La fe cambió la vida de Héctor Aníbal Giménez, que pasó de ser un hombre sin rumbo, con problemas con la Justicia y las drogas, a un pastor que convocaba multitudes y congregaba a la iglesia evangélica más grande de la Argentina. Pero su castillo de naipes cayó al suelo cuando empezó a recibir una catarata de denuncias que los desprestigiaron y lo dejaron mal parado.
Héctor Aníbal Giménez no es otro que el Pastor Giménez, que en la década de los ochenta y los noventa acaparaba los medios y era seguido por cientos de miles de fieles en el país y en el extranjero. Nació el 12 de enero de 1957, en San Martín, provincia de Buenos Aires, y se crió en el seno de una familia muy humilde, proveniente de Misiones.
Fue el menor de los 11 hijos que tuvieron Victoriano Giménez y Anselma Mieres, que, ante la malaria económica y las necesidades que sufrían decidieron mudarse desde Misiones a San Martín. A los once años, Héctor empezó a fumar los cigarrillos que conseguía en los quioscos, luego pasó a la marihuana y tiempo después a drogas más duras, como la cocaína.
Como cuenta la pastora Irma Rosa López, que lo conoció cuando ella tenía 15 años y fue su esposa durante 18, Giménez se movió desde muy chico en un mundo de adultos, que no era para nada la mejor influencia para él. "La mayoría de sus primos mayores estaban en la delincuencia y, encima, no es que robaban cosas menores, estaban metidos en robos importantes con armas pesadas, como itacas", relata la pastora.
Por eso, el hombre que se haría popular como el Pastor Giménez tuvo problemas con la Justicia desde muy joven. Su adolescencia estuvo marcada por un estilo de vida delictivo, protagonizó robos, se fugó de su casa familiar y cayó varias veces preso. También, según el mismo confesó, necesitaba droga todo el tiempo y hacía cualquier cosa para conseguirla.
Pero a los 17 años algo empezaría a cambiar en él: un cuñado suyo enfermó gravemente, su hermana lo llevó a una iglesia evangélica y el hombre se curó. Eso quedó picando en la cabeza de Héctor, hasta que un día, escapando de la policía se escondió en una iglesia y sintió que lo que predicaban iba dirigido a él.
En un momento, cuando el pastor de esa congregación preguntó quién quería cambiar su vida, él levantó la mano y dio un paso adelante con su revolver todavía a la vista. Los fieles se espantaron al ver el arma, pero cuando Héctor quedó a solas con el pastor le confesó que él quería cambiar el revólver por la Biblia.
La Pastora Irma cuenta otra versión sobre el acercamiento de Giménez a la religión. "Que yo sepa nunca entró a la iglesia escapando de la policía, porque cuando pisó por primera vez un templo ya estaba trabajando en la fábrica de medias Modecraft y empezaba a encaminarse. Ese primer día llegó tarde y se sentó cerca de la puerta como para escapar, pero empezó a aumentar su concurrencia y en poco tiempo aprendió mucho acerca de la Biblia. ¡Quién iba a decir que en poco tiempo sería el mejor predicador de ese templo!", comenta.
Sea como sea que haya llegado a la iglesia, lo cierto es que se convirtió en evangélico y, como recuerda Irma López puso mucha fuerza de su parte y tuvo muchas ganas de cambiar. Hizo un estudio bíblico, pero no ejerció enseguida como pastor, sino que recién en 1982 empezaría a hacerlo, desde un centro de rehabilitación que había armado en su propia casa y que había bautizado Centro Ondas de Amor y Paz.
La Pastora Irma relata que ya hacía un tiempo que los dos querían hacer algo más grande por el prójimo, así que en un momento a él se le ocurre instalar un lugar para ayudar a chicos con problemas de drogadicción. "Así fue cómo empezamos y nos llegaban desde chicos de hogares pobres hasta hijos de empresarios y jueces, que nos donaban mercadería y nos ayudaban a pagar el alquiler y la luz", recuerda Irma.
Luego, Héctor empezó a predicar en la calle Corrientes, cerca del Obelisco, en lo que se llamó el "Café de Jesús". Allí, se hizo conocido por los medios. "El dinero que podíamos ahorrar lo ubicábamos en radio y televisión, y así empezamos a escalar, a ser entrevistados por la prensa y a ser más conocidos", cuenta Irma.
A partir de ahí, la figura de este pastor creció cada vez más, hasta que se convirtió en un fenómeno popular. Poco a poco, se metió en la televisión y fue uno de los primeros telepredicadores evangélicos en saltar a la fama en la Argentina. Con sus propios espacios televisivos y radiales, hizo llegar su carisma a cada rincón del país.
Convocó multitudinarias reuniones evangélicas en el Luna Park y en grandes estadios de fútbol, a través de su ministerio que conservaba el nombre de "Ondas de Amor y Paz". No solo eso. Fue el primero en traer a la Argentina a importantes pastores mediáticos internacionales, mientras que al mismo tiempo organizaba seminarios de liderazgo.
Empezó también a hacer acciones comunitarias en distintas cárceles, comedores infantiles y centros de salud. Según él mismo dijo alguna vez, la suya pasó a ser la iglesia evangélica más grande del país, llegó a tener 250.000 miembros y a contar con 220 templos. Su sede central, ubicada en el barrio de Almagro, comenzó a ser frecuentada por famosos del ambiente artístico y político.
Aquel chico nacido en San Martín, de familia pobre y pasado delictivo, se había convertido ahora en el principal pastor evangélico de la Argentina, era un personaje tan popular que firmaba autógrafos por la calle, salía en tapa de revistas y recibía la adoración de miles de fieles. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
En 1994, la propia Pastora Irma lo denuncia por tentativa de homicidio, seguida de lesiones graves. A esto se le sumó una denuncia por estafa de una fiel de su iglesia, que lo demandó judicialmente por haberle vendido una casa a través de un plan de viviendas inexistente, algo que. Luego se supo que habían sido varios los estafados por ese sistema.
Por todo esto, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas desafiliaron a su iglesia. Hasta que, finalmente, en 1999 el tribunal donde se le habían acumulado varias denuncias lo obligó a realizar trabajos comunitarios, a cambio de suspender el juicio oral que le esperaba por esas acusaciones. Todo el castillo de naipes del gran predicador se vino abajo y, aunque siguió en lo suyo, ya nunca volvió a ser lo que era. Hace unas semanas fue otra vez noticia, porque se lo acusó de vender alcohol en gel con poderes curativos para sanar el coronavirus.
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