Al reparar un triciclo a vapor de un millonario, Louis Chevrolet puso en marcha, sin saberlo, el primer engranaje de su exitoso camino como fabricante de autos, piloto de carreras y bon vivant. Con la precisión suiza que le había inculcado su padre relojero, cosechó un logro detrás de otro, hasta que su "mecanismo interno" empezó a fallar y comenzó a quebrar una tras otra las empresas que fundaba.
Louis Joseph Chevrolet nació un día de Navidad de 1878, en La Chux-de-Fonds, en la parte franco parlante de Suiza. Allí, en las montañas de Jura, se había instalado su familia, pero, debido a aprietos económicos, cuando él tenía nueve años, debió mudarse a Beaune, Francia, donde su padre probaría suerte con una relojería.
A ese emprendimiento le fue muy mal y tuvieron que cerrarlo, así que, con solo 11 años, Louis debió dejar el colegio y ponerse a trabajar para ayudar a "parar la olla". Encontró empleo en un taller de bicicletas y fue allí cuando empezó a escribir su propia historia, al reparar un triciclo a vapor que le había llevado un importante empresario estadounidense.
Ese cliente no era otro que el multimillonario Cornelius Vanderbilt II, que, al ver semejante talento para la mecánica, lo alentó a emigrar a Estados Unidos y perseguir su propio "sueño americano". Louis se entusiasmó con la idea, pero, como su familia no tenía recursos para costearle el pasaje, debió primero trabajar un tiempo en un taller de París, para juntar el dinero para el viaje.
Pablo Gualtieri, periodista especializado en historia de la industria automotriz, cuenta que desde muy joven Chevrolet fue un experto mecánico, con especialidad en los nacientes automóviles, sobre todo los de competición. "Después de trabajar en Francia donde se dedicó además a las carreras de automóviles, en el año 1900 deja el Viejo Continente y viaja a América, su gran sueño", relata el experto.
Primero llegó a Canadá, donde trabajó unos meses, pero luego se mudó a Nueva York, donde fue empleado en primer lugar en el taller de ingeniería del inmigrante suizo William Walter. Luego pasó de un taller a otro, hasta que, cuando el último de sus empleadores cerró, se vio obligado a hacer de todo para subsistir y se desempeñó un tiempo como chofer.
Cansado de tanta mishiadura, se fue a Filadelfia, donde fue contratado por la fabricante de autos de carrera Christie. Su trabajo allí, más la adoración que tenía por los motores y la velocidad, hicieron que se convirtiera en piloto de carreras. Pero no en uno más, sino en uno brillante.
En 1907 Chevrolet participó en su primera carrera motorizada, "Las tres millas de Nueva York", en la que alcanzó el récord mundial de velocidad al superar los 109 kilómetros por hora (km/h). En el mismo año, construyó su primer auto de carreras con el que batió un nuevo récord (191.5 km/h).
Sus éxitos como conductor de autos de carreras fueron tantos que la prensa empezó a llamarlo "El francés atrevido". Así fue cómo se le empezaron a acercar inversionistas, que pululaban en los circuitos: uno de ellos fue William Durant, hombre que recientemente había sido despedido de la General Motors que él mismo había fundado.
Según relata Gualtieri, su período de piloto duró desde 1905 hasta 1920, tiempo durante el cual también maneja bólidos Buick. "Es ahí cuando conoce a Durant , que lo convence para que se una a él y terminan fundando la Chevrolet Motor Car Company", explica el especialista.
Hay una escena entre los socios, recreada en el documental "Gigantes de los motores" (History Channel) que pinta la personalidad de Chevrolet: se reúne con Durant en su oficina y, cuando este le propone varios nombres para el primer auto que lanzarían, él los rechaza uno por uno. Su socio, un poco ofuscado, le pregunta por qué no le gusta ninguno, a lo que él responde "Ninguno suena como Chevrolet. El auto llevará mi nombre".
A ese primer auto que, efectivamente, se llamó Chevrolet Classic Six, le siguieron tres más. Louis resultó ser un extraordinario diseñador, por lo que los cuatro modelos causaron gran impacto y se vendieron como pan caliente: los estadounidenses sentían que conducir vehículos con ese nombre les daba un toque afrancesado, por lo que las ventas fueron un éxito. "Aunque no tenía estudios formales en técnica del automóvil, al igual que Juan Manuel Fangio, Louis era un hombre de gran intuición e inteligencia", afirma Gualtieri.
Aquel chico que a los 11 años debió dejar el colegio para ayudar económicamente a su familia, era ahora el gran diseñador de la floreciente industria automotriz, se había convertido en sinónimo de exclusividad con su nombre pintado en los autos y amasaba una fortuna que le permitía mantener su vida de auténtico playboy y von bivant. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
En 1914, durante unas vacaciones de Louis, Durant decidió por sí solo reestructurar la compañía para concentrarse en autos más económicos que compitieran con los de Ford. Chevrolet, que no había sido consultado, consideró esto un insulto, porque él siempre había querido fabricar autos exclusivos, veloces y potentes.
Furioso por la actitud de su socio, decidió cortar por lo sano: vendió sus acciones y abandonó la compañía. A partir de ese portazo, Louis no dio "pie con bola". Tal como se narra en el portal especializado Autocosmos.com, mientras la marca de Chevrolet se desarrollaba rápidamente a lo largo de las líneas establecidas por Durant, Louis regresó a las carreras.
Para poder financiar su pasión, en 1914 fundó la empresa Frontenac Motor Corporation, que más tarde se vincularía con la Stutz Motor Company y, junto con su hermano Arthur, se dedicó a la fabricación de tapas de cilindros para Ford, vinculándose también con la industria aeronáutica. "En un ambiente económico difícil fabricó el primer Frontenac en serie, una obra maestra de la industria de automóviles estadounidense, en 1920, pero la depresión económica de 1922 lo llevó a la quiebra", recuerda el sitio mencionado.
En 1926, otra vez junto con Arthur, creó la empresa de aviones ligeros Chevrolair 333, pero se peleó con su hermano y la terminó liquidando. Posteriormente, fundó la Chevrolet Air Car Company, pero la tuvo que cerrar en poco tiempo debido al descalabro económico que produjo lo que se conoció como "el crack del ´29".
Su último gran revés ocurrió en 1932, cuando desarrolló un motor de diez cilindros en estrella y demoraron tanto en autorizarle la patente, que para cuando lo habilitaron, en 1935, Louis ya no tenía fuerzas ni ganas para emprender su fabricación a gran escala.
La depresión económica que atravesó los años 30 lo obligó a emplearse como mecánico en la mismísima fábrica Chevrolet, pero, agobiado por problemas financieros y algunas desgracias familiares, su salud se quebró y murió el 6 de junio de 1941 en absoluta soledad y pobreza. Se terminó así, a los 63 años, la vida del hombre que jamás imaginó la trascendencia que tendría su nombre en la industria automotriz.
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