A la par de la difusión del índice local de 7,4% correspondiente a julio, datos de otros países comenzaron a mostrar que llega un alivio al problema que había resurgido por la pandemia y la guerra; las causas del desacople con lo que ocurre en otras latitudes
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Es el mayor problema de la Argentina; un problema que golpea más a los que menos tienen, que profundiza la pobreza y que obstaculiza el funcionamiento de cada instancia de la economía. Detrás del 71% de inflación acumulada en los últimos 12 meses, en el país se agazapan los múltiples desequilibrios de la macro local, que ubican al país entre los países con mayor suba de precios en el mundo.
Desde la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal, hasta la fragilidad de las reservas del Banco Central, pasando por la brecha cambiaria, la puja distributiva y la inercia que lleva a cada argentino a huir del peso para intentar cubrir sus ahorros, el listado de causas de la inflación se acumula con el peso específico que cada biblioteca le asigna a cada una. Y, mientras los datos internacionales muestran que en otros países del mundo los índices tienden a estabilizarse o a bajar, de la mano de políticas monetarias restrictivas y de la caída en los precios internacionales de la energía tras el shock por la invasión de Rusia a Ucrania, la Argentina escapa a esa tendencia y se encamina a un año récord desde los tiempos de la última hiperinflación, en 1990.
“Hay poco para comparar con el mundo, porque la dinámica inflacionaria argentina tiene vida propia y está hace muchos años desacoplada de lo que pasa afuera”, dice el economista Federico Moll, director de la consultora Ecolatina, que proyecta un piso de 90% para 2022 y un 75% para 2023. “Si hay que desarmar el 90%, sería difícil cuantificar el efecto externo. Aun si no hubiera habido incrementos muy fuertes en las commodities o en la energía por la guerra en Ucrania, no me imagino que la inflación de este año hubiese estado por debajo del 80%. La comparación es interesante para marcar un poco cuál es el contexto mundial, pero no explica la dinámica argentina”, agrega.
Desde el Gobierno se le atribuyen culpas al contexto externo, dada la suba en los precios de la energía y de los alimentos, y dado el costo de los fletes y los cuellos de botella en las cadenas de suministro internacionales por la salida de la pandemia. Sin embargo, la comparación de la evolución de los precios locales con la dinámica que tienen los de otros países de América Latina o los de Estados Unidos o Europa, permite ver que, luego del shock compartido en marzo, las tendencias comienzan a divergir. Mientras que en el primer semestre la mayoría de los países experimentó un fogonazo inflacionario –causa de una conjunción entre los efectos de la pospandemia, el impacto de la política monetaria expansiva para mitigar los efectos del Covid-19 y el conflicto bélico en Ucrania–, los números ya muestran un escenario de cierta estabilización.
“Es cierto que hubo una tendencia a la aceleración casi inédita, y que hacía 40 años que no había una inflación como la de ahora. La primera causa fue la expansión monetaria que ya venía generosa antes de la pandemia y que en 2020 se exacerbó. En ese marco, aparece la guerra en Ucrania y la suba en los precios internacionales. Pero, ahora, hay una confluencia del mundo a un nuevo escenario de políticas monetarias más duras, que deberían llevar a estabilizar los precios internacionales y, después, a converger a la baja”, dice Marcelo Elizondo, titular de la consultora DNI.
“La Argentina tenía un problema anterior a la guerra, que se exacerbó, con una expansión monetaria descontrolada, un sector público infinanciable y una economía cerrada que afecta la competencia y consolida niveles de precios altos”, agrega el analista, que advierte que, aun con los sucesivos incrementos de las tasas de interés dispuestos por el Banco Central, aún se encuentran en terreno negativo.
La noticia sobre Brasil en materia de inflación fue, posiblemente, la más resonante en la región: el Índice Nacional de Precios al Consumidor Amplio (IPCA) que elabora el IBGE arrojó, para julio, una caída del 0,68%, el primer registro de inflación “negativa” luego de 25 meses consecutivos en alza, y el menor dato mensual para la serie, que comenzó en enero de 1980. Y si bien el registro interanual todavía se mantiene en dos cifras (10,07%), las proyecciones advierten que esa marca se desinflaría en breve, luego de ubicarse por debajo del 1% mensual en mayo (0,47%) y también en junio (0,67%).
Detrás de esa dinámica de los precios en la principal economía de Sudamérica, se combina el contexto externo con decisiones internas. Además del fuerte endurecimiento en la política monetaria que hace tiempo implementa el Banco Central (entre marzo de 2021 y agosto de 2022 la tasa de interés de referencia pasó de 2,75% a 13,75%), el presidente Jair Bolsonaro, que intenta ir por su reelección en los comicios del 2 de octubre, impulsó una ley que se sancionó a fines de junio y que establece una fuerte baja de impuestos en transporte, combustibles, energía eléctrica y comunicaciones. En ese marco, el precio de venta al público de la nafta cayó un 15%, mientras que las tarifas de la electricidad doméstica registraron una baja del 6%, aunque los alimentos se incrementaron un 1,3%.
Otro país limítrofe entrega una foto de estabilidad que hace más de 15 años no existe en la Argentina. En Bolivia, la inflación mensual de julio fue de 0,39% y el dato acumulado en 12 meses es de 2,04%. En otras palabras, la inflación de la Argentina en julio –de 7,4% según el dato informado el jueves último por el Indec– fue casi cuatro veces más alta que la suba de precios que se registró en Bolivia en todo un año.
Tendencias en Estados Unidos
La baja en los precios de la energía también dio un respiro a la inflación en los Estados Unidos (los precios de los combustibles bajaron 7,7% el mes pasado), que fue de 0% en julio, luego del 1,3% registrado en el mes previo. Y, si bien la categoría alimentos sigue encendida (1,1%), el registro interanual se ubicó en 8,5%, lo cual implicó una caída frente al 9,1% del mes previo. Pero, además de la dinámica energética, (el precio del Brent pasó de US$122 el barril en junio a cerca de US$97 al cierre de esta nota), en Estados Unidos la Reserva Federal también implementó una agresiva suba en la tasa de interés de referencia, que desde fines de julio se ubica en un rango de entre 2,25% y 2,5%.
“Hay varios factores que están impactando en la inflación y se conjugaron en la dinámica de julio [en el mundo]. Gran parte se debe a la baja del precio de los hidrocarburos, hubo países que aplicaron recortes impositivos, hay cierta normalización de los consumos que habían estado afectados por la salida de la pandemia y de las cadenas de suministros globales”, dice Milagros Suardi, economista de la consultora Eco Go.
En Chile, la dinámica inflacionaria acelerada es uno de los principales factores detrás de la caída en la imagen positiva del presidente Gabriel Boric, que asumió el 11 de marzo. Si bien están lejos de los registros locales, el 1,4% de avance que tuvo el índice de precios en julio elevó al 13,1% el dato interanual, la mayor marca en 28 años. Transporte (3,4%), alimentos (1,9%) y tarifas eléctricas (3,7%) fueron algunos de los rubros que empujaron el índice en el mes.
En el caso de Paraguay, julio tuvo una inflación del 0,7%, con una mayor incidencia en los rubros de combustibles (nafta y gasoil). Con este registro, el país acumula un alza del 6,7% en lo que va de 2022, y una inflación interanual del 11,1% (inferior al 11,5% de junio).
Las cifras oficiales de Uruguay superaron los datos estimados. El país que tiene la moneda más sobrevaluada de la región, según las estimaciones del último Big Mac Index que elabora The Economist, registró en julio una inflación del 0,77%, con un fuerte impacto de restaurantes y hoteles (1,28%), salud (1,27%) y transporte (0,78%). Así, la inflación interanual llegó al 9,56%, un dato que si bien es la décima parte de las proyecciones que se manejan para la Argentina, se ubica por encima del rango de 3%-7% al que apunta el Banco Central del Uruguay.
La suba de precios de julio fue, en Venezuela, también menor que en la Argentina. El país, que en los últimos años sufrió un colapso socioeconómico, con hiperinflación y desplomes del PBI (de 17% en 2016, 15,7% en 2017, 19,6% en 2018, 35% en 2019, 30% en 2020, 1,5% en 2021, según estimaciones del FMI), registró una inflación del 5,3% mensual, según la estimación del Observatorio Venezolano de Finanzas. Más allá de ese dato, la inflación acumulada en los primeros siete meses de 2022 es del 62%, y la interanual llega al 139%. Es uno de los peores registros del mundo, pero a la vez es un número que luce como un alivio tras la hiper disparada en 2017 y el 686,4% de inflación que hubo en 2021, según las mediciones del Banco Central de Venezuela.
“Estamos en el podio negativo de inflación hace ya varios años. Depende de qué perspectivas tomes, podés estar entre sexto o séptimo en el listado mundial de países”, dice Soledad Pérez Duhalde, directora de Operaciones de la consultora Abeceb. Sudán, Zimbabue, Líbano, Siria y Turquía comparten el particular club con la Argentina, y superan a otros países africanos como Etiopía, Angola o Sierra Leona.
“Los factores son variados, y el problema es que, hacia adelante, el país no va a salir rápidamente de ese ranking, porque hay una distorsión de precios relativos muy grande. Veremos qué hace (Sergio) Massa, pero hay dos precios claves que son las tarifas y el tipo de cambio. Son dos correcciones que tienen que llegar y que no son el problema que hoy tiene el mundo”, advierte la analista, en referencia a que, a nivel global, la dinámica inflacionaria se explica fundamentalmente por los efectos de la pandemia, las políticas monetarias y shock derivado de la guerra en Ucrania. “Solo para dimensionarlo, si tomamos de enero de 2020 a julio de 2022, las tarifas aumentaron un 50%, el tipo de cambio oficial avanzó un 114% y el dólar blue, un 280%. Mientras, la inflación de alimentos es de 200%”, agrega Pérez Duhalde.
Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, proyecta un escenario de estabilización de la inflación y un posterior descenso a nivel internacional. “Hubo una tendencia común en marzo, cuando en todo el mundo la inflación fue más alta de lo que venía siendo y, obviamente, en el caso argentino hubo algo de inflación internacional; pero la primera diferencia es que la dinámica previa era mucho más alta en el punto de partida, y eso es algo propio. Eso hizo que, a diferencia de los países más estables, se dispararan mecanismos de indexación que le dieron más vida a la inflación”, plantea el economista. Y agrega: “En la Argentina julio tuvo más inflación que marzo, y lejos de estar atenuándose, es como si se extendiera en el tiempo y persistiera más, y eso tiene que ver con la dinámica propia”.
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