Nacido en el año del Dragón, aquel hijo de inmigrantes chinos radicados en San Francisco, parecía un predestinado para convertirse algún día en esa figura mitológica. Y así fue: Bruce Lee, que de él se trata, se erigió como el mayor ícono en la historia de las artes marciales y como su gran difusor desde el cine, pero, cuando estaba en la cúspide del éxito fue sorprendido por una muerte tan repentina como misteriosa.
Su historia comienza el 27 de noviembre de 1940, en el hospital Jackson Street, enclavado en el Barrio Chino de San Francisco, Estados Unidos. Hijo de un padre actor, que integraba la Ópera China Cantonesa, y de una madre de ascendencia chino-alemana, fue bautizado como Lee Jun-Fan.
Cuando Bruce Lee, como se lo llamó siempre, tenía solo tres meses, sus padres regresaron a Hong Kong con él, así que ese sería su lugar de residencia hasta sus 18 años. A los seis años, según se cuenta en el diario español La Vanguardia, entró en el mundo del celuloide de manera profesional con Birth of Mankind (El nacimiento de la humanidad), en el que dejó patente su carisma y personalidad.
"Bruce era un niño muy inquieto y muy expresivo (en algunas escenas ya mostraba su gesto característico de tocarse la nariz con los dedos). Posteriormente rodó otras trece películas con su nombre artístico, Li Shiu Loong (Pequeño Dragón), que le orientarían al estrellato", se cuenta en el artículo de La Vanguardia, publicado un día antes del que hubiera sido el cumpleaños 75 de Lee.
A los 13 años ya se había convertido en un revoltoso peleador callejero. Un día, al regresar del colegio fue atacado por una pandilla, pero gracias a su extraordinaria agilidad, logró salir airoso. Al enterarse del altercado, su padre le enseñó los rudimentos del Tai Chi Chuan, como método de defensa, pero también como un modo de apartarlo de la violencia.
Pero Bruce consideró al Tai Chi Chuan como una disciplina demasiado lenta y complicada, por lo que decidió estudiar otro arte marcial. Así fue cómo cayó en las manos de Yip Man, un gran maestro de artes marciales que llegó a ser como su segundo padre y que le enseñó las bases de lo que él luego desarrollaría como nadie.
Muy pronto, Bruce se destacó como un prodigio de las artes marciales, sin descuidar sus habilidades como actor y como bailarín. A los 18 años, con solo US$100 en el bolsillo, viajó en un barco a vapor a San Francisco, su ciudad natal. No estuvo mucho ahí, porque se mudó a Seattle, donde trabajó en un restaurante de un amigo y completó sus estudios secundarios.
Ya en la universidad, se especializó en filosofía y comenzó a relacionar los principios filosóficos con las artes marciales. Sobre la base de lo aprendido con sus experiencias en las disciplinas de boxeo, esgrima occidental, judo y tangsudo, entre otras, creó su propio sistema de entrenamiento: el Jun Fan Gung-Fu. No tardó mucho en abrir su propia escuela, lo que le permitió ganar dinero, mudarse a Oakland y abrir una segunda escuela ahí.
En 1964, fue invitado por el fundador del Kenpo Karate, Ed Parker, a una demostración en el Primer Torneo Internacional de Karate, que se celebraría en Long Beach, California, para dar una demostración en el Primer Torneo Internacional de Karate. Su actuación fue deslumbrante y a partir de ahí su nombre empezó a sonar cada vez con mayor fuerza.
Su fama como experto en artes marciales le entreabrió las puertas de Hollywood, aunque la meca del cine nunca se la hizo fácil, debido a sus prejuicios raciales. Así y todo, Bruce Lee se las arregló para lograr participaciones en películas y series (fue el famoso Kato del primer Avispón verde). Al mismo tiempo, daba clases particulares de Gung-Fu a grandes estrellas, como Steve McQueen y Kareem Abdul Jabbar, entre otros.
En 1970, viajó a Hong Kong y allí fue tentado por un productor de cine local para hacer dos películas. Él se dijo que si no podía entrar por la puerta lateral en Hollywood, se establecería en Hong Kong, triunfaría y entraría por la puerta grande en la meca del cine estadounidense.
Tal como remarca La Vanguardia, el año 1971 fue clave en la vida de Lee. Como la meca del cine parecía darle la espalda, optó por regresar a Hong Kong, donde fue recibido por multitud de fans. Finalmente, hizo tres películas: El gran jefe, Conexión china y El furor del dragón, las dos primeras dirigidas por Lo Wei y la última por él mismo.
Esos tres films fueron un éxito rotundo y batieron récords históricos de taquilla, por lo que el sueño de Bruce Lee se hizo realidad: fue contratado para protagonizar una coproducción entre Hong Kong y los Estados Unidos, llamada Operación Dragón. "La película se rodó a comienzos de 1973 y convirtió al ´pequeño dragón´ en un verdadero fenómeno de masas. Por aquel entonces el actor estaba muy en forma y trabajaba realmente duro para perfeccionar sus habilidades", se enfatiza en La Vanguardia.
Estaba en la cumbre como actor, pero, además, gracias a lo que hacía en el cine, se había convertido en el mayor difusor de las artes marciales en el mundo. Aquel chico que había crecido peleando en las calles de Hong Kong era ahora una celebridad mundial, brillaba en la pantalla grande y se erigía como un ícono de las artes marciales. Estaba en su mejor momento, tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
El 20 de julio de 1973, dos meses después del estreno de Operación Dragón, Bruce tuvo un intenso dolor de cabeza y se tomó un analgésico llamado Equagesic. Después de tomar esa pastilla, se acostó y entró en coma. Pensaron que estaba dormido, pero había muerto.
Para conocer la causa de su repentina muerte, se hizo una investigación forense de nueve días con el testimonio de reconocidos patólogos de todo el mundo: la conclusión a la que llegaron los expertos fue que Bruce Lee había tenido una reacción hipersensible a un ingrediente en la medicación y que eso había inflamado su cerebro causándole la muerte.
Según se refiere en un artículo del diario español El País, titulado "El misterio sobre la muerte de Bruce Lee sigue vivo", su autopsia fue probablemente la más rebatida de la cultura popular. "La primera y más explosiva estrella de las artes marciales vivió como un mito y trascendió como una leyenda, de modo que el mundo parece incapaz de aceptar que muriese como un hombre corriente", se escribe en esa publicación.
En la nota de El País se narra que se ha culpado a la mafia china, a la mafia italiana, al consumo de drogas, a maestros de kung-fu celosos y hasta a una maldición familiar que ha seguido persiguiendo hasta la tumba a sus descendientes. De hecho, su hijo, el actor Brandon Lee, murió con 28 años en un extraño episodio cuando rodaba El cuervo.
Tal vez, las dudas no se disipen nunca, pero de lo que sí se puede tener certeza es de que este hombre, nacido en un hospital del Barrio Chino de San Francisco, muerto cuando solo tenía 32 años y conocido en el mundo entero como Bruce Lee, es la mayor leyenda en la historia de las artes marciales.
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