La economía mundial, de la solidez a la actual debilidad
LONDRES.- Hace apenas unos meses parecía que la economía mundial era cada vez más sólida. Pero ya no. Ahora se está debilitando y muchos países están sumidos en un estancamiento o van por un camino hacia ese destino. Los precios del petróleo están a la baja y los pedidos a las fábricas disminuyen. Las empresas advierten que habrá menores, lo cual propicia que exista una ola de ventas frenéticas en los mercados accionarios y eso intensifica la desaceleración.
Las economías de Alemania y Japón se contrajeron en los meses recientes. China se está desacelerando más de lo que se esperaba. Incluso se espera que Estados Unidos experimente una desaceleración en 2019, cuando desaparezcan los efectos del estímulo del recorte fiscal por 1,5 billones de dólares del presidente Donald Trump .
Las razones del giro van desde la suba de las tasas de interés, determinado por la Reserva Federal y otros bancos centrales, hasta la guerra comercial desatada por Trump. Además, la probabilidad de que la tortuosa salida del Reino Unido de la Unión Europea afecte el comercio en el canal de la Mancha, desalienta la inversión.
Nada de esto llega a ser una emergencia alarmante, ni siquiera una caída pronunciada de la actividad comercial. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) concluyó hace poco que la economía mundial crecería un 3,5% en 2019, por debajo de 3,7% de este año.
Sin embargo, al declarar que "el crecimiento global ha alcanzado su punto máximo", los investigadores de la OCDE concluyeron en efecto que la situación actual es la mejor que podría haber antes de la siguiente pausa o recesión. Si en verdad este es el punto más alto de la prosperidad mundial, entonces es probable que se horroricen las decenas de millones de personas que todavía no se han recuperado de la devastación de la última recesión.
Pese a que la desaceleración parece moderada, también tiene el potencial de intensificar la sensación general de agravio que irrita a muchas sociedades, lo que contribuye a la aceptación de populistas con tendencia a la autocracia. En una era de lamentos por la injusticia económica y con el avance de movimientos políticos que tachan de amenaza a los inmigrantes, es probable que un crecimiento más débil estimule un mayor conflicto. Un crecimiento más lento no hará que nadie se sienta más seguro acerca de la posibilidad de que los robots remplacen a los humanos o de que los empleos tengan salarios más bajos.
"Solo va a exacerbar las tensiones que han provocado los problemas políticos y socioeconómicos que hemos visto en EE.UU. y en parte de Europa", señaló Thomas A. Bernes, economista del Centro para la Innovación en Gobernabilidad, una institución canadiense de investigación. "La desigualdad será todavía más pronunciada", agregó.
En Grecia, España e Italia, la tasa de desempleo para los jóvenes está estancada y rebasa el 30%. En el Reino Unido, el trabajador promedio no ha recibido una suba salarial durante más de una década, después de contabilizar la inflación. La economía de Sudáfrica es hoy menor que en 2010 y el país está en una recesión.
En Estados Unidos, la tasa de desempleo es muy baja, pero de acuerdo con el Departamento del Trabajo hay gente que ha dejado de buscar empleo y cayó la proporción de personas en edad productiva que tienen ocupación.
"Ya de por sí había un estancamiento en los salarios y la productividad y ahora la guerra comercial lo ha exacerbado todo", comentó Swati Dhingra, economista de la Escuela de Economía de Londres . Trump ha atacado a China como si fuera una amenaza mortal para Estados Unidos. Ha acusado a Pekín de subsidiar exportaciones y robar propiedad intelectual y ha impuesto aranceles a exportaciones chinas. Eso no logró muchos cambios en las prácticas chinas. De hecho, ha aumentado el déficit comercial de Estados Unidos, en forma contraria a lo pretendido por Trump. Pero sí se han puesto obstáculos a la fuerza industrial china.
Como China es la segunda economía más grande del mundo, su desaceleración tienen amplias repercusiones y eso ayuda a explicar, por ejemplo, la pronunciada caída de los pedidos a las fábricas instaladas en Alemania. Los agricultores estadounidenses han perdido ventas porque China respondió a los aranceles golpeando los impuestos de las importaciones procedentes de EE.UU. Los mercados accionarios y los precios del petróleo se desplomaron en parte por temor a que China compre menos.
Gran parte de la caída de las cotizaciones bursátiles en Estados Unidos refleja la situación de cada vez mayor acoso a las principales empresas de tecnología como Facebook. Pero las acciones del sector también han caído porque muchas compañías, entre ellas Apple, dependen de China para sus enormes volúmenes de ventas.
Un vistazo a la cuenta de Twitter de Trump revela que los precios de las acciones le preocupan. Conforme retroceden los mercados, el gobierno de Trump ha enviado señales de que tal vez considere una tregua con China para reducir el daño económico.
Sin embargo, el conflicto va más allá del comercio, por la presencia de los belicistas en el gobierno estadounidense que intentan afectar a China para impedir su continuo ascenso como una superpotencia mundial.
A la vez, Trump tiene una obsesión cada vez mayor con la Reserva Federal, a la cual acaba de tildar como "un problema mucho mayor que China" en una entrevista con The Washington Post. Al aumentar las tasas de interés, el Banco Central de Estados Unidos actúa conforme a la vieja idea de que demasiado dinero fácil en circulación durante demasiado tiempo tiende a crear problemas, desde precios más altos hasta daños financieros. No obstante, el efecto de subir las tasas es que se limita el crecimiento económico de EE.UU. De ahí, el descontento de Trump.
La medida de la Reserva Federal ha provocado dificultades en los mercados emergentes. Las tasas de interés más altas han obligado a los inversores a abandonar las economías en desarrollo para buscar oportunidades más seguras y fructíferas en Estados Unidos. Esto ha contribuido a crisis en Turquía y en la Argentina.
El Banco Central Europeo estuvo retirando el dinero barato que liberó para combatir la crisis: disminuyó gradualmente la compra de bonos. Esto encareció el crédito en todo el continente y privó a las empresas del capital necesario para financiar su expansión. También eliminó la idea de que Europa había trascendido el letargo de la última década.
La economía mundial está muy lejos de las épocas aterradoras de la crisis financiera. Pero nunca recuperó su ritmo como para generar grandes cantidades de empleos o incrementos significativos a los salarios. Y ahora vivimos en tiempos más austeros.
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