La esclavitud moderna existe y tiene 21 millones de víctimas en el mundo
La OIT lanzó la campaña internacional “50 for freedom”, para que 50 países ratifiquen el nuevo protocolo contra el trabajo forzoso
Hermógenes nació en Santiago del Estero y, sin educación ni posibilidades de ganarse la vida in situ, decide migrar junto a su mujer a Buenos Aires. Encuentra un trabajo, se pone contento, pero tarda muy poco en descubrir que Armando, el patrón, dueño de la carnicería que Hermógenes debe manejar, además de ser un delincuente que vende carne podrida tratada con productos para que parezca rosada, es un maltratador serial y no cumple ninguna de las formas que establece el trabajo decente. Éste es el argumento de El Patrón: radiografía de un crimen, dirigida por Sebastián Schindel. Está basada en una historia real en la que el protagonista mata a puñaladas a su empleador y es defendido por un abogado que se compadece de su historia.
Joaquín Furriel encarnó a un Hermógenes creíble. Ganó como actor protagónico además del Premio Sur entregado por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, el premio Colón de Plata al Mejor Actor en el 41er Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, España.
Ésta fue la película elegida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para ilustrar un gravísimo problema que hoy afecta a 21 millones de personas en el mundo (1.800.000 en América latina), víctimas de la esclavitud moderna. Su trabajo forzoso genera 150.000 millones de dólares en ganancias ilegales.
Desde la sede de la Alianza Francesa se proyectó la película en el marco "50 for freedom", la campaña de la OIT para que 50 países ratifiquen el Protocolo sobre Trabajo Forzoso de 2014, que propone líneas de acción para actuar en distintos planos: la prevención, la protección y la reparación. Se trata de acciones para el rescate, la asistencia y la reinserción de las víctimas.
"Tanto la educación de las poblaciones vulnerables como el conocimiento de los empleadores sobre las cadenas de suministros locales y globales contribuyen a prevenir los riesgos de trabajo forzoso", dicen desde la OIT. Existe un convenio sobre trabajo forzoso de 1930, pero desde entonces emergieron nuevas formas de esclavitud.
La médula del problema de este tipo de trabajo es la extrema vulnerabilidad de las víctimas, muchas de las cuales vuelven a reincidir en el trabajo esclavo después de haber sido rescatadas porque creen que no tienen otra opción y porque muchas veces el rescate no incluye una acción personalizada para que puedan capacitarse y reinsertarse en la sociedad a través de un trabajo formal de calidad.
El protocolo garantiza a las víctimas el acceso a acciones jurídicas y de reparación, aunque no sean residentes legales del país donde trabajan.
Durante el transcurso de la película es inevitable preguntarse: ¿por qué Hermógenes no deja ese lugar? Pero las cadenas psicológicas son un factor clave dentro del poder que ejercen quienes lucran con la debilidad. Se trata de amenazas de deportación, retención de los documentos de identidad, la promesa falsa (en el caso de Hermógenes le descuentan el sueldo para pagar una casa que nunca va a tener), el miedo de no poder conseguir otro trabajo, etcétera.
"Propongo que nos presentemos al nuevo gobierno para pedir que se ratifique el protocolo", dijo durante la presentación Daniel Funes de Rioja, director del Departamento de Política Social de la UIA y presidente de la Organización Internacional de Empleadores. También hizo un llamado a que exista transparencia en la cadena de suministro.
"Yo pertenezco a la construcción. Teníamos un nivel de informalidad muy grande, y una de las claves para lograr la formalidad fue la alianza estratégica con el sector empresarial", afirmó Gerardo Martínez, secretario de Relaciones Internacionales de la CGT. Por su parte, Hugo Yasky, secretario general de la CTA, se refirió a los sindicatos como agentes de denuncia: "Tenemos que jugar un papel importante porque es un problema de la clase trabajadora. Hay personas en condición de ilegalidad y sometimiento: los sindicatos tenemos que dejar de mirarnos el ombligo e ir más allá de nuestros representados".
Dentro de las distintas formas en las que va mutando el trabajo esclavo, los especialistas coincidieron en que los grandes talleres clandestinos en donde se podían encontrar a 40 personas en condiciones infrahumanas siguen existiendo pero en menor cantidad. Ahora se encuentran de a dos o tres personas, que son más difíciles de detectar.
Por eso se recomienda que los productos cuenten con una etiqueta en la que se comunique el derrotero laboral, desde la materia prima al producto final.