La economía ante el fin de un largo ciclo
El objetivo de estas líneas no es plantear una agenda para el Gobierno sino arriesgar un escenario que muestre una finalización posible del ciclo kirchnerista bajo el prisma de un 2015 muy influido por las elecciones. Lo importante es que no habrá, como muchos plantean desde 2013, un ajuste caótico del estilo Rodrigazo. Será en cambio una transición triste con una herencia difícil para la próxima gestión. Se trata de una economía que, junto con la venezolana, desde Canadá hasta Tierra del Fuego, es casi la única que presentará estanflación en 2015. Comencemos con el contexto internacional.
La recuperación mundial es sólida, pero a pesar de las políticas activas con fuerte estímulo monetario y fiscal que se adoptaron, el proceso ha sido muy lento.
El mundo va a crecer 4% en 2015. Será un buen escenario para los emergentes. Seguramente a fines de ese año Estados Unidos suba la tasa de la Fed y se empiece a complicar el panorama financiero.
La deuda pública americana converge después de un déficit fiscal de dos dígitos mientras que el desempleo podrá estar por debajo de 6% el año próximo. El Banco Central europeo impulsa la flexibilización cuantitativa al estilo americano y es clave evitar la deflación europea en 2015. China, con problemas solucionables, tendrá un ritmo de expansión de 7%.
En el plano local, las Reservas pueden caer a un ritmo que no es para alarmarse en los meses que quedan. La cuenta corriente cada vez más negativa y la falta de financiamiento por cuenta capital, sumado al peso de compromisos más exigentes de deuda hacen proyectar un nivel de Reservas inferior a 20.000 millones de dólares a fin de 2015.
La "pax cambiaria" no está garantizada. Es razonable devaluar al 1,5% promedio mensual sorprendiendo al mercado y evitando la natural especulación de los agentes. Es peligroso entusiasmarse con el 8 a 1. Los tipos de cambio fijos con alta inflación suelen terminar mal. El cepo, por otra parte, llegó para quedarse hasta fin de mandato. No hay chance para desdoblamiento cambiario ni para un sistema de dólar unificado. La suba de la tasa de interés profundiza la recesión, pero es conveniente sostenerla de modo moderado para seguir con una política monetaria coherente.
La devaluación esperable del peso, las paritarias, el financiamiento estructural del Banco Central al Tesoro, que se aceleró desde mediados de 2013, y la inercia, establecen un piso en 35% para la inflación del año entrante en el que el PBI caerá más de 2%.
El mayor gasto de las familias en servicios públicos contribuirá también al incremento de la inflación. No es de esperar ningún plan integral de estabilización. El mayor gasto privado en tarifas públicas no solucionará el desajuste de los déficits gemelos. El Gobierno, con suerte, resolverá un tercio de la distorsión tarifaria que quedaría por corregir en la próxima administración.
Recordemos el proceso salarial exitoso e inclusivo del kirchnerismo que significó pasar de un sueldo real promedio, siendo 2001 igual a 100, de 80 en 2002 a 150 en 2013. Bajar la inflación no significa necesariamente ajuste, como plantea el relato oficial, sino que supone una transferencia de ingresos a la sociedad en un contexto de caída de 15% del salario real proyectado para el bienio. Subirá la conflictividad laboral y el desempleo estará cerca de 9% a fin de 2015. El empleo privado se irá reduciendo y el sector público en parte lo va a compensar con el clientelismo del año electoral.
La inversión bruta de 2015 será muy pobre, inferior a 20% del PBI. Por otra parte, la inversión externa directa seguirá también cayendo. En 2013 fue sólo de 10.000 millones de dólares. No hay almuerzo gratis si no se pueden remitir utilidades. Cepo mediante, la inversión externa se retrae.
El Gobierno, que terminará con muy poca deuda pública, exhibe una estructura productiva que no se modificó durante la década. La industria en particular ha perdido protagonismo en el sistema productivo tanto a nivel de ocupación como en relación con el PBI total. El agro, salvo en soja, también se ha retraído. La energía puede suponer un cambio estructural a largo plazo. Vaca Muerta no dejará casi nada en esta gestión y muy poco en la próxima. A futuro es clave y también una enorme oportunidad.
En el plano social, la Argentina de 2015 es un caso de libro para sumar a los ejemplos del best seller de Piketty. El aumento de la desigualdad experimentado en nuestro país desde la llegada de la democracia supera a cualquier otro país sudamericano y desafía a la democracia misma.
El giro de enero hacia cierta ortodoxia, provocado por el susto, es tardío; si bien dilata problemas más serios que se estaban incubando. Llegaremos con tres cuestiones muy graves en el plano económico a fines de 2015: pobreza en 30% de los hogares, inflación de 35 y 40% y un desequilibrio en energía de magnitud que afectará la dinámica de las cuentas fiscales y externas. Resolver estos tres temas, no excluyentes de otros desafíos, no será una tarea para 2016 sino que se extenderá como mínimo a 2020. Supone cambiar de raíz el enfoque de política económica, para intentar salir del laberinto.
El autor es Director del Área Economía del IAE
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