La funcionaria involucrada en el escándalo y el despido de Claver-Carone ya no trabaja en el BID
“Jessica Bedoya ya no trabaja para el Banco Interamericano de Desarrollo”, indicó un vocero del BID, quien evitó dar precisiones sobre su salida del organismo
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WASHINGTON.- Jessica Bedoya, la funcionaria del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) involucrada en el escándalo que terminó con el despido de Mauricio Claver-Carone de la presidencia del organismo, dejó de trabajar para el banco, confirmó un portavoz del BID a LA NACION.
“Jessica Bedoya ya no trabaja para el Banco Interamericano de Desarrollo. No podemos dar comentarios adicionales sobre temas relacionados con recursos humanos”, indicó un vocero del BID.
El BID anunció internamente a principios de este año que Bedoya había dejado el banco a fines de 2022, unos días después de que Ilan Goldfajn asumió la presidencia. El vocero del BID evitó brindar detalles del fin del vínculo laboral de Bedoya con el organismo multilateral, incluido si había renunciado o había sido despedida, o si hubo un acuerdo entre las partes para poner fin a la relación laboral que, por ejemplo, incluyera el pago de una indemnización a Bedoya.
De enorme influencia en el BID durante la gestión de Claver-Carone, Bedoya cobró notoriedad en abril del año anterior, cuando una denuncia anónima que llegó al directorio del BID indicó que mantenía una relación amorosa con Claver-Carone. La denuncia disparó una investigación independiente de la firma Davis Polk que terminó en un informe explosivo y el despido de Claver-Carone de la presidencia del organismo. Un vocero del Departamento del Tesoro dijo que la investigación fue “exhaustiva, independiente y creíble”, y encontró “conductas indebidas” que violaron los principios y valores del BID.
Además de encontrar indicios que respaldaban la existencia de una relación entre Claver-Carone y Bedoya, el informe de Davis Polk, cuyo contenido se filtró a la prensa, reveló que Bedoya cobraba US$420.000 al año, uno de los salarios más altos del banco, y había recibido dos aumentos en su salario ordenados por Claver-Carone que superaban el 40 por ciento. Además, el informe había señalado que Claver-Carone se había negado a cooperar plenamente con la investigación.
“La negativa del presidente Claver-Carone a cooperar plenamente con la investigación y su creación de un clima de miedo a las represalias entre el personal y los países prestatarios ha perdido la confianza del personal y los accionistas del Banco y requiere un cambio de liderazgo”, había dicho en su momento el Tesoro.
El BID resolvió rápidamente el despido de Claver-Carone, pero Bedoya continuó vinculada al banco. El misterio por su situación laboral y los aumentos de sueldo que recibió durante la gestión de Claver-Carone habían generado un fuerte malestar en el staff del banco.
La bronca del staff del BID saltó en octubre del año anterior, durante un foro virtual convocado por la administración durante la transición con la idea de dar detalles y responder inquietudes sobre y la elección del nuevo presidente. El encuentro, comúnmente llamado townhall –una práctica habitual en organismos, empresas, y también en la política–, ofrece un espacio para un ida y vuelta entre los empleados y la cúpula del banco. Pero lejos de tocar la transición, las preguntas, la gran mayoría anónimas, giraron rápidamente hacia el escándalo que terminó con la partida de Claver-Carone, y destaparon fuertes reclamos por el manejo del banco y las condiciones laborales. Varias preguntas giraron en torno a Bedoya, si seguía trabajando para el banco, y por qué había recibido un aumento de salario tan elevado cuando la mayoría del staff apenas había recibido una módica mejora por inflación.
Aun con todas las evidencias halladas por el informe de Davis Polk y las fuentes del BID que conocían sobre la relación, Claver-Carone siempre negó las acusaciones en su contra y la relación con Bedoya, acusó al banco de difamarlo, de sostener una corrupción “institucionalizada”, y amenazó con iniciar una demanda por su despido, que atribuyó a una conspiración política del gobierno de Biden junto con países de la región, entre ellos, la Argentina. Y justificó los aumentos salariales que otorgó en la igualdad de género y en que el equipo ejecutivo cobraba menos que sus predecesores.
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