La educación como inversión: cuánto rinden los años de estudio
1. Educación. “Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”, decía Derek C. Bok, exrector de la Universidad de Harvard. El concepto de tasa de rendimiento de la inversión en educación es muy similar al de cualquier otra inversión. Es un resumen de los costos y beneficios de la inversión incurrida en diferentes momentos de la vida y se expresa en un rendimiento anual. Los rendimientos de la inversión en educación basados en la teoría del capital humano se estiman desde fines de la década de 1950, y se demostró que las inversiones en educación aumentan la productividad futura de las personas y, por ende, sus ingresos.
2. Metodología. La tasa de rendimiento de la educación equipara el valor de las ganancias de por vida del individuo al valor actual neto de sus costos educativos. Es decir, ¿alcanzarán mis ingresos futuros para repagar mi inversión en educación? Para que una inversión se justifique económicamente, la tasa de rendimiento debe ser positiva y más alta que la de una inversión alternativa. Sopesar costos y beneficios significa invertir solo si la tasa excede el costo de pedir prestado, asignándole además un porcentaje al riesgo. Los costos en los que incurre un individuo son las ganancias no percibidas en el tiempo de estudio, más los gastos de la escolaridad. Los beneficios netos equivalen a la cantidad de dinero adicional que gana una persona con mayor educación (después de impuestos), en comparación con una persona con menos educación.
3. Resultados. Los estudios de mayor vigencia, realizados entre 1950 y 2014, demuestran que la tasa de rendimiento de un año adicional de educación ronda el 8,8%. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el rendimiento promedio a largo plazo de las acciones y los bonos entre 1966 y 2015 fue de 2,4% frente al 10,5% de la inversión en educación. A nivel global hubo un aumento en los retornos desde los años 2000: los rendimientos de la educación aumentaron en el siglo XXI en un 4% en relación con la segunda mitad del siglo pasado. Esto resulta a priori contraintuitivo. Dado que desde 1970 la matrícula en la educación superior se triplicó, la mayor competencia debería haber bajado la rentabilidad; sin embargo, las tasas de rendimiento a lo largo del tiempo no fluctúan mucho, porque a medida que aumenta la oferta de mano de obra educada también lo hace la demanda de habilidades superiores, por lo que no se deprimen los rendimientos.
4. En el país. El CEP (Centro de Estudios para la Producción) XXI de la Argentina hizo esta semana un estudio sobre las credenciales universitarias y diferenciales salariales en la estructura productiva del país. Se buscó analizar bajo iguales condiciones de edad, género, experiencia, región, sector productivo y tamaño de empresa, cuánto del diferencial salarial entre dos personas se explica por la carrera universitaria profesional. Entre las 20 áreas del conocimiento con mejores remuneraciones, 11 son ingenierías; se destacan la naval, la petrolera y la eléctrica. Criminología, farmacia, informática, derecho y economía también están entre los campos mejor remunerados. En el extremo opuesto del ranking se encuentra arqueología, teatro y danza, astronomía y ciencias naturales.
5. Retorno social. Si bien lo anterior es la cara “individual” de los retornos de la educación y la más factible de medir, la inversión en educación no debe medirse solo como un beneficio privado, sino también por su impacto a nivel social. Una población más educada proporciona a los países mejores condiciones para el crecimiento de largo plazo, con el cual los gobiernos se benefician con una mayor recaudación, un mayor compromiso con el proceso democrático y una tendencia a estilos de vida más saludables.
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