La expansión de la clase media ilustra el auge económico de América Latina
De vendedor ambulante a zar textil de Perú: la nueva movilidad social en la región
Aquilino Flores era un joven harapiento de 13 años cuando comenzó su carrera vendiendo camisetas en los barrios de esta capital. Hoy, la empresa que formó, Topitop, es el mayor fabricante de ropa de Perú, con una cadena de tiendas que se extiende por todo el país.
Durante los últimos diez años, mientras Perú pasaba a ser una de las economías de mayor crecimiento del mundo, los consumidores que ascendían en la escala socioeconómica comenzaron a adquirir las camisetas polo y pantalones cargo fabricados con telas de alta calidad de Topitop. Sus locales se ubicaron estratégicamente en barrios ignorados por el resto de la industria. Los resultados están a la vista: las ventas se han sextuplicado desde 2001, lo que le ha valido a la empresa el apodo de la "Zara andina".
David Cáceres, que administra un pequeño taller mecánico, pasó hace unos días por un local de Topitop en un centro comercial de Lima y compró un sweater de lana de la marca "New York" y una camiseta con una estrella de su línea más vanguardista "Hawk". "Y aún me quedará dinero para las entradas al cine", señaló.
Topitop prosperó al apuntar a una clase media emergente que está produciendo amplios cambios sociales y económicos en América Latina, una región que históricamente ha tenido un puñado de ricos, muchos pobres, y relativamente pocas personas en el medio.
Mientras Estados Unidos y Europa hacen frente a una creciente desigualdad en los ingresos y un estancamiento en los salarios de la clase media, en América Latina ocurre todo lo contrario. Durante la última década, unos 69 millones de latinoamericanos ascendieron en la escalera salarial para ganar entre US$5.000 y US$8.100 al año, un grupo que ahora representa 51% de la población en las mayores economías de la región, frente a 41% en 2001, según un estudio de José Juan Ruiz, un destacado economista de Grupo Santander SA.
Aunque ese nivel de ingresos sigue por debajo de lo que se consideraría clase media en EE.UU. o Europa, es una forma de definir clase media: personas que ganan entre 45% y 70% del ingreso per cápita. Un estudio difundido este año por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe concluyó que decenas de millones de personas ascendieron a la clase media en los últimos 20 años. Ello generó "una expansión notable del mercado de consumo" gracias al crecimiento económico, un mayor acceso a la educación y el descenso en las tasas de natalidad.
Millones de latinoamericanos —trabajadores de la construcción, cocineros, secretarias y microemprendedores— han comprado su boleto a la clase de consumo en la última década. Unos ocho millones de brasileños viajaron en avión por primera vez en los últimos 12 meses, según la firma de investigación de mercado Data Popular. La cantidad de tarjetas de crédito en circulación en México se ha cuadruplicado en los últimos 10 años para bordear los 24 millones. Consumidores de clase media han convertido las caóticas 40 cuadras de tiendas del distrito de Gamarra, en el centro de Lima, en un punto neurálgico del comercio minorista, con ingresos anuales estimados de US$1.500 millones, según el consultor peruano Juan Infante.
El crecimiento de la clase media coincide con una sólida expansión de América Latina que ha impulsado el ingreso per cápita a US$11.900 desde US$7.600 durante la última década. La tasa de pobreza regional, o el porcentaje de la población que no puede cubrir sus necesidades básicas, se redujo de 44% en 2002 a 32% en 2010, según datos de Naciones Unidas.
La clase media se beneficia de un sólido período de crecimiento económico —impulsado por los altos precios de las materias primas que exportan muchos países— junto con programas sociales más enérgicos y un enfoque más decidido en la educación.
Pero los avances son tenues y la posibilidad de una recesión global amenaza las perspectivas de los emergentes, como denominan los especialistas a los nuevos integrantes de la clase media.
Los precios del mineral de hierro brasileño, el cobre chileno, la soya argentina y otros recursos naturales se han debilitado en los últimos meses, en medio de los temores de una recesión global. El crecimiento ya pierde fuerza en economías clave como Brasil y Argentina. Una demanda persistentemente sólida de commodities por parte de China ayudó a amortiguar el golpe de la recesión de 2008-2009 en América Latina. No está claro si la región tendrá tanta suerte en esta ocasión.
El término clase media ciertamente no evoca en Latinoamérica imágenes de habitantes de los suburbios que se trasladan a sus oficinas en sus Volvo, como en EE.UU. Pero sí se aplica a personas como José Benevenuto, un conductor de autobús de 53 años de Rio de Janeiro. Benevenuto aún recuerda cuando, a comienzos de los 90, la inflación de cuatro dígitos lo obligaba a salir corriendo al supermercado tan pronto como cobraba su sueldo para gastarlo antes de que perdiera todo su valor.
A medida que Brasil se fue estabilizando y aumentaron sus horas de trabajo y salario, Benevenuto pudo adquirir un televisor a color, una lavadora y un par de computadoras. Ahora, se apresta a dar el paso más grande: comprar una casa nueva en una parte más segura de la ciudad. "Para serle franco, nunca me imaginé que tendría el dinero para salir adelante de esta forma", asegura.
Los extremos de la riqueza y la pobreza fueron durante mucho tiempo la principal característica que los observadores notaban al viajar a América Latina. "México es el país de la desigualdad", escribió el viajero y naturalista alemán Alexander von Humboldt a principio del siglo XIX. "Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortunas, civilización, cultivo del suelo y población".
El ascenso de Topitop demuestra cómo estas diferencias extremas se empiezan a reducir. Daniel Daneliuc, uno de los principales ejecutivos de Topitop recuerda que cuando llegó a Lima, desde su Uruguay natal, en 1965, el área alrededor del aeropuerto era muy pobre. "Hoy día, vale 300 o 400 dólares el metro ahí. Han hecho su casa de dos o tres pisos llevando la bolsa de cemento, el fierro y sin ayuda de los bancos", relata. Se ayudan "entre ellos".
También compran ropa. Y en grandes cantidades. Topitop estima que una de cada tres familias peruanas ha comprado alguna de sus prendas.
Aquilino Flores, de 57 años, afirma que su propia experiencia al salir de la pobreza lo ayudó a comprender el deseo de los clientes que ascienden en la escala socioeconómica. "Los trabajadores quieren lucir igual de bien que la gente rica", asegura.
La familia Flores, cinco hermanos y una hermana, tuvieron una infancia marcada por la pobreza. "Caminábamos a la escuela unos cuatro kilómetros de ida y cuatro kilómetros de venida y el almuerzo para todo el día era maíz tostado con un poquicito de queso", recuerda Manuel Flores, hermano de Aquilino.
Pero los Flores supieron identificar la ubicación de los nuevos consumidores y los productos a los que aspiraban. Topitop "rompió el paradigma" dice Percy Vigil, gerente general del centro comercial Mega Plaza.
En 2002, Topitop, fue una de las pocas minoristas dispuestas a alquilar espacio en Mega Plaza, que estaba siendo levantado cerca de un barrio pobre de Lima. Gracias a la expansión de la clase media, Mega Plaza atrae a cerca de tres millones de personas y genera grandes ventas para Topitop. Cerca de la mitad de los US$275 millones en ventas de la empresa proviene de sus 30 locales en Perú, y algunas tiendas en Venezuela. El resto corresponde a exportaciones a EE.UU., Europa y Brasil, donde la ropa se vende bajo marcas como Old Navy, Hugo Boss y Under Armour.
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