El enorme éxito de Kodak y su masividad dejaron de serlo cuando no pudieron adaptarse a la nueva era tecnológica, aún con recursos para hacerlo
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George Eastman jamás imaginó el éxito que tendría la empresa que acababa de crear: su mayor obsesión era hacer la fotografía accesible a las masas y fue así que fundó Kodak, una compañía que se transformaría en sinónimo de foto y se erigiría como líder del mercado mundial, pero que, estando en la cresta de la ola, se derrumbaría por no subirse a tiempo a la nueva tecnología digital, que, paradójicamente se había desarrollado en su laboratorio.
Para conocer los orígenes de Kodak, hay que remontarse a 1888 y situarse en Rochester, en el noroeste del estado de Nueva York, en los Estados Unidos. En ese año y en ese lugar, Eastman fundó esta nueva empresa, sobre las cenizas de la Eastman Dry Plate Kodak Company, una compañía dedicada a la fabricación de placas fotográficas.
El nombre Kodak, que no tiene significado alguno y se cree originada en el balbuceo de algún niño, fue elegido porque resulta de fácil pronunciación en todos los idiomas y porque además la letra “K” era la preferida de su fundador.
Mientras el foco de los fabricantes estaba en las cámaras, Eastman vio que había algo que todos necesitaban y pocos hacían: las películas. Le esperaba un prometedor futuro como banquero, sin embargo, decidió renunciar a su trabajo para dedicarse con todo a su pasión: hacer que la fotografía fuera accesible a las masas.
Tal como se señala en un artículo del diario español ABC, en 1900, Eastman, a quien hoy se considera el Steve Jobs de su tiempo, obsequió a sus clientes con la primera cámara portátil apta para simples aficionados, un aparato que revolucionaría la forma de ver el mundo.
Kodak pronto empezó a fabricar además de sus rollos aparatos de fotografía. Con su modo de producción y la sencillez de sus cámaras, puso el mundo de la fotografía amateur al alcance de las masas en los Estados Unidos. Tuvo enseguida un gran éxito comercial y no tardó mucho en acuñar su famosa frase publicitaria: “Usted apriete el botón, nosotros hacemos el resto”.
En 1891 desarrolló la primera cámara Kodak con rollo intercambiable, permitiendo el cambio incluso a la luz del día. A partir de ese momento lanzó una innovación tras otra y poco a poco, comenzó a tener sedes en todo el mundo.
En el siglo XX se convirtió en líder absoluta al lanzar en cada década una tecnología diferente. Uno de sus mayores hitos fue la serie Instamatic, entre 1963 y 1970, de la que se vendieron más de 50 millones. La innovación de la cámara era que la película venía protegida en un cassette y se transportaba automáticamente al insertarlo en la cámara. Esta máquina con su sistema tuvo una increíble aceptación en el fotógrafo amateur, por eso se vendió como pan caliente.
El negocio de Kodak se basó principalmente en la venta de rollos y suministros para imprimir las fotografías. Vendían sus cámaras a precios muy bajos, obteniendo márgenes mínimos, pero luego ganaban dinero cuando la gente tomaba e imprimía las fotos. Esta estrategia la volvió imbatible, algo que la hizo llegar esplendorosa a inicios de la década de los noventa.
Aquella pequeña empresa de Rochester, era ahora un monstruo con más de 140.000 empleados, se había convertido en sinónimo de fotografía y facturaba millones de dólares por año. Estaba en su mejor momento. Pero... siempre hay un pincelazo que lo arruina todo.
El monstruo se durmió en los laureles. Aunque fue un ingeniero propio el que desarrolló la tecnología que daría vida a la era de la cámara digital, Kodak decidió no enfocar su estrategia hacia ese producto por temor a que le canibalizara su tradicional negocio. Cuando las cámaras digitales explotaron en el mundo entero y sus directivos se dieron cuenta del grave error que habían cometido al darle la espalda, ya era demasiado tarde.
Kodak intentó subirse al tren de los productos digitales, pero nunca pudo adaptarse al nuevo fenómeno, lo aventajaron competidores mucho más ágiles y el derrumbe de las ventas de sus productos propios fue tan grande que en 2012 se declaró en bancarrota. Si bien hoy la marca sigue viva con otros negocios, la historia de éxito de la empresa que se había convertido en sinónimo de fotografía llegó a su fin.
Como se señala en el sitio El Confidencial, el caso de Kodak suele estudiarse continuamente como el de una empresa que dominó el mercado durante cien años y que, sin embargo, no supo adaptarse a los cambios del siglo XXI. “El verdadero error fue realmente la mala dirección. La idea de centrarse únicamente en un producto y poner todos los recursos en la producción de cámaras que iban realmente a un fondo perdido y roto. Esto se debe simplemente a un miedo natural a perder a los compradores de toda la vida, entrando en mercados desconocidos”, se concluye.
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