La elección del BID: promesas rotas, internas y una relación herida que involucra a la Argentina
En el gobierno nacional acusan a Andrés Manuel López Obrador de romper un acuerdo; el respaldo velado de Lula a Ilan Goldfajn y las candidatas mujeres que quedaron en el camino
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WASHINGTON.- América latina necesita agua potable, electricidad, escuelas, hospitales y vacunas, banda ancha, rutas y puertos, y tiene que ponerse a tono para resistir el cambio climático. América latina sufre una migración masiva, y es la región más desigual del mundo –un flagelo que la pandemia empeoró–, presa de corrupción, inseguridad, y un estancamiento que recicla el término “década perdida”. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que movió un récord de 23.000 millones de dólares el año pasado, atiende esos problemas en una región que anhela un desarrollo esquivo. Pero la elección de su nuevo presidente, Ilan Goldfajn, mostró más rosca regional que cooperación y visión común en aras del desarrollo.
La escandalosa salida de Mauricio Claver-Carone del BID dejó a América latina ante la oportunidad de recuperar el control del banco, reconstruir su reputación y su credibilidad, y fortalecerlo, capitalizarlo, modernizarlo, agilizarlo. Una hoja de ruta inicial, que develó el ministro de Economía, Sergio Massa, en su último viaje a Washington, buscaba acordar un plan de acción y un candidato de consenso entre la Argentina, Brasil y México, los tres principales accionistas del banco detrás de Estados Unidos. Nunca ocurrió. Al final, la elección del nuevo presidente fue el resultado de promesas rotas, idas y venidas en varios países –Costa Rica, Brasil, México– y un acuerdo en el último minuto que terminó con un reparto de cargos. Goldfajn, favorito desde el inicio, fue el elegido.
La elección dejó herida la relación entre México y la Argentina, y mostró la renovada influencia de Luiz Inácio Lula da Silva: durante todo el proceso, el desenlace pareció depender casi exclusivamente de qué pensaba Lula, y si apoyaba o no a Goldfajn, candidato de Brasil, propuesto por su archirrival, el presidente Jair Bolsonaro. El gobierno de Joe Biden cuidó la relación con el futuro mandatario brasileño. Sin que Lula dijera nada, el BID igual fue para Brasil.
Andrés Manuel López Obrador quebró una promesa que le había hecho a Alberto Fernández de apoyar un candidato argentino, y trató de imponer a Gerardo Esquivel pensando que Goldfajn se caía sin un respaldo de Lula. La movida fue descripta con un verbo inventado: “mejicanear”. El eje con Alberto Fernández quedó deshilachado.
“Ese eje solo existe cuando le conviene a México. Nunca nos acompaña en ninguna”, se quejó una fuente oficial.
La posibilidad de ver a una mujer al frente del BID deberá esperar. Laura Chinchilla, de Costa Rica, muy apreciada en Washington, sufrió una zancadilla irreparable del presidente de su país, Rodrigo Chaves, un rival político, quien primero la respaldó, y luego la bajó sin siquiera consultarla. Una revancha. Alicia Bárcena, de México, inaceptable para Washington por su cercanía con el chavismo y el castrismo, le dejó su lugar a Esquivel. López Obrador no dudó en sacrificar a una mujer de su palo por alguien potable para el Tesoro norteamericano. Cecilia Todesca fue la única mujer propuesta formalmente, pero su nominación llegó a último momento, forzada porque ya Brasil y México y hasta Chile habían presentado candidatos. Todesca nunca tuvo posibilidades reales de llegar. Fue una candidatura para negociar, “testimonial”, se dijo en Washington. Otras mujeres con credenciales, como la ministra de Finanzas de Uruguay, Azucena Arbeleche, o la secretaria General de la UNCTAD, Rebeca Grynspan, nunca fueron seriamente consideradas.
Europa ya puso a dos mujeres al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde y Kristalina Georgieva, un dato para recordar la próxima vez que en la región se hable de cerrar la brecha de género y romper “el techo de cristal”.
Sin visión ni candidato común, los países jugaron su juego. Bolsonaro movió rápido y primero, unos días antes de perder en la segunda vuelta contra Lula, sin consultarlo. La nominación de Goldfajn cayó mal en el Partido de los Trabajadores, que intentó postergar la elección, algo inviable. Gabriel Boric, de Chile, vio una oportunidad en la puja regional y propuso a Eyzaguirre, un candidato para jugarle de igual a igual a Goldfajn. Dos economistas sólidos, con experiencia en Washington, y capaces de pasar el tamiz del Tesoro. México subió a Esquivel para no quedarse atrás. La Argentina, que aspiraba a definir el candidato antes del cierre de las nominaciones, terminó impulsando a último momento a Todesca, quien debió cambiar sus planes y en vez de viajar a Bali a la cumbre del G20 con Alberto Fernández viajó a Washington. Trinidad y Tobago subió a Gerard Johnson a la pelea, por el Caribe.
El resultado: América latina igualó el récord de 2005, cuando se eligió al sucesor de Enrique Iglesias, y también se presentaron cinco candidatos. Ese año, Brasil, Colombia, Perú, Nicaragua y Venezuela buscaron la presidencia. Luis Alberto Moreno, de Colombia, antecesor de Claver-Carone, se quedó con el cargo. Las negociaciones se aceleraron el fin de semana. Dos días antes de la elección, Celso Amorim ofreció un apoyo velado a favor de Goldfajn al señalar que no tenía nada “en contra”, y podían trabajar con él. Goldfajn siempre dijo que tenía respaldo en Brasil a favor de su designación. El domingo, el día de la elección, el gobierno argentino divulgó a primera hora el acuerdo forjado con Brasil, Estados Unidos y Canadá. Todesca, la única mujer en carrera, se bajó. Goldfajn fue elegido presidente.
Ningún país habló en concreto sobre qué quería para el banco. Al final, todo pareció girar alrededor de quién se quedaba con qué. En la negociación final, Brasil se quedó con la presidencia, Estados Unidos con la vicepresidencia ejecutiva –algo habitual hasta la llegada de Claver-Carone–, y la Argentina logró tres cargos, incluida una vicepresidencia. “Es un buen arreglo para el país”, fue el mensaje que ofreció el Gobierno. Una región que giró a la centroizquierda –con varios matices– se quedó con el candidato de Bolsonaro, un presidente ultraderechista, derrotado. México se quedó sin nada, y ventiló su bronca en público.
“Lamentamos que en las elecciones del BID continúe la política de más de lo mismo”, dijo la Secretaría de Hacienda en un comunicado, luego de la elección.
Molesto, López Obrador insistió con ese mensaje en su mañanera, un día después, este lunes: “No hay un cambio en la elección del director del BID, es más de lo mismo, es lo que se ha venido aplicando durante todo el periodo neoliberal, se ponen de acuerdo con el visto bueno de Estados Unidos y así eligen”, declaró el mandatario desde el Palacio Nacional.
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