La hiperinflación de 46.406.719 por ciento anual
Es un número: 46.406.719 por ciento anual. Esta fue la hiperinflación del último mes de la gestión de Raúl Alfonsín, quien fue el primer presidente de la nueva democracia de los argentinos de 1983 y hasta ahora no ha habido, por suerte, ninguna expresión de las fuerzas armadas que quisiera cambiar el poder, como le pasó a Hipólito Yrigoyen en 1930. Aunque sí hubo algunos intentos fallidos de coroneles y otros miembros de las fuerzas armadas para cambiar el gobierno del propio presidente radical, del cual salió muy airoso. Por esto nos hemos sentido orgullosos de este presidente del país.
Raúl Alfonsín tenía que entregar el poder a su sucesor Carlos Menem, en diciembre de 1989, pero lo tuvo que realizar el 10 de julio de ese año, ante la situación social y económica que se precipitó y lo obligó a dejar el gobierno seis meses antes de lo que indicaba la Constitución.
La inflación que dejó Raúl Alfonsín en julio de 1989 fue de 196,63 % en el mes, o sea, que el índice de julio de 1989 dividido por el índice de junio de ese año fue de 2,9663 veces, casi el triple en un solo mes. Este fue el verdadero valor inflacionario, aunque nunca se anunció de esta forma tan brutal en los medios gráficos, radiales o televisivos, sobre todo su equivalente anual que estuvo cerca de 50 millones por ciento.
¿Cómo se puede calcular exactamente este equivalente anual de esa inflación mensual?
Aquí necesitamos la fórmula del interés compuesto, que es la siguiente:
P= (1+i)*n. 100
P= índice de inflación equivalente anual, i es la tasa por uno, para hacerla se divide la tasa mensual por 100, *n es el número de periodos que son 12 y el signo * indica potencia. A todo el resultado se lo multiplica "." por 100 para llevarlo a base equivalente anual.
Después de hacer el cálculo varias veces, el número que arrojó fue el de:
Inflación equivalente anual de julio de 1989= 46.406.719 %.
No me sentí convencido del enorme resultado que arrojaba la hiper, así que consulté con varios economistas con formación matemática, quienes también hicieron el cálculo y les dio el mismo resultado.
Nosotros habíamos estimado el necesario incremento de todas las variables macro y micro económicas, que ahora en nuestro modelo son 3100 variables y en aquel momento eran unas 350 contando todas las ecuaciones. En la diversas corridas del modelo matemático de solución simultánea, siguiendo la teoría de las políticas de shock de soluciones de la hiperinflación, incluimos un tipo de cambio fijo elevado, que no resultó tan "requetecontra alto" como había dicho Guido Di Tella, los niveles salariales que se requerían para solventar el consumo y las demás variables macroeconómicas consistentes.
Pero ¿qué pasó? Los sindicalistas, después de unos meses, quizá con el apoyo de Jorge Triaca, que era Ministro de Trabajo, pidieron un 40 % de aumento salarial para todos los trabajadores. Les dijimos que no, que eso no era posible, e incluso hablé con el presidente Carlos Menem hacia fines de noviembre de 1989. Me dijo que el sindicalismo lo había ayudado y él tenía una deuda, sobre todo con Luis Barrionuevo, del gremio de Gastronómicos y que no tenía más remedio que acceder al aumento de salarios. Le expliqué que eso podía llevarnos a una nueva reacción hiperinflacionaria, pero no obtuve la respuesta deseada.
El mismo Jorge Triaca organizó un desayuno con unos 40 sindicalistas, "los número uno" de cada sindicato. Fue a la reunión también, aunque apenas unos minutos, el Ministro de Economía, Néstor Rapanelli, pero se tenía que ir para otra reunión.
Después que expuse lo que habíamos hecho, explicando el cálculo de salarios y como había quedado éste para los trabajadores, que para mí estaba bien, ese resultado no les pareció bien a los gremialistas, que estaban en contra. Varios sindicalistas se vinieron hacia mí en forma directa, física, y por suerte la mujer de Triaca calmó los ánimos, mientras yo les decía: "Vengan de a uno, no todos juntos, que así yo los podría pelear". Ella pidió que hiciéramos una espera mientras recuperábamos el ánimo, que yo lo había perdido, lo digo ahora con vergüenza, pero me estaba defendiendo de la eventual segunda hiperinflación.
En definitiva, se aplicó el terrible aumento salarial a la salida de una hiperinflación en la que estaba todo milimétricamente calculado, pero no hubo caso de convencer a este grupo social de sindicalistas. Así que me di por perdido y tuve que aceptar este reajuste de salarios del 40 por ciento.
Recordemos que en aquella época el primer ajuste de todos los salarios, ya sean púbicos o privados, iba para el sindicato correspondiente, así que los gremios sabían que recibirían este impresionante monto de dinero, igual al 40 % de todos los salarios. Quizá con la hiper de julio, ese monto se licuó bastante, pero igual se recibió. Aquí hay que recordar que los sueldos de julio de 1989, hasta los mensuales, se pagaron por semana, para evitar un shock en la demanda y quizá por esto fue poco o casi nada lo recibido por los gremios. Este 40 % que iban a recibir ahora, con una inflación bajísima, era su oportunidad. Esto los convenció más que mis propios argumentos, que eran en defensa del país.
Por supuesto había muchos otros errores del modelo y de la falta de previsión de todo lo que hay que anticipar que, con el apuro del adelanto de transferencia del poder, no se pudieron hacer, pero fue el factor del incremento de salarios lo que nos decidió a renunciar al Ministerio a los pocos días, pues vimos que los intereses particulares privaban sobre el interés general.
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