La guerra en Ucrania y su impacto en la agricultura, ¿qué rol puede tener la Argentina?
Ucrania es un importante productor de alimentos, parte de los cuales exporta. ¿Y si, como consecuencia de la invasión rusa, la próxima cosecha cayera a… ¡cero!? La Argentina es un importante productor de alimentos, parte de los cuales exporta. A raíz de la reducción de la oferta ucraniana, ¿qué ocurrirá en nuestro país con la producción, la demanda interna y las exportaciones? ¿Debe el Estado intervenir, dado el impacto que lo que está ocurriendo en Ucrania tendrá sobre la economía argentina?
Sobre estas preguntas conversé con el polaco Yair Mundlak (1927-2015), quien migró a Israel antes de la independencia de ese país. En la guerra de 1948 integró un pelotón liberado por Isaac Rabin. Enseñó en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Harvard y en la Universidad de Chicago. Lo que más le interesó fue entender y cuantificar el funcionamiento del sector agropecuario. Volcó sus conocimientos en Agricultura y crecimiento económico. Teoría y medición, publicado en 2000.
–A fines de la década de 1980, en colaboración con Domingo Felipe Cavallo y Roberto Domenech, usted cuantificó una importante hipótesis de historia contrafáctica.
–Formulada por Carlos Federico Díaz Alejandro, en Ensayos sobre la historia económica de la República Argentina, que él publicó en 1970. En sus palabras: “Si entre 1943 y 1955 se le hubiera prestado más atención a la producción de bienes exportables, esto hubiera generado más y no menos industrialización, como sugieren los ejemplos de Canadá y Australia”.
–¿Es cierto?
–Como se sabe, todo ejercicio de historia contrafáctica debe ser tomado con pinzas, pero en este caso los resultados son robustos. Extendimos el período de análisis a 1913-1984, concluyendo que, si durante el referido lapso la Argentina no hubiera establecido sesgos antiexportadores, el PBI agropecuario hubiera subido 9% más de lo que aumentó; el no agropecuario, 174%, y el total, 46%. Cifras nada despreciables, por cierto.
–Me sorprende la enorme diferencia entre sectores.
–Estimamos un escenario, pero un análisis más completo generaría un conjunto de diferentes resultados sectoriales, aunque difícilmente contrariando el mensaje básico: la Argentina, en el pasado, pagó altos precios en términos de menor crecimiento, por la forma en la que los gobiernos “metieron la mano” en la asignación de los recursos.
–¿Qué implicancias tiene el desastre que está sufriendo Ucrania, sobre el sector agropecuario de la Argentina?
–Antes de meternos en esta cuestión, y dado que se está hablando de “hambruna”, corresponde citar la tragedia que Amartya Sen vivió de chico y estudió de grande.
–Lo escucho.
–Cuando Sen tenía 8 años, en Bengala se generó una hambruna, en la que murieron entre 2 y 3 millones de seres humanos, la mayoría pobres. Cuando de grande analizó el caso, encontró que en 1941 no había fracasado la cosecha. ¿Por qué la hambruna, si no había disminuido la oferta? Porque aumentó la demanda. En plena II Guerra Mundial el gobierno compró buena parte de la cosecha, para alimentar a los soldados.
–¿A dónde va con esto?
–A que las cuestiones distributivas no pueden ser ignoradas. Lo cual no quiere decir que sean las únicas que importan, pero sí que –como casi siempre– se plantea un conflicto de política económica.
–Exageremos. La oferta ucraniana de bienes exportables se reduce a cero, porque no se puede cultivar, los caminos y los puertos están inutilizados, etcétera. Quienes compraban alimentos en Ucrania no se van a morir de hambre, sino que buscarán adquirirlos en otros países, por ejemplo en la Argentina. ¿Qué debe el Gobierno hacer al respecto?
–Dejame, Juan Carlos, plantear un par de posiciones extremas. La primera dice que la Argentina solo debe exportar lo que le sobra, entendiendo por tal, que los argentinos puedan seguir comprando la cantidad de pan, pastas y bifes de chorizo que compraban antes del conflicto. Es lo que ustedes denominan “defender la mesa de los argentinos”.
–¿Y la otra posición extrema?
–Sostiene que los productores de granos y carnes son los propietarios de los bienes que producen y, por consiguiente, tienen que poder venderlos a quienes les plazca. Lo cual, en ausencia de consideraciones “nacionalistas”, quiere decir poder venderlos al mejor postor. Esto, a la luz del retiro de Ucrania de la oferta mundial de alimentos, implica el aumento del precio de esos productos en la Argentina, la suma de la producción (si no aumentan las retenciones a la exportación), el aumento de las exportaciones y la reducción del consumo interno.
–Flor de problema.
–Calma, porque afortunadamente la realidad no solamente se compone de posiciones extremas. A los partidarios de exportar solo lo que nos sobra (¿a qué precio nos sobra?) hay que decirles que la Argentina importa combustibles, cuyo precio internacional también aumentó. Por lo cual, además de preocuparse por “la mesa de los argentinos”, deberían preocuparse por “la calefacción y la cocción de las comidas de los argentinos”, además de asegurar divisas para que las fábricas que usan insumos importados puedan seguir operando. Mientras que a los partidarios de vender al mejor postor, a lo que venga, hay que decirles que, guardando las distancias, la Argentina 2022 se puede parecer a Bengala 1941.
–¿Y entonces?
–Que hay que alejarse de las posiciones extremas, muy atractivas para impresionar a amigos y parientes, pero poco útiles para diagnosticar correctamente y actuar en consecuencia. Esto último implica, en la feliz expresión de Jorge Roberto Hernán Lacunza, que el cirujano tiene que operar con un bisturí, no con un hacha.
–¿Qué quiere decir?
–Que expertos en la producción y la comercialización de productos agropecuarios tienen que determinar qué productos faltarán a raíz de lo que está ocurriendo en Ucrania, de cuánto será el faltante, qué importancia tiene Ucrania en el mercado mundial de esos productos, cuáles serán los mercados alternativos que buscarán los demandantes para abastecerse, qué relación existe entre el referido faltante, y la producción y exportación argentinas, de cada uno de esos productos, etcétera.
–Yair, no podés ignorar que, más allá de la opinión de los expertos, a partir de 2008 existe una cuestión “personal” entre el campo y las autoridades, salvo durante la presidencia de Mauricio Macri.
–Imposible ignorarlo, y no tengo nada que agregar al respecto. Pero me permito enfatizar que si la pura política domina por completo la toma de decisiones pública, en este caso se pueden cometer enormes errores. Que en el caso de la escasez y el precio de los alimentos, no solamente generan problemas económicos, sino también explosiones sociales. Y ustedes ya tienen suficientes problemas como para, encima, arriesgar la aparición de nuevos.
–Estimadísimo e inolvidable Yair, muchas gracias.
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