La era del saber, o el capitalismo intelectual
Repasemos rápidamente la lista de las compañías con mayor valor bursátil del mundo. Encontraremos claramente un denominador común: el valor de estas compañías no está basado en activos físicos; los resultados económicos están basados en la innovación, el diseño, los algoritmos matemáticos y la creatividad.
Todos estos atributos han sido históricamente difíciles de valuar o directamente menospreciados frente a los activos físicos: los edificios, computadoras, máquinas y equipos. Y sin embargo hoy constituyen la espina dorsal de construcción de valor en muchas de las compañías más grandes del mundo.
Las compañías dominantes de turismo no tienen autos ni hoteles, las de comercio por internet no tienen almacenes ni stocks, las que manejan el tráfico no tienen autos y así podemos seguir. Hay características preponderantes en estas compañías:
Los activos inmateriales les permiten una dinámica y flexibilidad superior, en otras palabras edificios y maquinas funcionan en sectores de alta innovación como mochilas de piedras a la hora de realizar cambios profundos.
No es que los activos físicos hayan dejado de ser importantes, para fabricar un motor hacen falta maquinarias. Lo que ha sucedido es que han perdido peso relativo frente a los activos intelectuales.
Estos activos intelectuales requieren dos condimentos básicos:
Diversidad: la innovación se nutre de visiones y procedencias distintas. La creatividad de un grupo está limitada cuando todos venimos de la misma escuela de razonamiento, vivimos experiencias parecidas y tenemos la misma visión del mundo. Como dijo Walter Lippmann, cuando todos piensan igual, nadie está pensando demasiado.
Educación: La creación de empleo en el mundo está concentrada en la población con estudios terciarios y universitarios. La principal variable que permite la movilidad social y la inclusión es el nivel de formación de una persona. Este tema es especialmente preocupante para nuestro país. Con la mitad de los adolescentes que no terminan el secundario, claramente estamos hipotecando nuestro futuro social y económico. El creciente debate sobre el sistema educativo no es solo filosófico y ético, debe ser un aspecto central para nuestro desarrollo como país.
El Capitalismo Intelectual, basado en la economía del conocimiento, jugará un papel predominante en los negocios del futuro. Afortunadamente vemos que este fenómeno no es exclusivo de los emprendedores de Silicon Valley sino que ya está penetrando en todas las industrias tradicionales: autos eléctricos y sin conductor, biotecnología aplicada al campo y la medicina, ropa inteligente y electrodomésticos conectados a Internet son, entre muchos otros. Las revoluciones asociadas al conocimiento, y aquellas sociedades que abracen los valores emprendedores, científicos y educativos ganaran en términos de empleo y riqueza en un mundo donde la brecha se agranda.
El camino no es fácil y está plagado de obstáculos y caídas. Sin embargo, lo que definirá a los negocios y sociedades exitosas en el futuro no es la ausencia de errores sino por la capacidad de aprendizaje. El éxito no pasa por mantenerse en pie, sino por la elegancia para levantarse y seguir corriendo.
Como dijo un visionario en los negocios: Perfecto es demasiado tarde.
El autor es presidente de Accenture