La economía de 2013, sin recesión pero fría
El objetivo de esta nota es reflexionar a grandes rasgos sobre la economía argentina en 2013, asumiendo que este año está básicamente jugado en cuanto a tasas de inflación, crecimiento y valores del dólar oficial y paralelo.
El que viene es más complejo de estimar porque se trata de un año electoral. El Gobierno desplegará toda la artillería (gasto público, consumo popular, planes sociales) para influir en la elección. Es crucial aproximar los dos tercios para consolidar el gran proyecto político del kirchnerismo, que es el tercer mandato o incluso la reelección indefinida. A este objetivo apuntan también Evo Morales, Correa y Chávez.
¿Cuál será el contexto internacional en 2013? Estados Unidos crecerá algo más de 2%, con un mercado de trabajo en lenta recuperación. Europa lo hará a menos de 1%, resolviendo los problemas gradualmente pero con el novelón por entregas abierto; China crecerá 7%, y la región seguirá en esta luna de miel que arrancó con el nuevo siglo. A pesar del contexto frágil y volátil del mundo, el escenario seguirá siendo favorable en 2013 gracias a las bajas tasas de interés, el comercio dinámico y los precios de commodities en alza. No se da la W (segunda recesión).
Los países de la región con diferentes "modelos" han obtenido buenos resultados, en particular desde 2007. La única excepción es Venezuela que, a pesar del crudo a 90 dólares, experimentó la estanflación.
La Argentina, sobre la base de lo que ocurre en el mundo y de la propia dinámica interna, repetirá la tasa de 2012 y crecerá entre 1 y 2% en 2013. El consumo privado va a ser alentado y puede crecer aún más. La inversión seguirá deprimida, explicada por el retroceso en construcción y bienes de equipo (en especial en importados). Este comportamiento obedece a la incertidumbre reinante reflejada por el riesgo país de cuatro dígitos a pesar del desendeudamiento. Influye también en la inversión el freno del nivel de actividad que comenzó en febrero de 2011 y que se agudizó en octubre.
El gasto público, que ha crecido más que el PBI desde 2002, seguirá en expansión. En el promedio de la democracia fue de un 33% respecto del producto y en el período K, de 43 por ciento. No se desmantelará el esquema de subsidios, ya que seguir ese camino tiene mucho riesgo para el Gobierno, por el desafío electoral.
El sector externo seguirá perdiendo dinamismo por las prácticas proteccionistas. Las importaciones corresponden a un país cerrado al comercio y representan solo 15% del PBI.
El empleo se destruirá parcialmente en 2013, como lo hizo en 2012, con una tasa de desocupación que puede llegar hacia fines del año a los dos dígitos. La política de sustituir importaciones es marginal para generar empleo, frente a esta tendencia estructural en el mercado de trabajo.
La inflación seguirá su curso inercial, ubicándose en un nivel de alrededor de 25% anual. Esta inflación agudizará el retraso cambiario que ya es muy importante para pymes, economías regionales y para el sector manufacturero en general, cuestión que se agudiza por la apreciación del dólar frente al euro.
La inflación también dificulta que baje la pobreza, situación instalada en 11 millones de personas que no llegan a adquirir una canasta correctamente medida en su valor de bienes y servicios.
El déficit fiscal consolidado bien computado estará en torno a 4% del PBI, lo que alimentará el cobro del impuesto inflacionario en un año intensivo en pedidos de fondos al Banco Central y a la Anses.
En pocos días veremos en los diarios los resultados del estudio de competitividad más reconocido del mundo (World Economic Forum - WEF). Estimo que estaremos en la posición 90, si se tiene en cuenta que 140 es el peor resultado posible para un país. Chile se ubicará cerca del puesto 30 y Brasil estará aproximadamente en el 50.
¿Por qué está tan mal ubicado el país en mediciones recientes del WEF? Básicamente, el puntaje crítico en la última década obedece a instituciones débiles, inseguridad jurídica, cambio de reglas e inflación.
A partir del análisis del indicador descompuesto en factores principales, podemos replantear la agenda de mediano plazo. En el corto miremos a Brasil, que no es la panacea pero que ofrece un conjunto de buenas prácticas de política económica con buenos resultados, consolidados desde Fernando Cardoso hasta Dilma Rousseff.
La Argentina no está en terapia intensiva. Hay factores positivos: Brasil está creciendo más, el mundo como un todo juega a favor, el precio de la soja está arriba, las reservas todavía se ubican en 12 puntos del PBI, el desempleo está en un dígito, la deuda pública muy baja, hay una inclusión social importante por medidas como la extensión de la jubilación y la Asignación Universal por Hijo, etcétera.
Hay, por otra parte, restricciones (en los planos fiscal, externo, energético y social), pero la más importante es la falta de concepción de un modelo alternativo en esta fase de desaceleración.
Este régimen, salvando las distancias, se asemeja al patrón histórico aplicado desde los 40. Hemos vuelto a viejos vicios y distorsiones que frenaron nuestro desarrollo relativo. La oportunidad de crecer con equidad sigue presente y es inteligente inspirarse en el 80% de los países de la región.
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