La expansión económica pasa a segundo plano en la puja entre Clinton y Trump
Una frase en la plataforma del Partido Republicano de este año revela mucho sobre el clima político actual en Estados Unidos. Después de decir que el comercio es “crucial para todos los sectores de la economía estadounidense”, declara que “los enormes déficits comerciales no lo son”.
Los déficits comerciales fueron más grandes en 2008 y 2012, pero las plataformas políticas republicanas de esos años no mencionaban esa brecha, quizás reconociendo que tanto las exportaciones como las importaciones benefician a los estadounidenses y que el déficit es secundario.
Pero Donald Trump, el candidato del partido, no comparte la tradicional visión republicana del comercio y la economía. Él los ve no como una forma de cooperación en la que todo el mundo gana, sino como una competencia en la que alguien debe perder para que otro pueda ganar. “Ya tenemos una guerra comercial y estamos perdiendo por mucho”, declaró el mes pasado.
No se trata sólo de Trump. Los activistas del Partido Demócrata también han adoptado la visión de la economía como un sombrío juego de suma cero. Su plataforma de este año dice que la economía está “amañada” a favor del 1% con mayores riquezas, a expensas de todos los demás.
Al cambiar su atención de cómo crece el ingreso a cómo se distribuye, los partidos creen que están ajustándose a la realidad. Los votantes estadounidenses no han visto mucho crecimiento últimamente. En 2014, un asombroso 76% de los encuestados en un sondeo de The Wall Street Journal/NBC News pensaba que la generación de sus hijos iba a estar peor que la suya, el porcentaje más alto en un cuarto de siglo. En teoría, los votantes deberían ser menos receptivos a un candidato que promete más crecimiento que a uno que promete recuperar lo que otros han robado.
Sin embargo, los simpatizantes en cada partido no están simplemente canalizando la desilusión de los votantes, sino que también la están avivando en pos de prioridades que no curarán los males de la economía y que ni siquiera responden a lo que los votantes quieren.
Los demócratas siempre han estado preocupados por la distribución del ingreso y la pobreza. Sin embargo, durante la presidencia de Bill Clinton llegaron a aceptar que el crecimiento es el estímulo más efectivo para los ingresos de la clase media. “Sólo una economía próspera, una fuerte base manufacturera y crecimiento en nuevas empresas creativas puede (…) satisfacer las necesidades sociales y humanas más urgentes del país”, declaró la plataforma demócrata en 1992.
Hasta el año pasado, Hillary Clinton, la presunta candidata demócrata, tituló un discurso “Economía de crecimiento y justicia”. Note el orden: crecimiento primero y luego justicia.
Sin embargo, la tenaz campaña primaria de su rival, el senador Bernie Sanders, un autodeclarado socialdemócrata, demuestra que a los apasionados militantes de su partido les importa mucho más la justicia que el crecimiento. Bill Galston, un ex asesor de Clinton que ahora se encuentra en la Brookings Institution, señala lo poco que figura el crecimiento en el borrador de la plataforma de este año, en la que los seguidores de Sanders estuvieron altamente involucrados.
De hecho, el crecimiento de la economía o del empleo se mencionan apenas siete veces, frente a 12 de la plataforma de 2012. La desigualdad o la brecha de riquezas se mencionan en cambio 11 veces, frente a dos en 2012. La plataforma desea más que duplicar el salario mínimo por hora, a US$15, algo que incluso los economistas demócratas creen que afectará el empleo de personas con pocas habilidades. Hace un llamado tanto a un impuesto a las transacciones financieras e impuestos más altos para los ricos y las empresas como a una corrección de la inequidad y la financiación de numerosos programas sociales expandidos.
Por supuesto, su practicidad es cuestionable. Las plataformas de partido son expresiones de principios que no atan a un presidente. Hillary Clinton probablemente no luche por políticas por las que no abogó en primera instancia, especialmente cuando los republicanos probablemente controlarán la Cámara de Representantes.
Trump es un caso aparte: es él, no los activistas del partido, quien está rompiendo con el pasado de la agrupación. Por décadas, los republicanos se inspiraron en el optimismo sin barreras de Ronald Reagan respecto al libre mercado y el libre comercio. “Nuestra meta principal aquí en casa es simple: crecimiento económico y empleo pleno sin inflación”, decía su plataforma de 1980. Acerca del comercio, advertía: “Los aranceles proteccionistas y cuotas son perjudiciales para nuestro bienestar económico”.
Ese optimismo vive en el ala tradicional del Partido Republicano, representada por Paul Ryan, el presidente de la cámara baja. Trump, sin embargo, aporta una perspectiva forjada por una carrera en el mundo de los negocios en la que el éxito a menudo se logró a expensas de los proveedores, prestamistas o socios. Trump ve la economía de la misma manera: si uno no está ganando, está perdiendo. El mes pasado, refiriéndose a la expansión del comercio con otros países, dijo: “Ellos reciben la ex-pansión, nosotros el desempleo”.
La acusación de Trump de que incluso los inmigrantes con documentos les roban trabajos a los estadounidenses ha desplazado a la visión republicana tradicional de que se necesita más gente para impulsar el crecimiento. La plataforma de este año afirma que es “indefendible” admitir a más de un millón de inmigrantes con papeles al año dados los “alarmantes niveles de desempleo”.
A diferencia de Clinton, Trump podría no tener que enfrentar a un Congreso controlado por el partido opositor. E incluso si sus copartidarios se resisten, él puede lograr la mayoría de lo que desea en cuestiones de comercio e inmigración sin el Congreso.
Sin embargo, menos comercio y menos inmigración legal golpearían el crecimiento estadounidense y al trabajador promedio en vez de ayudarlos. Además, el votante promedio parece entender esto: el apoyo neto al libre comercio es sólidamente positivo, según la encuesta más reciente de WSJ/NBC News, mientras que el respaldo a la inmigración entre demócratas e in-dependientes está creciendo (sigue siendo bajo entre los republicanos). Los votantes se preocupan mucho menos sobre la inequidad y más sobre si ellos personalmente ven una mejora en términos financieros.
Esa es la ironía: en un año en el que ambos partidos están animando a sus seguidores con una descripción de la economía como una cuestión de ganar o perder, la mayoría de los estadounidenses aún cree que todos pueden ganar.
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