Un encuentro fortuito, deseos de vivir nuevas experiencias y un correo electrónico pueden cambiar el destino para siempre. El dueño de esta historia vertiginosa se llama Valentín Markez, tiene 43 años y es contador. "Esta es la Australia de cocodrilo Dundee, la que nadie conoce", cuenta a LA NACION desde Jabiru, en el extremo norte de Australia, donde se encuentra radicado desde hace más de una década.
Markez vivía en Olivos y trabajaba para Repsol YPF, en un puesto al que había accedido tras dos años de entrevistas, y en el que solo estuvo 9 meses. Unas vacaciones de invierno en Salta, en 2002, marcaría la historia de su vida: conoció allí a una colega sudafricana con quien quedó en contactarse al término del viaje.
Un par de años más tarde, recibió de su amiga un email desde Darwin (Australia), en el que le contaba que el estudio en el que trabajaba buscaba auditores con conocimientos de portugués, para atender a clientes de la cercana Timor Oriental. "Nunca había escuchado sobre Darwin, y menos sobre Timor", recuerda Markez sobre aquel momento clave en su vida.
En el instituto de inglés en el que estudiaba, preguntó a una australiana sobre ese ignoto pueblo. "Darwin es una especie de far west australiano", le respondió con el típico prejuicio de quienes no viven en el Territorio Norte.
"Pero como siempre me interesó hacer una experiencia afuera, y oportunidades así no aparecen todos los días, decidí probar suerte", explica. "Con trabajo asegurado y pasaje pago, si no me gustaba, me volvía y listo", evaluó.
Desde el primer correo recibido en septiembre de 2014, todo fue rápido: entrevista en octubre, contrato en noviembre y visa en diciembre. En enero de 2005 ya estaba trabajando en Australia. Si todo funcionaba bien, su novia "Costi" iría tras sus pasos. "A los siete meses ya estábamos juntos en Darwin", cuenta Markez, el mayor de cinco hermanos, de los cuales cuatro viven afuera del país.
Con trabajo asegurado y pasaje pago, si no me gustaba, me volvía y listo
Patrimonio de la humanidad
Durante los primeros seis años en Darwin, pudo cumplir un viejo sueño. "Fascinado desde chico por los reptiles, adopté a un cocodrilo como mascota cuando supe que era legal hacerlo", explica y detalla que el gobierno permite tenerlos hasta que alcancen un tamaño máximo de 60 centímetros.
Afianzados en Australia, tanto desde lo laboral como desde lo social, Valentín y Constanza tuvieron 3 hijas, Malena (8), Sara (6) y Emilia (5). Actualmente viven en Jabiru, un pueblo en el interior del Parque Nacional de Kakadu,-a 250 kilómetros de Darwin- el más grande del país y que fue designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sus habitantes más famosos son los cocodrilos de agua dulce y salada, por lo que no se puede nadar en los ríos de la zona.
El parque nacional fue creado para proteger la naturaleza de la región, ya que allí funciona una mina de producción de uranio, que dio nacimiento al pequeño pueblo de Jabiru. Markez es gerente corporativo del municipio, que tiene 220 empleados y cubre una extensa área que abarca cuatro comunidades aborígenes. A dos de ellas solo se accede en avioneta o barco, mientras que a las dos restantes se puede llegar por tierra cuando no está inundado.
Las comunidades aborígenes no están muy desarrolladas cultural y socialmente. "Muchas políticas del gobierno intentan salvar esas diferencias", explica Markez. Increíblemente, "eran considerados como flora y fauna hasta 1968, cuando pasaron a ser reconocidos como ciudadanos australianos", sostiene. Cada comunidad -conformada por distintos clanes- utiliza uno o varios dialectos y toman el ingles como segundo idioma. Les cuesta la adaptación a la cultura occidental y tienen una limitada expectativa de vida.
Vivir en los 50s
El último censo realizado en 2016, indica que en Jabiru y alrededores viven alrededor de 1100 personas. Se calcula que actualmente sus habitantes son unos 750, producto del "inminente" cierre de la mina de uranio planificado para 2021. "El precio del uranio quedó por el piso después de Fukuyima", explica Markez y agrega que "tomará cinco años la rehabilitación de la zona que dejará atrás el desarrollo minero para enfocarse en el turismo".
"Es como vivir en los años 50, es un pequeño sitio en medio de la nada donde todo el mundo se conoce", destaca Markez. "No existe la inseguridad ni el miedo a que mis hijas estén solas en la calle", aporta su esposa Constanza Buccella, de 39 años, que agrega que los vecinos dejan sus casas abiertas porque no tienen problemas de seguridad.
La vida familiar, rodeada de naturaleza, los ubica en una zona donde se convive con wallabies (canguros pequeños), dingos (perros savajes) y los temibles cocodrilos.
La localización del trabajo de los Markez podría ser la envidia del habitante de cualquier ciudad. Valentín necesita 3 minutos de auto para llegar a su oficina, mientras que Constanza tarda 10 porque su trabajo queda "afuera del pueblo". Buccella es licenciada en ciencia microbiológica y realiza trabajos de investigación sobre medio ambiente vinculados a la producción de uranio.
No existe la inseguridad ni el miedo a que mis hijas estén solas en la calle
El estilo de vida es muy sencillo. A la salida del colegio, en el que se integran con niños aborígenes, las hijas del matrimonio "desaparecen" en sus bicicletas para jugar con amigos hasta que oscurece -alrededor de las 18:30-. "Siempre es fácil saber donde encontrarlas, se la pasan de casa en casa", asegura Buccella. Las chicas pasan todo el día descalzas para poder trepar a los arboles con facilidad y casi no utilizan tecnología.
"Socialmente Darwin y Jabiru son lugares de gente mucho más abierta y amigable que en otras partes. Los fines de semana tenemos alguna reunión con amigos, siempre hay algo para hacer, no tenes tiempo para aburrirte", destaca Buccella. Hay dos pubs donde todos se reúnen a tomar cerveza a la salida del trabajo. "Si necesito alguien que cuide a los chicos siempre encontras ayuda, es como una gran familia", asegura.
Calor y cocodrilos
Otra particularidad de la región es el clima caluroso durante todo el año, donde se alternan las temporadas secas y húmedas. Si hay monzones puede llover durante 3 semanas todos los días y puede haber fuertes ciclones, el promedio de temperaturas es de 30 grados anuales. "Si no te gusta el calor, no es el lugar ideal para vivir", explica Buccella que asegura que solo usan la ropa de invierno cuando regresan a la Argentina.
En Kakadu hay ciertas limitaciones por el peligro que representan los cocodrilos, todo un tema. "Cada vez que las nenas ven agua preguntan si hay cocodrilos", cuenta. "Hasta 1970 su caza estaba permitida, pero luego fue protegido y existe una población que se extiende cada vez más", relata Markez. El cocodrilo de agua salada es grande y agresivo, en cambio los de agua dulce son dóciles. En las playas los controlan y los sacan, pero hay sitios en donde no se puede nadar. Las estadísticas indican que hay uno o dos muertos por año por ataques de cocodrilos.
Igualdad social
"En Australia el CEO de una empresa puede ganar 4 o 5 veces más que un empleado raso. Hay una igualdad social muy importante", explica Markez. En su opinión "la Argentina padece una desigualdad muy grande que genera falta de oportunidades".
Los Markez aseguran que en Australia "podes vivir bien atendiendo un bar", y calculan que "el sueldo promedio anual es de entre 50 y 60 mil dólares". Destacan que "en la Argentina hay chicos que ni trabajan ni estudian, mientras que acá a los 18 años, un joven puede estudiar, conseguir trabajo y alquilar o comprar algo donde vivir. Es más fácil independizarse". Explican que hay cosas más sencillas en Australia como "vender o comprar un auto, abrir una cuenta bancaria o sacar un crédito".
La flexibilidad laboral es otra de las ventajas de vivir en Australia. La familia completa pasará cinco meses en la Argentina en setiembre. "Quisimos que las chicas fueran al colegio allá para aprender bien el español y pudimos organizar todo en el trabajo", aseguran ambos.
Aunque no saben que puede pasar en el futuro, por el momento no piensan en volver al país. "Excepto por la familia y los amigos, no extrañamos mucho. Estamos australianizados", afirma Buccella cuya "adaptación de la chocotorta" es un éxito en su oficina. Entre los productos imprescindibles que piden a sus padres cuando viajan a visitarlos se cuentan las Vauquitas, el Fernet y el Campari. "Es lo único que pedimos", asegura Buccella. Por ultimo mencionan "ir a un bar a tomar una cerveza con amigos y poder conversar". En Australia "se toma cerveza con música fuerte, pero en Argentina podes conversar".
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