Tonya Harding ganó su primera competencia de patinaje artístico sobre hielo cuando solo tenía cuatro años, una década y media antes de convertirse en la primera patinadora de la historia en lograr un triple axel, un salto considerado casi imposible en su disciplina. Su habilidad sobre las pistas la convirtió en una de las grandes promesas de su país en ese deporte, pero su carrera terminaría de manera abrupta y escandalosa.
Tonya Maxen Harding, tal su nombre completo, nació el 12 de noviembre de 1970, en Portland, Oregon, en el noreste de los Estados Unidos. Creció en un barrio pobre y en el seno de una familia desestructurada: sus padres se separaron cuando ella era muy chica, así que fue su madre, LaVona Golden, la que siempre mantuvo el hogar con su trabajo de camarera.
Tonya comenzó a patinar sobre hielo a los cuatro años, cuando su madre prácticamente se la impuso a la entrenadora Diane Rawlinson, porque quería que su hija se convirtiera en la mejor patinadora del mundo. Como se dijo, apenas empezó, Tonya ganó su primera competencia, pero en los años siguientes también se dedicaría a la caza, a competir en carreras de aceleración y a aprender mecánica automotriz con su padre.
Su madre era durísima con ella, la maltrataba con frecuencia y para cuando Tonya tenía siete años, el abuso físico y psicológico ya se había hecho regular en su vida, según ella misma confesó más tarde. LaVona llegó a golpearla en la pista para que hiciera lo que ella pretendía y en una ocasión Tonya se orinó encima porque ella le prohibió ir al baño bajo el argumento de que había pagado la hora solo para que practicara patinaje.
Como se describe en el diario El País, de España, Tonya sufrió malos tratos físicos por parte de LaVona, que opinaba que si no le decía a su hija que no lo iba a conseguir, no le iba a salir. "La madre llamaba a su hija fea, gorda y fracasada, mientras que su entrenadora hacía la vista gorda porque para Tonyael patinaje era su billete para huir del fango y si la hubieran mandado a otra familia habría perdido el patinaje", se relata en el artículo firmado por Juan Sanguino.
Tonya abandonó sus estudios secundarios para centrarse totalmente en el patinaje. Como se explica en el diario español La Vanguardia, su madre la mantenía alejada de posibles amistades en el terreno profesional porque todas sus compañeras, según su particular visión del mundo, eran "enemigas". Solo debía concentrase en ser la mejor.
La película Yo, Tonya, protagonizada por Margot Robbie, retrata a la perfección la relación entre madre e hija. LaVona, una mujer arisca, antipática y mal hablada, estaba empecinada con que su hija fuera la mejor patinadora del mundo, estaba convencida de que "la letra con sangre entra" y no dudaba en utilizar la violencia y recriminar en público los fallos de la chica.
A mediados de la década de los ochenta, Tonya ya competía a gran nivel, pero al llegar a la adolescencia, su dura crianza le pasó factura: tenía un estilo poco femenino, flequillo desgreñado, rostro y ademanes masculinos. Además, al no tener dinero suficiente, confeccionaba ella misma sus vestidos y eso le quitaba chances de conseguir patrocinadores en un deporte tan armonioso como el patinaje artístico.
Tonya ya competía a gran nivel, pero al llegar a la adolescencia, su dura crianza le pasó factura: tenía un estilo poco femenino
Pese a todo eso, obtuvo excelentes resultados entre 1986 y 1989, al tiempo que se convertía en una gran promesa del patinaje artístico en los Estados Unidos. Aun así, los jurados seguían si apreciarla, porque no les terminaba de convencer su estilo aguerrido y alejado de la delicadeza que se suponía debían tener las "princesas del hielo". Por eso ella, orgullosa y competitiva como pocas, se propuso taparles la boca. Y lo logró.
Hacía tiempo que practicaba algo que ninguna patinadora había logrado hasta el momento: el triple axel (un salto con un giro de tres revoluciones y media, 1260º, considerado casi imposible de realizar). En 1991 ella lo ejecutó no una, sino dos veces: la primera le valió para ganar el Campeonato de los Estados Unidos y la segunda, le permitió obtener el Campeonato Mundial y convertirse en la primera mujer en concretar esa pirueta en una competencia internacional. Se encaminaba así directo a la gloria olímpica.
Aquella chica pobre, nacida en un hogar disfuncional y maltratada por su exigente madre, era ahora la gran promesa del patín artístico en los Estados Unidos, había logrado lo que ninguna patinadora había podido hacer y se encaminaba a consolidar su gloria en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994, en Lillehammer, Noruega. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
Tonya tenía una archirrival, que le disputaba el trono y era la mimada de los jurados: la grácil y esbelta Nancy Kerrigan, que también iba en busca de su gloria olímpica. Sorpresivamente, después de un entrenamiento, Kerrigan fue golpeada brutalmente en la rodilla derecha por un desconocido que la atacó con una barra. Su participación en los Juegos estuvo en peligro y, aunque finalmente se recuperó, se abrió una investigación por ese hecho.
Pronto se detuvo a un tal Shawn Eckardt, amigo de Jeff Gillooly (marido de Tonya). "La razón por la que Eckardt fue detenido es que iba por ahí alardeando de haber agredido a Kerrigan, y se denominaba líder de una pandilla llamada The Hit Team. Este equipo se registró en hoteles con sus nombres reales y pagaron todo con tarjetas de crédito. La policía tardó dos días en detenerles. Todos, incluido su marido, acusaron a Tonya Harding como el verdadero cerebro de la operación", se señala en la nota de El País.
Al ver que el escándalo se le venía encima, apenas conocidas las primeras declaraciones, Tonya solo apeló a decir: "No participé en el asalto planificado contra Nancy Kerrigan. Sin embargo, soy responsable por no informar las cosas que descubrí sobre el asalto cuando volví a casa después de los nacionales".
Tonya fue acusada de haber sido cómplice e instigadora (en medio de todo esto, tanto ella como Kerrigan participaron de los Juegos Olímpicos, obteniendo el octavo y segundo lugar, respectivamente). Finalmente, se dictó una sentencia en su caso: fue condenada a cumplir 500 horas de servicio comunitario, a pagar 160.000 dólares de multa y, lo peor de todo, fue apartada de por vida de la competición.
Se convirtió en la mujer más odiada de Estados Unidos, cayó en el más profundo abismo y hasta intentó suicidarse. Como no tenía estudios ni experiencia laboral alguna, terminó boxeando para poder sobrevivir y tuvo algunas incursiones en la televisión. Se truncó así la carrera de la gran promesa del patinaje artístico en los Estados Unidos, que actualmente, con 49 años, afirma que finalmente pudo encarrilar su vida.
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