¿La IA está engordando demasiado a las gigantes tecnológicas?
Los temores previos resultaron exagerados, pero éste tal vez no lo sea
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Cuando ChatGPT tomó el mundo por asalto en noviembre de 2022, la que se llevó todo el reconocimiento y la atención del mundo de los negocios fue OpenAI, la startup que lo había desarrollado. Pero como suele suceder, las grandes tecnológicas ya se pusieron a tono y están sacando ventaja. Nvidia, la fabricante de chips aceleradores de IA que son el corazón de la inteligencia artificial generativa (IAG), hoy se bate a duelo con Microsoft, gigante tecnológica de larga data, por el puesto de empresa más valiosa del mundo. Al igual que Microsoft, Nvdia está invirtiendo en un diverso ecosistema de startups con las que espera reforzar su liderazgo. Como era previsible debido al fuerte sesgo que tienen los organismos de control contra el excesivo poder e influencia de las grandes tecnológicas, ambas firmas hoy están a la cabeza de la lista de vigilancia de las agencias antimonopolio.
A no desesperar. Es posible que en los últimos años las agencias antimonopolio se hayan extralimitado en sus intentos de reducir el tamaño de las grandes empresas. Sin embargo, también es cierto que durante años las gigantes tecnológicas de Silicon Valley han mostrado la tendencia igualmente criticable de pavonearse como dueño de casa en los dominios digitales. Lo que llama la atención es la velocidad con la que están actuando los organismos antimonopolio. Históricamente, este tipo de investigaciones suelen ser laberínticas y bizantinas: tuvieron que pasar 40 años para que la Corte Suprema de Estados Unidos le ordenara a la gran empresa química norteamericana DuPont que se desprendiera de su participación anticompetitiva en General Motors, papeles que empezó a adquirir en 1917, cuando la GM era una incipiente automotriz. Y la Comisión Federal de Comercio (FTC), una agencia antimonopolio del gobierno norteamericano, sigue batallando en los tribunales con Meta, gigante de las redes sociales, para deshacer la compra de Instagram y WhatsApp que hizo Facebook hace 12 y 10 años respectivamente.
Hoy, en vez de esperar hasta que los acuerdos están cerrados y los mercados se han acomodado, los organismos antimonopolio eligen actuar con celeridad y romper lo que haya que romper.
En líneas generales, la preocupación de las autoridades se centra en dos aspectos. En primer lugar, les preocupa que las empresas más grandes del mundo estén tratando de vincular sus negocios con sus productos de un modo que atenta contra la competencia. Y lo segundo tiene que ver con el control: ¿las grandes inversiones en IAG son adquisiciones encubiertas destinadas a eludir el control antimonopolio? Nvidia está bajo la lupa por la primera de esas sospechas, sobre de parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que al parecer está investigando si la firma no obliga a los usuarios de sus unidades de procesamiento de gráficos (GPUs) a usar el software de la misma empresa, y si la escasez de GPUs es resultado de una conducta anticompetitiva. Nvidia no quiso hacer comentarios para esta nota.
La lupa puesta sobre Microsoft se centra más en la segunda de esas acusaciones. La Comisión Federal de Comercio ha lanzado una investigación de mercado sobre la inversión de 13.000 millones de dólares que hizo Microsoft en OpenAI y que le otorga una participación del 49% de las ganancias de la startup. También está investigando la contratación que hizo Microsoft en marzo de casi todo el personal de Inflection, un rival de OpenAI. (La contratación más importante fue la de Mustafa Suleyman, cofundador de Inflection, que integra la junta directiva de la empresa matriz de The Economist). Microsoft también se negó a hacer comentarios. La Comisión Federal de Comercio también tiene en la mira a otras grandes empresas tecnológicas: está analizando las inversiones de Alphabet y Amazon en Anthropic, otro desarrollador de modelos de lenguaje grande (LLM, por su sigla en inglés).
Como era previsible, en Estados Unidos existe muy poca información pública sobre estas investigaciones antimonopolio. Sin embargo, la Autoridad de Competencia y Mercados de Gran Bretaña, un organismo regulador del gobierno británico que también está investigando los dos acuerdos de Microsoft, publicó recientemente un estudio de los LLMs que expresa las mismas preocupaciones. Y la mayor de esas preocupaciones, según ese análisis, es el potencial papel que tienen unos pocos gigantes tecnológicos para moldear el mercado de manera anticompetitiva. Según el informe, desde 2009 las empresas Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft y Nvidia han sellado más de 90 asociaciones con empresas desarrolladoras de LLMs, principalmente mediante la adquisición de participaciones minoritarias. La preocupación del organismo británico es que gracias a esa participación accionaria las gigantes tecnológicas tengan poder e influencia sobre los desarrolladores de LLMs mediante el suministro de insumos críticos, como potencia informática y datos, y que controlen su acceso a los consumidores a través de sus plataformas. También señala que algunos de los acuerdos pueden haber sido pergeñados para evitar que fuesen investigados como fusiones.
En Estados Unidos, la preocupación del gobierno es parecida, pero los organismos antimonopolio no sólo le apuntan a los LLMs y tienen puestos los ojos en todo el asunto de la IAG, desde los GPUs hasta las aplicaciones de consumo. La investigación de la Comisión Federal de Comercio sobre el acuerdo de Microsoft con Inflection es un ejemplo de otro tipo. La agencia está evaluando si cuando contrató a la mayoría de los empleados de Inflection y pagó por una licencia no exclusiva para usar su tecnología, la compañía de Bill Gates no debería haber presentado la documentación de una fusión. En otras palabras, sospecha que fue una adquisición encubierta pensada para evitar que fuese revisada por los entes antimonopolio. Para Microsoft no fue una adquisición en absoluto. Lo que quedó de Inflection sigue siendo una empresa independiente.
Es un terreno complicado y traicionero. El desarrollo de LLMs es de capital intensivo, como la extracción de petróleo. Los requisitos de potencia informática, bases de información digital y experiencia humana son tan grandes que es lógico que los desarrolladores de LLMs recurran a las gigantes tecnológicas en busca de apoyo. Las grandes empresas tecnológicas tienen suficiente billetera, datos e infraestructura en la nube como para poder ayudar, además del sello de aprobación que les garantiza su nombre. A su vez, es difícil afirmar que alguna de las grandes tecnológicas tenga el control exclusivo de una startup de IAG cuando hay tanto poliamor dando vueltas. Satya Nadella, CEO de Microsoft, dijo una vez con respecto a OpenAI que su empresa estaba “debajo de ellos, por encima de ellos, y alrededor de ellos”, una declaración que sonaba sospechosamente a monogamia. Hace poco, cuando OpenAI anunció su asociación con Apple, rival de Microsoft, Nadella se sintió traicionado.
El otro tipo de competencia
Y también es un terreno duro en términos políticos. Si los organismos de control norteamericanos son demasiado duros, los halcones contra China los acusarán de estar ahogando la innovación en Estados Unidos y de favorecer a su rival estratégico. Sin embargo, por lo menos hay margen para hacer ligeros toques. La IAG causará una gran turbulencia tecnológica, aunque todavía no queda claro cómo será. Si dejamos que quienes hoy tienen el mando se manejen como quieren, seguramente usarán su poder imperial para torcer ese cambio a su favor. Los entes reguladores tienen el deber de impedir que aplasten toda posibilidad de competencia. Así que está bien que avancen con celeridad. Lo único que les pedimos es que no rompan todo.
Traducción de Jaime Arrambide
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