La foto que molestó a Cristina Kirchner y Mauricio Macri vuelve al centro de la escena empresaria argentina
Son los mismos, pero más cansados. Los protagonistas de hoy, dos años atrás. Por motivos distintos, esas fotos molestaron tanto a Mauricio Macri, todavía presidente, como a Cristina Kirchner. Era 11 de septiembre de 2019, el Frente de Todos acababa de arrasar en las primarias, y Alberto Fernández celebraba en Tucumán con empresarios los 50 años de la Unión Industrial de la provincia. El anfitrión, el gobernador Juan Manzur, había organizado una jornada completa que incluía desde un acto en la Asociación de Trabajadores de la Salud (ATSA), con Héctor Daer, hasta una comida de cierre en el Sheraton, cuya sociedad incluye a Gustavo Cinosi, de buena relación con Carlos Zannini. Todo, del principio al final, en tono proselitista y a un mes y medio para las elecciones generales.
A los macristas los exasperó. Interpretaron que el viaje de los dirigentes fabriles, y en especial de Miguel Acevedo, que encabezaba la Unión Industrial Argentina, era una sobreactuación apresurada para acercarse a quien daban como ganador en las presidenciales. “A Miguel se lo facturaron”, recuerdan todavía en la central de Avenida de Mayo. Peor lo tomó Cristina Kirchner: ese día, en la sede de ATSA, Manzur dio un discurso que lo enemistaría durante mucho tiempo con la expresidenta. “El único partido que puede poner de pie a la Argentina para salir de esta tragedia es el peronismo. Y el movimiento tiene jefe, tiene conducción y se llama Alberto Fernández. Hoy quien conduce es nuestro candidato. Acá estamos todos a la par suya”, dijo.
Pasaron meses de pandemia, muertos, caídas en la actividad, inflación, emisión monetaria, una tenue recuperación todavía incierta, y el elenco sigue obligado a reencontrarse. Ayer, en su reunión habitual de los martes, la UIA revisó sus invitaciones para la próxima conferencia industrial, que se hará entre el 1 y el 2 de diciembre. Debe, por lo pronto, reacomodar algunos oradores. Su inquietud regional más próxima, la certeza de que Brasil seguirá presionando para bajar el arancel externo común en el Mercosur, estará ahora en manos de Santiago Cafiero, flamante canciller, y de su segunda Cecilia Todesca. Los empresarios ya no podrán contar con Jorge Neme, con quien mejor se entendían en el Palacio San Martín, porque irá ahora a la Jefatura de Gabinete bajo las órdenes de su jefe de siempre, Manzur.
El horizonte no aparece ante ellos menos brumoso que antes de las últimas primarias. Hay sin embargo una diferencia relativa: al menos han incorporado un interlocutor. Manzur tiene buena relación con referentes de múltiples sectores. Hugo Sigman, Cinosi, Teddy Karagozian, Adrián Werthein. El problema vuelve a ser el fondo de la cuestión, el de siempre: ¿está el Gobierno pensando en algo más que las elecciones del 14 de noviembre? “Van a tirar listones a la calle: va a haber que tener puesto un ojo en el tipo de cambio”, dijo ayer, después de la reunión, un integrante de la conducción fabril. “Quieren dar por terminada la pandemia porque pretenden que la gente vaya a votar con otro ánimo, pero no están construyendo nada”, objetó un fabricante de insumos.
Más que estrategias de campaña o modificaciones de nombres para remontar el resultado en las urnas, el establishment económico quisiera ver un programa que promueva inversiones. El famoso plan económico en que el Presidente dice no creer. Difícil: son urgencias a contramano de los desvelos oficiales. Los cambios de la semana pasada dejaron, entre otros efectos, una paradoja en el Palacio de Hacienda: justo el ministro que se queda, Martín Guzmán, a quien los empresarios juzgaban el más racional, es el que deberá modificar su rumbo.
Las urgencias siguen siendo las de aquellas reuniones de 2019, pero agravadas. Jorge Rocchia Ferro, directivo de la Unión Industrial de Tucumán, uno de los presentes en aquel cierre del Sheraton, no debe haber cambiado algunas de sus opiniones. Se había estado peleando en esos días con Roberto Palina, secretario general de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar, y le hizo una recomendación pública en un canal de televisión: “Que deje de pelotudear con las paritarias y se preocupe por la situación que atraviesan los ingenios”. La esperanza de los invitados de entonces, que Alberto Fernández asumiera con los gobernadores y el PJ una conducción alejada de la extravagancia económica, da ahora un poco de nostalgia. Es el anhelo incumplido del anfitrión. Volverán seguramente fotos con Manzur. ¿Y acaso nuevos desencantos? Improbable: esta vez la expectativa es nula.
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