Una columna de The Economist sugiere que “Milei debería reflexionar” sobre la dolarización
En Ecuador, Panamá y El Salvador, tres pequeñas economías dolarizadas, puso de manifiesto una falta de competitividad
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Las condiciones en las tierras altas andinas de Ecuador son ideales para el cultivo de rosas. El país es uno de los mayores exportadores de rosas del mundo. Pero después de sufrir la crisis pandémica y el malestar social en 2022, los cultivadores ahora tienen otro problema. Luego de que su moneda colapsara, en el año 2000, Ecuador adoptó el dólar estadounidense en su lugar. Con el dólar ahora fuerte, las rosas de Ecuador están perdiendo terreno en los mercados mundiales frente a sus rivales de Colombia, Etiopía y Kenia. Gracias al debilitamiento del peso colombiano, en 2023, sus exportaciones de flores fueron más de un 40% mayores que antes de la pandemia, mientras que las de Ecuador crecieron solo un 12% durante el mismo período.
Al igual que Ecuador, Panamá y El Salvador también utilizan el dólar. Las exportaciones de los tres países se vieron afectadas recientemente por la fortaleza del billete verde (véase el gráfico), pero de manera selectiva. Se prevé que el crecimiento económico de los tres países caiga por debajo del promedio (ciertamente modesto) de América Latina. También hay otros factores. Ecuador sufrió una ola desestabilizadora de violencia de pandillas. Tras las protestas, el gobierno de Panamá cerró una gran mina de cobre, lo que redujo quizás un 1% de su producto bruto interno (PBI). Y la impredecible formulación de políticas en El Salvador bajo su presidente autoritario, Nayib Bukele, sacudió la inversión. La fortaleza del dólar se suma a todas estas dificultades.
Adoptar el dólar significa renunciar a una política monetaria independiente y a la opción de responder a los shocks externos devaluando la moneda. En Ecuador y El Salvador todavía existen bancos centrales, pero no controlan la oferta monetaria ni fijan los tipos de interés. En cambio, las economías tienen que encontrar otras formas de ser flexibles y competitivas.
Pero en América Latina rara vez ocurre así. La dolarización fomenta una mayor integración económica con el resto del mundo porque reduce los costos de transacción que implica el comercio. Pero si los bienes y servicios no son competitivos, es más difícil aprovechar al máximo las oportunidades potenciales. Un estudio reciente publicado en Applied Economics concluyó que la adopción del dólar no había logrado crear ningún efecto comercial positivo importante para América Latina.
Una política fiscal estricta cobra especial importancia, porque los países no pueden imprimir dinero para cubrir sus déficits presupuestarios. Pero en los tres países dolarizados, los déficits fueron considerables el año pasado y la deuda pública parece preocupantemente alta. El Fondo Monetario Internacional (FMI) está particularmente alarmado por la expansión fiscal de El Salvador, la cual considera “insostenible”.
Estas dificultades deberían hacer reflexionar a Javier Milei, el presidente de la Argentina, que en su campaña electoral defendió la adopción del dólar y el cierre del banco central. Él podría argumentar que, al eliminar el déficit fiscal y derribar los controles, está haciendo que la economía argentina sea lo suficientemente flexible como para beneficiarse de la dolarización. Y es cierto que América Latina abusó de la depreciación de la moneda para encubrir fallas de política, pero la experiencia demuestra que, lejos de ser una solución, la dolarización puede crear un castigo para uno mismo.
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