La desaceleración de China favorece a Estados Unidos
La desaceleración de la economía china y la errática respuesta del gobierno han vapuleado a los mercados en las últimas jornadas. A largo plazo, sin embargo, un crecimiento más moderado en China podría beneficiar a Estados Unidos de varias formas.
En el aspecto económico, el enfriamiento de China mantendría a raya la inflación puesto que el debilitamiento de la demanda del gigante asiático deprime el precio de materias primas, como el cobre, el petróleo y el acero, utilizadas en automóviles, electrónicos y otros productos de consumo, dicen los economistas.
Si China reconfigura su economía para que dependa más de los servicios, una de las metas del actual gobierno, eso ayudaría a las empresas estadounidenses, como firmas de software y compañías de entretenimiento, y reduciría el exceso de producción en sectores industriales de China.
Otro factor que favorecería a EE.UU., según los economistas, es que aumenta el atractivo de invertir en ese país conforme la rentabilidad de las inversiones disminuye en China y crece en EE.UU. A su vez, algunos de los estudiantes chinos más brillantes que estudian en EE.UU. podrían optar por quedarse en el país si las perspectivas económicas de China decaen.
En el ámbito geopolítico, un menor crecimiento de China aplazaría por décadas el momento en el que esta supere a EE.UU. y se transforme en la mayor economía del mundo. Algunos estiman que China podría cruzar esa barrera para 2030. Eso debilitaría las aspiraciones chinas a un liderazgo global y socavaría el "modelo chino" de desarrollo, en el cual el Estado juega un rol clave en la economía. En cambio, la visión estadounidenses de que el crecimiento depende de la innovación y la capacidad de emprendimiento, la libertad de pensamiento y una intervención mínima del gobierno cobrará renovado impulso.
"Los problemas económicos de China probablemente alterarán sutilmente el equilibrio de poder en las negociaciones bilaterales y multilaterales a favor de EE.UU., cuya recuperación económica continúa ganando impulso", dice Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell y ex especialista en China del Fondo Monetario Internacional. "EE.UU. acudirá a las reuniones del G-20 y las instituciones internacionales con una mano más fuerte frente a China", asevera.
La expansión de la economía china es vital para muchos países, entre ellos sus vecinos asiáticos, que dependen del intercambio comercial, y los exportadores de materias primas de América Latina y África. Moody’s Analytics estima que cada reducción de un punto porcentual del Producto Interno Bruto chino reduce el PIB global en medio punto porcentual.
La economía estadounidense, sin embargo, no tiene vínculos tan estrechos con China. Las exportaciones de EE.UU. a ese país representan cerca de 1% del PIB, mientras que la inversión directa china en EE.UU. es una fracción de 1% del total de la inversión extranjera.
"Si China desapareciera del mapa", el crecimiento estadounidense se reduciría en alrededor de un punto porcentual, señala Paul Ashworth, economista de Capital Economics. "Eso ni siquiera es una recesión", sentencia.
Las posibles ventajas que acarrearían una desaceleración de China para EE.UU. han desatado algunas críticas en Beijing. Yao Yudong, investigador del banco central chino, atribuyó las recientes turbulencias en los mercados a los planes de la Reserva Federal de subir las tasas de interés de corto plazo, no a los aprietos económicos de China.
La magnitud de las ventajas que podría obtener EE.UU. depende, en buena medida, de la forma en que China reaccione a sus problemas.
Un giro importante hacia una economía basada en el consumo exigiría que China reduzca las barreras que impiden que los migrantes residan en las ciudades, fortalezca la débil red de protección social para que los ciudadanos no sientan la necesidad de ahorrar tanto y desmantele gran parte del control estatal de los bancos, entre los varios cambios a los que se oponen los poderosos gobiernos provinciales y municipales y las empresas estatales.
Esta clase de reformas crearía una oportunidad enorme para los grandes bancos, aseguradoras y firmas de salud, Internet y entretenimiento estadounidenses de expandir sus negocios en China, según especialistas. Los cambios también les restarían importancia a industrias tradicionales como la siderúrgica y la de neumáticos, que tienen un exceso de capacidad y exportan sus superávits, lo que desemboca en gigantescas disputas comerciales en todo el mundo.
Sin embargo, incluso si China dejara de lado las reformas, acudiera a su viejo libreto e intentara apuntalar las exportaciones, es poco probable que EE.UU. salga muy perjudicado.
Si China intenta expandir su sector industrial, en cambio, se parecería al Japón de los años 90, donde la economía perdía fuerza, la deuda aumentaba para mantener las empresas a flote y se esperaba que el gobierno creara una estrategia industrial para sacar a la economía del atolladero.
Tampoco hay que descartar que una brusca desaceleración económica genere la tentación en el gobierno de emprender algunas aventuras militares en el exterior para conservar su apoyo. De todos modos, incluso en este ámbito, el enfriamiento económico favorecería a EE.UU. "Una cosa es expandir el presupuesto militar 10% al año cuando la economía crece 7% al año", señala Ted Truman, ex funcionario del Departamento del Tesoro durante el gobierno de Barack Obama. "Otra cosa es hacerlo cuando la economía crece 4%. Absorbería el resto del presupuesto. Eso reduciría el desafío de China al dominio estadounidense".