La ex guerrillera que está a punto de ser la primera presidenta de Brasil
SÃO PAULO— Hasta hace poco, Dilma Rousseff era una burócrata casi desconocida. Ahora, la economista de 62 años se encamina a agregar otro título a un currículum que ya incluye guerrillera izquierdista, prisionera política y sobreviviente de cáncer: el de primera presidenta de Brasil.
Las encuestas proyectan que la ex ministra de energía y candidata del gobernante Partido de los Trabajadores ganará la presidencia de Brasil en la primera vuelta fijada para el domingo. Una segunda ronda se realizaría un mes después en caso de que ningún candidato obtenga el 50% de los votos válidamente emitidos. La mayoría de los analistas predice, de todas formas, que con primera o segunda ronda, Rousseff asumirá el poder el primero de enero.
Una victoria de Rousseff, quien en su juventud fue arrestada bajo cargos de subversión y luego testificó que fue torturada por la dictadura militar, extendería el legado del inmensamente popular presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva. El ex líder sindical, quien no puede volver a presentarse como candidato luego de dos mandatos, eligió personalmente a Rousseff y la presentó como la persona mejor posicionada para continuar el auge económico de Brasil, que ha catapultado a 35 millones de personas a la clase media.
Durante los dos últimos años, la madre de una hija, divorciada dos veces, se sometió a una renovación de imagen que incluyó una cirugía estética, lentes de contacto y un peinado más apto para una presentadora de televisión que para una ex revolucionaria. Luego de estar detrás de rivales como el ex gobernador centrista José Serra, la popularidad de Rousseff se fue a las nubes este año después una serie de actos de campaña en los que apareció con Lula, desde el Amazonas hasta los centros industriales del sur.
"Hemos recorrido un largo camino", afirmó Rousseff durante un reciente discurso ante un grupo de empresarios brasileños. El comentario se refería a Brasil pero también podría resumir su propia trayectoria.
El repentino ascenso de Rousseff desató las críticas de quienes la acusan de ser la creación de Lula y de carecer de la experiencia necesaria para manejar a la mayor economía latinoamericana, que tiene una ruidosa democracia multipartidista y cientos de miles de millones de dólares en proyectos de infraestructura, desde gigantescas represas hasta trenes de alta velocidad.
Rousseff nunca ocupó un cargo de elección pública, ni fue candidata y pasó la mayor parte de su carrera en roles secundarios. Sus detractores subrayan que no ha sido lo suficientemente directa con los votantes. Desde que pasó a encabezar las encuestas, Rousseff ha concedido pocas entrevistas y no ha asistido a varios debates presidenciales.
En las últimas semanas, asimismo, se multiplicaron las dudas sobre la integridad de algunas personas de su círculo más íntimo, luego de que su ex asesora, Erenice Guerra, fue obligada a renunciar al gobierno en septiembre cuando surgieron informes que indicaban que miembros de su familia, que ella misma contrato, solicitaban coimas. Guerra, en una declaración, negó cualquier relación con el caso y Rousseff ha dicho que no tiene conocimiento de irregularidades.
Rousseff tampoco ha mostrado mucho interés por respaldar la clase de reformas estructurales que algunos afirman son indispensables para que Brasil deje de ser un mercado emergente y se incorpore al mundo desarrollado. Esas reformas incluyen reducir lo que una agencia de Naciones Unidas califica como la mayor carga impositiva de América Latina y controlar el gasto fiscal que se duplicó durante la gestión de Lula.
"Será difícil manejar una economía grande, diversa y creciente, con todas las presiones que eso implica", advierte Thomas Trebat, director del Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Columbia. "Es mejor contar con una estrategia que no sea sólo pretender seguir haciendo lo mismo".
A diferencia de Lula, un líder carismático reconocido por su capacidad de alcanzar acuerdos con sus rivales de la derecha, Rousseff ha sido históricamente más bien una intelectual izquierdista que una política pragmática. Eso ha llevado a algunos a cuestionar su disposición a negociar con los conservadores o rechazar las demandas de la izquierda. De todos modos, como la ministra de Energía y jefa de gabinete de Lula, Rousseff también se alió con los intereses de los empresarios y tuvo un publicitado enfrentamiento con una prominente ministra de medio ambiente para acelerar las licencias para proyectos de infraestructura en área ecológicamente sensibles.
En una entrevista televisada la semana pasada, Rousseff afirmó que cree "en la fortaleza de las iniciativas privadas", pero rechazó la noción de que "el Estado no debería estar presente para crear las condiciones para la inversión". En septiembre, en comentarios al diario de Rio de Janeiro O’Globo, calificó "la alusión a un ajuste fiscal", o un recorte del gasto fiscal de retrógrada.
Rousseff prefirió no hacer comentarios para este artículo, pero entrevistas con casi dos decenas de colegas pasados y presentes y amigos pintan el retrato de una tecnócrata talentosa y a veces despiadada que también ha resultado ser lo suficientemente flexible y ambiciosa para escalar en el gobierno.
Hija de una maestra de escuela y un padre búlgaro que tuvo éxito en la compraventa de propiedades, Rousseff fue criada en un vecindario de clase media alta en Belo Horizonte, la capital del estado estado de Minas Gerais, en el sudeste del país. Una ávida lectora de niña, comenzó a coquetear con las ideologías izquierdistas alrededor de 1964, cuando los generales brasileños derrocaron a un presidente electo democráticamente y comenzaron lo que terminaría por convertirse en una dictadura de 21 años.
Para fines de los años 60, se sumó a un grupo de activistas disperso que realizaba asaltos a bancos y otros robos para financiar una revolución. Rousseff nunca tomó parte en la planificación o ejecución de los robos, pero se ganó el respeto dentro del grupo por ser una pensadora brillante, según otros guerrilleros en ese momento.
"Era rápida y podía sostener un argumento con razón y convicción", afirma Roberto Espinosa, un académico y ex activista que eventualmente se convirtió en un líder de una facción consolidada de los grupos junto con Rousseff. Su inteligencia, combinada con la intensidad de su apariencia —cabello corto y grueso, grandes anteojos— "la hizo alguien que no se olvida con facilidad", agrega.
Para cuando apenas pasaba los 20 años, Rousseff ya había estado casada dos veces, en ambas ocasiones con otros activistas. Al igual que otros guerrilleros, usaba un alias, Stella, según Carlos Araújo, su segundo esposo.
En enero de 1970, Rousseff fue arrestada en un bar de São Paulo, cuando apareció, armada con una pistola y con identificaciones falsas, para una reunión con otro activista, según Luiz Maklouf, un autor brasileño que ha escrito mucho sobre el movimiento guerrillero. Rousseff fue condenada por subversión y pasó tres años en la cárcel. En documentos, el fiscal la llamó la "Juana de Arco" del movimiento.
En una entrevista con Maklouf en 2003, una de las pocas oportunidades en las que habló detalladamente de su etapa en la cárcel, Rousseff dijo que fue torturada. Los interrogadores, aseveró, la golpearon con una especie de paleta y recibió descargas eléctricas hasta quedar casi inconsciente. También la colgaron de la denominada "percha del loro" en la que la víctima quedaba suspendida por períodos prolongados con sus brazos y piernas atados a un poste.
Rousseff reconoció, con la perspectiva del tiempo, que el movimiento, "hizo muchas tonterías" pero que sigue orgullosa "de haber tenido la valentía de querer un país mejor".
Luego de su liberación a fines de 1973, se mudó al estado de Rio Grande do Sul, donde terminó sus estudios de Economía y ayudó a formar un partido de izquierda que gobernaría varios estados brasileños una vez que se reimplantara la democracia en 1985.
La mayor parte del tiempo Rousseff rehuía el protagonismo público y se dedicaba al estudio de políticas públicas. Empezó a trabajar como asesora de sindicatos, líderes políticos y candidatos. Su hija, Paula, nació en 1976.
Sus amigos de ese entonces recuerdan que trabajaba arduamente y era curiosa. Miraba películas extranjeras e intercambiaba novelas y libros de historia con los integrantes de un círculo informal de lectores. En un viaje a Europa, Rousseff se levantaba temprano para explorar y volvía a despertar a sus amigos y llevarlos a los lugares que había descubierto, recuerda Licia Peres, una socióloga y amiga cercana. " Es incansable", dice.
La posición de Rousseff como asesora del partido le valió una serie de nombramientos, comenzando como directora de presupuesto en el municipio de Porto Alegre, la capital del estado, en 1986. En 1993 fue nombrada secretaria de Energía del estado.
En 2000 Brasil comenzó a sufrir una serie de apagones y Rousseff volcó su atención a tratar de modificar la red eléctrica del estado, trabajando con las compañías privadas para aflojar los cuellos de botella en las instalaciones que ya existían y desarrollar la energía eólica y otras fuentes alternativas. Río Grande do Sul fue uno de los pocos estados que se salvó de un apagón que oscureció gran parte de Brasil en 2002.
Eso fue lo que llamó la atención de Lula cuando hacía campaña ese año para el que sería su primer período de gobierno, según ex miembros y actuales integrantes del gobierno. Le pidió a Rousseff consejos sobre política energética antes de las elecciones y luego la nombró ministra de Energía en 2003.
Una vez allí, su iniciativa impresionó al mandatario. Algunos colegas, sin embargo, dijeron que maldecía a sus subordinados y podía ser grosera con sus colegas, incluso delante de Lula.
Sus partidarios dicen que Rousseff puede ser severa, pero consideran que un líder exigente es bienvenido para el lento y pesado funcionamiento del Estado brasileño. "¿Qué tiene de malo exigir rendimiento en un entorno en el que muchos trabajadores se mueven por inercia?", pregunta Guilherme Cassel, ministro brasileño de Desarrollo Agrario.
A mediados de 2005 cuando un escándalo de corrupción hizo caer al jefe de gabinete de Lula, el presidente nombró a Rousseff en ese puesto.
Cuando se hizo evidente que Rousseff estaba siendo preparada para suceder a Lula, los periodistas comenzaron a investigar su pasado. Un artículo en 2009 de Piauí, una revista mensual, informó que nunca había obtenido la maestría que aparecía en su currículum oficial. Rousseff, que ha tomado cursos de maestría y doctorado a lo largo de los años pero no completó ningún grado, admitió que había "un error" en el documento pero nunca explicó cómo se originó.
Para suavizar la imagen de Rousseff, Lula y el partido gobernante han ayudado a presentarla como una luchadora y una figura simpática justo cuando comenzaba a ser más conocida a nivel político. En los días posteriores al nacimiento de su primer nieto, en septiembre, aparecieron fotos de él en el sitio web de la candidata y a veces "tweetea" contando las novedades sobre el niño.
"Tengo que mostrar que una mujer también puede hacerlo", dijo en un reciente discurso de campaña. "Yo tampoco los voy a decepcionar", aseguró.