La economía argentina ¿es capitalista o socialista?
“El capitalismo no ha dado resultados”, afirmó el presidente Alberto Ángel Fernández, en un foro económico que tuvo lugar en San Petersburgo. Utilizando la misma vara se puede afirmar que el matrimonio, la democracia y la medicina tampoco han dado resultados. Solo medio en chiste se podría afirmar que los argentinos nos salvamos, porque vivimos en un país que está más cerca del socialismo que del capitalismo. Pero más allá de la ironía, la cuestión amerita ser analizada.
Al respecto, conversé con el galés Robert Owen (1771-1858), quien en 1813 publicó Una nueva visión de la sociedad, pero es más recordado por su actividad que por sus escritos.
–Su actividad se desarrolló en tres etapas.
–Así es. La primera comenzó en 1797, cuando compré una hilandería en New Lanark, Escocia, proporcionándole vivienda barata a los trabajadores y escuela a sus hijos; la segunda empezó en 1824, cuando migré a los Estados Unidos, donde fundé una cooperativa, pero el experimento fracasó prácticamente desde el principio, y agoté la mayor parte de mi fortuna. Y la tercera etapa arrancó en 1829, cuando me instalé en Gran Bretaña y comencé a militar en política.
–¿En qué idea basó su actividad empresaria?
–Contrariamente a lo que pensaban los luddistas, para quienes la solución de los problemas generados por la súbita mecanización consistía en romper las máquinas, mi posición era que lo que había que hacer era organizar la economía sobre la base de los principios cooperativos. A la luz de cómo me fue, particularmente en los Estados Unidos, fui incluido en la categoría de socialista utópico. A propósito: ¿habrá existido Ned Ludd, o será un nombre de fantasía?
–El capitalismo, ¿dio buenos resultados?
–¿Me permite que le mencione a alguien que habló de manera entusiasta de los logros del capitalismo? Juego plata que no lo va a adivinar.
–Me puso en un brete. ¿Quién?
–Karl Heinrich Marx, en El capital. Observando el desarrollo productivo ocurrido en la última parte del siglo XVIII y en la primera mitad del XIX, particularmente en Inglaterra. Lo cual no le impidió pronosticar que, debido a las “contradicciones internas”, el capitalismo se transformaría en el comunismo. Pronóstico que terminó en un completo fracaso, simbolizado en la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989.
–¿Qué le parece la hipótesis de que la Unión Soviética implosionó, porque los 2 millones de funcionarios que trabajaban en el Gosplan, la oficina de planificación, no contaban con computadoras suficientemente poderosas y rápidas?
–Una tontería, pero que alimenta las fantasías de aquellos que piensan que lo que ocurrió entre 1917 y 1989 es solo un capítulo de la lucha entre sistemas económicos, y que con ayuda del cambio tecnológico en el plano informático se podrá replicar el accionar empresario en las planillas de cálculo que manipulan los funcionarios. La tontería se convierte en una peligrosa utopía, cuando se la intenta volver a poner a prueba. El talento empresario, condición necesaria para el funcionamiento de las firmas, no es modelable por algún algoritmo, excepto en las obras de Isaac Asimov.
–El capitalismo no soluciona todos los problemas.
–¿Usted conoce alguna institución que solucione todos los problemas? Con el mismo criterio podríamos descalificar a la democracia, a la familia y a la ciencia en general. Pero algunas acusaciones son falsas y otras por lo menos discutibles.
–Explíquese.
–Pensar que el capitalismo creó injusticias, sugiriendo que antes del capitalismo las sociedades eran justas, es no pensar. Lo discutible es la cuestión de la desigualdad. No contamos con estadísticas referidas a la distribución del ingreso en la Antigua Roma, aunque la expresión “vivir como reyes” debe ser bien antigua. Joseph Alois Schumpeter decía que los reyes siempre vistieron medias, que lo bueno del capitalismo es que también las secretarias las pudieron tener.
–¿Está usted diciendo que el capitalismo funciona?
–Estoy diciendo que toda persona que tenga alguna responsabilidad ejecutiva, o todo profesional que quiera aportar a la solución de los problemas concretos, tiene que abandonar los debates estériles y dejar de soñar con utopías, para averiguar qué se puede hacer para mejorar el funcionamiento del único sistema que quedó en pie. Discutiendo a partir de la realidad, no asumiendo comportamientos angelicales, ni de los funcionarios ni de los integrantes del sector privado.
–¿Qué deberíamos mirar para calificar como capitalista o socialista al sistema económico que rige en un país?
–Imposible responder esta pregunta con precisión. Quien mira el nivel de la presión tributaria, o la cantidad de regulaciones y restricciones que enfrenta la porción formal de la economía privada, no duda en calificar a la economía argentina como socialista; mientras quien mira que los dueños de las empresas todavía pueden usufructuar alguna porción de los beneficios generados por ellas, sostiene que es una economía capitalista. Ese debate distrae.
–¿Distrae de qué?
–De poner los diagnósticos concretos, al servicio de las medidas también concretas, que permitan solucionar los problemas reales. En su país, como en cualquier otro, las personas enfrentan problemas de ocupación y desocupación, pobreza, etcétera, y en el suyo, además, el de la inflación. La cuestión, a corto plazo, es qué pueden hacer las actuales autoridades, con el problema político que existe, el hecho de que no existe un ministro coordinador de las acciones económicas, la falta de credibilidad de la población en las acciones de gobierno, etcétera.
–¿Y a plazo más largo?
–El domingo pasado usted se ocupó de las implicancias económicas de la elección de 2021, pero también hay que plantear cómo se está preparando la oposición, por si tiene la “mala suerte” de vencer al oficialismo cuando el 10 de diciembre de 2023 termine el mandato del presidente Fernández.
–En un país donde no se sabe qué va a ocurrir la semana que viene, ¿no es muy prematuro?
–La historia económica argentina muestra que, con lamentable frecuencia, los equipos económicos que acompañan a los flamantes presidentes, suelen llegar muy poco preparados para la tarea que les espera. No estoy diciendo que los partidos de la oposición dediquen el grueso de sus energías a esta tarea, pero me parece fundamental que alguien lo vaya encarando.
–Con temario abierto.
–Con temario flexible, diría yo, en el plano de los instrumentos. Solo Dios sabe cómo estarán las economías mundial y argentina a fines de 2023, pero tanto los desequilibrios que muy probablemente existan en aquel momento, como algunas reformas que haya que encarar, tienen que ser diseñadas, verificado su realismo, y “vendidas”, primero y principal a quien asuma el poder político. Todo esto lleva tiempo.
–Don Robert, muchas gracias.
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