La economía se frena hasta ver el plan Martín Guzmán y el éxito del canje
"Si no funciona, es un quilombo". Sin eufemismos, un importante funcionario respondía así a la pregunta de qué piensa hacer el Gobierno en el caso de que el ministro de Economía, Martín Guzmán, no logre adhesiones suficientes para la emisión de los tres bonos en pesos que lanzó la semana pasada y que completará hoy. La frase llama la atención por su honestidad, pero también deja entrever el gran voluntarismo que hay en el Gobierno para que su plan A funcione.
Lo mismo pareciera aplicarse a la economía en general. El equipo económico no solo no ha dado detalles de cuál es el "plan A" ni de cómo espera llevarlo a cabo, sino que, de fracasar, no tiene un camino alternativo explorado. El problema es que no hay ministerio en el que no se repita la frase: "Hasta que no se arregle lo de la deuda, está todo parado". ¿Qué pasa si la reestructuración se extiende más allá del exigente cronograma que se impuso Guzmán? No hay quién se anime a ensayar esta hipótesis.
La emisión de bonos de hoy es de suma importancia para la estabilidad financiera y cambiaria, dado que es a través de estos nuevos títulos que el Gobierno espera hacerse de los pesos para pagar el vencimiento del bono Dual AF20, este jueves. De fracasar, tendrá que emitir unos $100.000 millones en un solo día para no caer en una nueva reprogramación de la deuda en pesos o, aún peor, en default.
Viene de sufrir un traspié en su primer intento, después de que solo el 10% de los tenedores del bono AF20 aceptaran participar, la semana pasada, del canje que había planteado originalmente.
El mercado ahora descuenta que la nueva colocación tendrá una adhesión cuanto menos razonable. Pero el amateurismo con que se planteó el primer canje del bono AF20 dejó un gusto amargo entre inversores, muchos de los cuales son los mismos fondos internacionales que también tienen en su poder bonos argentinos en moneda extranjera. ¿Cómo no previó Finanzas la posibilidad de suscribir los nuevos bonos que se emitirán hoy en especie (entregando a cambio los AF20) para así evitar tener que volcar los pesos del bono Dual al mercado, aunque más no sea por unas horas? Son detalles que para quienes llevan años en el sector financiero no pasan por alto.
La estrategia de Guzmán pasó hasta ahora por refinanciar amigablemente todos los vencimientos en pesos y buscar luego con los bonistas privados una reestructuración de los pasivos en moneda extranjera. En el Gobierno aseguran que las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) serían hoy las menos problemáticas. Los buenos resultados de la gira del presidente Alberto Fernández por Europa abonan la teoría.
La clave del plan A del Gobierno pasa luego por la negociación con los privados. En esa línea, se aceleró en los últimos días el proceso de selección de los bancos que participarán como asesores. Será más de uno y trascendió que Citi y Rothschild serían parte de esa short-list, que luego compartirá la comisión de éxito, estipulada en el 0,1%.
En Economía vienen evitando cualquier contacto formal -e incluso informal- con acreedores del exterior. La orden de no hablar es clara. Sin embargo, como parte del proceso de licitación, diversos bancos sí están llevando a cabo reuniones informales con grandes fondos de Wall Street. Allí habría cierta aceptación de la propuesta de congelar al menos por dos o tres años los pagos de intereses y de capital, para luego ir cobrando además cupones de intereses algo más bajos que los actuales.
"Las posiciones están más cerca de lo que se dice", aseguran quienes participan de algunas mesas informales con inversores. La sustentabilidad de la deuda de la que habla Guzmán depende de tener cuentas fiscales y externas ordenadas -algo que Fernández aprendió en los años en que acompañó a Néstor Kirchner- y, financieramente, la idea que obsesiona a su equipo es que la tasa de crecimiento de la economía sea similar al ratio de los cupones de la deuda. En tal sentido, se cree que la quita nominal de capital no será tan grande como la que descuentan hoy los precios de la deuda en el mercado, que cotizan a apenas el 40% de su valor nominal.
Las buenas intenciones del equipo económico no están en duda. Quienes han tenido la oportunidad de dialogar con Guzmán destacan su seriedad y su compromiso. Pero no ocultan su temor por su falta de experiencia práctica.
En el medio, la incertidumbre que genera la falta de definiciones sobre el plan está haciendo que muchas empresas y provincias endeudadas estén aprovechando para acelerar sus propias refinanciaciones o reestructuraciones. Es el caso de Molino Cañuelas, que estaría pronta a alcanzar un nuevo acuerdo -el anterior se cayó después de las PASO- con sus acreedores. La familia Navilli finalmente les entregará a los bancos el 80% de la empresa.
Más complicada sería la situación de Vicentín. A diferencia de aquella, que no cumplió con su deuda bancaria, pero sí mantuvo funcionando su cadena de pagos, Vicentín tiene un tendal de reclamos de proveedores; son muchos pequeños acreedores nerviosos y poco acostumbrados a procesos de reestructuración que podrían terminar llevando a la empresa a un concurso.
La situación de Vicentín es seguida de cerca por acreedores, pero también por todas las grandes cerealeras. La posibilidad de que el Gobierno decida intervenir en la empresa, como se sugirió en la última semana, revivió el fantasma de posibles intervenciones del Estado en la comercialización de granos. Por ahora, son temores que solo se nutren de la especulación. Aún resuenan entre las compañías del sector las palabras del ahora canciller Felipe Solá, que en plena campaña presidencial planteó la idea de volver a una Junta Nacional de Granos.
No solo en los ministerios los proyectos están paralizados a la espera de que tenga éxito el plan del Gobierno con la deuda. También en las empresas. En su exposición en el Council of the Americas en Nueva York a fines de enero, el ministro Guzmán dejó a varios boquiabiertos cuando admitió que no esperan "una lluvia de inversiones". Sinceridad brutal a los oídos de muchos inversores que tienen intereses en la Argentina y deben definir cómo seguir.
Entre las aerolíneas low cost, las perspectivas no parecen demasiado auspiciosas, aun a pesar del lobby que algunos gobiernos provinciales hicieron por ellas. JetSmart, que acaba de comprar la operación de Norwegian en la Argentina, viene peleando desde hace semanas con AA2000 para que le permita usar los amarres que pertenecían a la línea noruega en el Aeroparque. Ante la negativa, informalmente, el mensaje que llegó a la empresa es que hay instrucciones de La Cámpora -hoy, al frente de Aerolíneas- de no habilitarlo. La empresa tendría previsto hacer oír su reclamo ante la Secretaría de Transporte de Estados Unidos.
Los nuevos controles a las importaciones también empiezan a poner nerviosas a las multinacionales. Unas 40 compañías miembros de la Amcham, la cámara de comercio norteamericana, plantearon internamente el problema. Tienen prevista esta semana una reunión con el secretario de Industria, Ariel Schale, en busca de respuestas. Delegados de la Secretaría de Comercio Exterior norteamericana podrían visitar informalmente el país en los próximos días. Todo indica que será el primer capítulo de una larga novela. Son pequeños conflictos que podrían restar en la buena relación que Fernández supo generar con Washington.
Otras empresas están mirando de cerca el viaje esta semana del canciller Solá a Brasil. El futuro del Mercosur -y del acuerdo del bloque con la Unión Europea- está en gran medida en manos del presidente Jair Bolsonaro. En pos de hacer buenas migas con el gobierno brasileño, la Argentina estaría buscando que el US-Argentina Business Council incorpore a ese país. Así se lo habría hecho saber la embajada argentina en Washington a la Cámara de Comercio local. Es simplemente un gesto, pero que habla de la intención del gobierno de Fernández de seguir acercando posiciones con Brasil, después de un comienzo de relación a los tumbos.
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