La decisión más difícil: a la hora de despedir, se trata de ser humano
Tanto en la empresa como en el sector público, la desvinculación debe ser llevada adelante con cuidado extremo
Mucho se habla en estos días de los despidos de empleados públicos. Según Fiel, durante los años del kirchnerismo se duplicó la cantidad de gente que trabajaba para el Estado, y hoy llegan casi a los cuatro millones, sumando provincias y municipios. Funciones duplicadas y hasta triplicadas, irregularidades varias, ñoquis y amiguismo fueron moneda corriente, aunque no hay que perder de vista que detrás de cada despido hay una persona.
Las organizaciones modernas tienen en cuenta que su marca empleadora está conformada, entre otras cosas, por cómo la empresa trata a su gente desde el primer día en que entra a trabajar hasta el día en que deja la organización. "Se trata de ser humano a la hora de despedir", dice Alejandro Mascó, director de la consultora HumanBrand. "Hay que saber comunicar algo que la persona no está preparada para escuchar."
Detrás de cada empleado, sea contratado o de planta permanente, hay más personas. Son su familia, hijos, pareja, padres, hermanos, etc., quienes también sufren el cimbronazo que padece la persona que se queda sin trabajo. "En los casos más extremos, los ñoquis, el Estado también debe hacerse cargo del hecho de haber puesto a gente en esa situación y encargarse de devolver a las personas al mundo laboral con muchísimo cuidado", agrega Mascó.
El consultor hace referencia a algunas herramientas que mitigan el impacto, y que pueden ayudar a que la persona salga adelante con menos angustia: talleres de capacitación, bolsas de trabajo y/o un seguro de desempleo para la gente que tiene que salir en busca de un sueldo para mantenerse a sí y a otros. Expertos recomiendan, en el caso del cese del contrato con el Estado, que haya incentivos fiscales para que las empresas privadas absorban personal.
Desde el extremo, el sufrimiento por razones de trabajo y de desocupación puede llevar a la muerte. Raúl Llaneza, delegado de ATE-Indec, relata la situación de personas hostigadas por la administración anterior en su lugar de trabajo después de la intervención del Indec, en 2007. "Fue un momento de mucho estrés. Puedo dar el nombre de cuatro personas que murieron por causas naturales, pero porque sus cuadros se agravaron por la situación. Una de ellas estuvo durante un año sola en un piso sin nada que hacer. Tenía sólo un dispenser de agua caliente y un escritorio. Eso es violencia laboral", asegura.
Según se consigna en la página web del Ministerio de Trabajo, violencia laboral es una forma de abuso de poder que tiene por finalidad excluir o someter al otro. Puede manifestarse como agresión física, acoso sexual o violencia psicológica y se da tanto en sentido vertical (ascendente o descendente) como entre pares. Se ejerce por acción u omisión. Afecta la salud y el bienestar de las personas que trabajan y configura una violación de los derechos humanos y laborales.
Como consecuencia, hay un efecto sobre la salud psicofísica de la persona y puede producir consecuencias negativas en sus relaciones sociales en general y familiares en particular. En la organización también hay efectos. Produce malestar y disminución en la productividad de quienes se quedan.
Pero la violencia laboral puede darse también a la hora del despido si no se sabe o no se tiene en cuenta el enorme impacto emocional que implica. Como dice Mascó, se trata de ser humano, en todo momento.
Desvinculación con cuidado
Y dedicación
El fin del vínculo laboral es un factor de estrés para una persona que no tiene en ese momento otro trabajo o actividad. Hay herramientas para acompañar este proceso, como brindar capacitación, alguna recomendación o un subsidio por desempleo.
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