Yes we Kan: cultura ágil y lecciones de innovación de los guerreros mongoles
La figura del gran guerrero mongol es recuperada destacando su capacidad de aprendizaje y flexibilidad
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Durante siglos su nombre fue sinónimo de violencia, salvajismo, sed de sangre y destrucción. Se lo llamó “Poderoso Asesino”, “Azote de Dios”, “Guerrero Perfecto”, “Señor de los Tronos y Coronas”. Su imperio, por muy lejos el más grande en superficie de la historia, se dice, no dejó grandes inventos, ni obras de arte, ni literatura, ni religiones. Y su unidad duró hasta poco después de su muerte, el 18 de agosto de 1227.
Pero algo está cambiando en torno a la figura de Gengis Kan, el gran guerrero mongol. En los últimos años, una decena de libros de no ficción le dieron un nuevo enfoque y contexto a su legado, a partir de nuevos descubrimientos y avances científicos que permiten entender mejor lo que sucedió hace ocho siglos. Gengis Kan se volvió, inclusive, una estrella de la literatura de no ficción sobre cambio e innovación, con autores best sellers como Kevin Kelly o Ryan Holiday que destacan desde su capacidad de aprendizaje y flexibilidad hasta sus lecciones para el nuevo nomadismo digital.
En idioma de startups modernas, inauguró una “cultura ágil”, con su veloz caballería y ataques sorpresa letales, que volvió obsoletas a las armaduras de los pesados ejércitos medievales, con incumbentes más numerosos y fuertes a priori en los papeles, que terminaron sucumbiendo.
“A pesar de que Gengis Kan no nació siendo un genio y tuvo una infancia pobre y cruel, vivió en un ciclo permanente de aprendizaje pragmático, adaptación experimental y planes en revisión constante, que estuvieron articulados a partir de su disciplina única, foco y propósito”, escribe el profesor de antropología y experto en el imperio mongol Jack Weatherford, autor de Gengis Kan y el armado del mundo moderno.
En este cóctel de revisionismo al rescate del Gran Kan hay desde avances genéticos de frontera (de acuerdo a un equipo internacional de genetistas, uno de cada doce hombres en Asia, que equivalen a uno de cada 200 en el mundo, llevan una forma de cromosoma “Y” que se originó en Mongolia en esa época) hasta nuevas tecnologías de desencriptado, que permitieron llegar a una traducción moderna y válida de un manuscrito, La Historia Secreta de los Mongoles, que se creía perdido y se recuperó en Beijing en la década del 30. Está escrito en chino, pero replicando la fonética del dialecto de Mongolia del 1200, con lo cual los académicos tardaron décadas en descifrarlo.
Así se llegaron a algunas conclusiones sorprendentes. En 25 años, los mongoles conquistaron más territorio y personas que los romanos en cuatro siglos. La talla de Gengis Kan como guerrero quedó por encima de Alejandro Magno, los Césares o Napoleón. El territorio que llegaron a dominar abarcaba desde el Pacífico hasta el Mediterráneo, en el equivalente actual a 30 países donde viven 3000 millones de personas.
Y si bien no dejó grandes monumentos, hubo un tipo de estructura arquitectónica que Gengis Kan construyó más que nadie: puentes, decenas de miles. “Su imperio unió y amalgamó culturas que hasta entonces no tenían ningún conocimiento una de la otra”, destaca Weatherford, un académico que divide su tiempo entre los Estados Unidos y Mongolia. Para muchos historiadores, esta apertura de las rutas comerciales fue lo que terminó facilitando el renacimiento en Europa, con conocimientos, productos, servicios y costumbres que llegaban de lugares muy remotos.
En el campo de la nueva divulgación sobre innovación y cambio, Gengis Kan y Mongolia tienen sus fanáticos. Kevin Kelly, el exeditor de Wired, pasó meses en este país y escribió un largo ensayo titulado Qué nos enseñan los nómades mongoles sobre el futuro digital. Kelly salió de la capital de Mongolia, Ulán Bator, para adentrarse en las estepas y ver cómo los habitantes de esas zonas desafiantes mudan todas sus pertenencias dos veces al año, con lo cual cargan solo lo indispensable. El resto lo provee la naturaleza, y para Kelly lo mismo sucederá con nuestro entorno digital en los lugares a los que viajemos.
“Por los nuevos descubrimientos sabemos también que Gengis Kan tenía un costado brutal, pero también otro de mayor tolerancia, menos conocido: permitió la libertad religiosa en los territorios que conquistaba y fue el fundador de la costumbre de darle inmunidad diplomática a los enviados y embajadores de otras regiones”, remarca Elio Rodríguez Marquina, profesional en Ciencias Económicas tucumano, que sigue de cerca esta agenda. Hay varios economistas de la región que viajaron a Mongolia y son estudiosos de la historia y la cultura de ese país; entre otros, Eric Parrado, el economista jefe del BID y María Laura Alzua, economista del Cedlas de la Plata.
Velocidad de la luz
Este costado tolerante menos conocido hizo que, para algunos cientistas políticos defensores de su figura, Mongolia se democratizara “a la velocidad de la luz” una vez que se terminó el dominio soviético en 1990: ese mismo año hubo elecciones libres y al siguiente se instauró la nueva Constitución.
En su best seller El Ego es tu enemigo, Ryan Holiday dedica un capítulo entero a destacar como la apertura del Gran Kan al aprendizaje fue una clave de su éxito militar. También se trata de un caso paradigmático de revolución senior: el líder se dedicó a aprender toda su vida. En los lugares que conquistaba pedía primero conocer a los sabios y a las personas con más conocimientos, a los que nunca ejecutaba. Murió a los 72 años haciendo la guerra contra generales de la mitad de su edad, a los que derrotaba gracias a su experiencia y flexibilidad. “Nunca peleó la misma batalla dos veces”, dice uno de sus biógrafos.
“Fue un estudiante perpetuo, cuyas victorias increíbles fueron el resultado de su habilidad para absorber las mejores tecnologías, prácticas e innovaciones de cada cultura con la que entraba en contacto”, remarca Holiday. “Fue el mayor conquistador de la Historia porque estuvo abierto a aprender más que ningún otro conquistador que jamás haya existido”, continua el autor.
“Se valía de ingenieros chinos para construir nuevas máquinas para derribar murallas, y de mineros alemanes para obtener insumos para su ejército. Al llegar a un nuevo reino convocaba a sus escribas, astrónomos, médicos y pensadores. Facilitó la llegada de limones a China y de fideos a Europa, globalizó las alfombras persas, la herrería francesa y el Islam. Bajó los impuestos y los eliminó para doctores y maestros”, cuenta el autor de El Ego…
Al contrario de lo que se suele creer, el mayor conocimiento es una carrera que suele seguir por el camino de la humildad. El físico John Wheeler, uno de los teóricos de la bomba de hidrógeno, una vez observó que “cuando la isla de nuestro conocimiento crece, lo mismo sucede con su contorno que nos separa del mar de nuestra ignorancia”. La sabiduría de Sócrates: “Solo sé que no sé nada”.
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