra el país hace tiempo”, dice el analista.
A los factores macroeconómicos, la economista Milagros Suardi, de la consultora Eco Go, le agrega la circunstancia local de la sequía. “Si bien los precios bajaron, entre fines del año pasado y el pico de precios el trigo llegó a subir casi 75%. Hoy, igual, está un 20% arriba en el año. Es un impacto considerable y es uno de los factores que impulsa la inflación”, explica la analista. Destaca también el efecto de ese evento climático en el valor de los productos frescos (verduras, frutas), además de los aumentos ‘de segunda ronda’, asociados a la suba del precio de los combustibles y de las expectativas. “Hay un caso testigo que fue el anuncio de la ‘guerra contra la inflación’. Se esperaba que el Gobierno avanzara con medidas y se generaron expectativas de congelamientos o nuevas restricciones. Y al día siguiente se vio una cuestión inmediata de remarcaciones de hasta el 15%”, afirma.
En el escenario se revivieron tensiones y controversias entre las empresas y el Gobierno, con la figura del secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, como principal referente de las medidas de control. “El Gobierno reconoce la multicausalidad de la inflación, y nosotros planteamos que somos la consecuencia y no la causa de la inflación”, dice Daniel Funes de Rioja, titular de Copal, la entidad que nuclea a las empresas productoras de alimentos. Según el abogado, también presidente de la UIA, en la cadena productiva afectan los incrementos de precios en la logística –”representan el 15% del costo para los no perecederos, el 20% para los frescos y el 30% para las bebidas”, describe–, la cuestión energética y los incrementos salariales. “El grado de influencia e impacto varía si es el caso de una gran empresa tecnificada o si hablamos de una pyme, que tiene mayor peso de la mano de obra”, agrega el dirigente.
En las empresas, además, advierten sobre el alza de otros insumos, más allá de los alimenticios. Por ejemplo, señalan que hubo incrementos del 30% en lo que va del año en el precio del vidrio que se utiliza para botellas o frascos. “Le damos estas explicaciones a la Secretaría de Comercio y el diálogo es permanente, pero hay una parte muy relevante de la cadena de comercialización y producción que no está en la mesa con los fabricantes o los supermercados, que son los principales proveedores de insumos”, plantean desde una de las principales alimenticias del país, que participa de iniciativas oficiales como Precios Cuidados. Y destacan a la vez el crecimiento en la participación en el total de las ventas de los productos incluidos en esta canasta y de las marcas más económicas. “La gente busca cada vez más accesibilidad, y eso pasa en todos los canales de comercialización”, describen.
Mientras el Gobierno avanzó con la renovación de Precios Cuidados (con subas mensuales del 3%) y otras iniciativas para intentar llegar a autoservicios y almacenes, los analistas privados relativizan el alcance de estos programas. “Al Gobierno le queda esperar que la cosa no se salga de control. Para eso es mejor sincerar que la economía va a operar con una inflación alta que tendrá un piso de 60% y, a partir de ahí, coordinar expectativas. Sin una pauta clara, la respuesta del público es un ‘Sálvese quien pueda’”, dice Guido Lorenzo, director de LCG, sobre la aceleración de los precios en las últimas semanas. En su medición semanal online, que incluye más de 8000 productos, la consultora relevó aumentos de 2,4% y 2,9% para la tercera y la cuarta semana de marzo. Así, proyectan que la inflación de alimentos se ubicará, nuevamente, por arriba del 7%.
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