La crisis global y el futuro de la región
Esta columna podría denominarse también "El sector externo y los condicionantes a las políticas internas de las economías emergentes", apelativo que, aunque resultare poco original y novedoso, no por ello dejaría a un lado su plena vigencia.
En los tiempos que corren, es interesante observar cómo las economías de tamaño medio afrontaron la crisis global desatada entre los años 2008 y 2009, y siguiendo la misma línea de análisis, presumir un derrotero posible frente a ciertos cambios que presenta el escenario internacional, entre ellos, una leve recuperación de EE.UU. frente a un prolongado estancamiento de la Unión Europea y una desaceleración de los indicadores de crecimiento en China.
En línea con la reflexión previa, podemos afirmar que la Argentina superó 2009 a partir de una vigorosa recuperación en el bienio 2010/11, con un crecimiento promedio anual de 9%, impulsado por fuertes estímulos fiscales y monetarios a la demanda interna en combinación con una política cambiaria y tarifaria administrada frente al resto de los precios de la economía.
2012 se inició con un desequilibrio externo, provocado por factores asociados a la expansión de los años previos y por abultados vencimientos de deuda pública, cuyo impacto redujo significativamente la tasa de crecimiento a 1,9% del PBI.
En ese contexto, el sostén fiscal y monetario de la demanda alcanzó para proteger el empleo y el salario asociado al consumo masivo, pero no pudo revertir el comportamiento negativo de la inversión.
Y, frente a la restricción de divisas, nuestro Gobierno desplegó estratégicamente una política de abordaje, trabajando con la cuenta corriente del balance de pagos y omitiendo la cuenta capital. El ingreso de dólares al país sólo provino de las exportaciones, y con este flujo se afrontaron las importaciones de insumos y energía necesarias para el funcionamiento de la economía y los pagos de servicios reales y financieros. Así, no se apeló a la emisión de deuda pública, ni a la apertura indiscriminada al ingreso de capitales volátiles, ni tampoco a una abrupta devaluación que contrajera las importaciones. Sin grandes turbulencias, se superó el límite externo de 2012 y se transita un 2013 con una nítida tendencia de repunte.
Ahora bien, en un ligero recorrido de la estrategia abordada en el trienio 2010/12 por nuestros vecinos, vemos que la misma, al parecer, se planteó sin límites externos. "Estamos embuchados de dólares", fue la metáfora utilizada por el presidente de la hermana República de Uruguay, José "Pepe" Mujica, para describir tal situación. Y al igual que Uruguay, también Brasil, Chile, Colombia y Perú se abrieron al ingreso de capitales financieros globales, abundantes y ávidos de opciones de rentabilidad extraordinaria en un mundo en crisis, tanto a través de la emisión de deuda soberana como del sostén de una tasa de interés interna real muy positiva respecto de la internacional y de los precios locales.
Hoy, el hecho de haber adoptado este rumbo, los coloca de cara a un escenario de fuerte apreciación de las monedas locales, con la consecuente pérdida de competitividad y primarización de sus economías; políticas fiscales y monetarias conservadoras con el objetivo de estabilizar los precios, para mantener la tasa de interés y el tipo de cambio compatibles con la rentabilidad financiera y, en líneas generales, el aumento de la deuda pública, empresaria y de las familias.
El poderoso Brasil emerge como el más firme ejecutor de este diseño de apertura financiera, que lo ha llevado a tener un sector externo deficitario en su cuenta corriente, sostenido por el ingreso de capitales, atraídos por la tasa de interés real más alta de todo el mundo y una permanente revaluación del real, que reporta pingües beneficios financieros.
De acuerdo con datos proporcionados por la Cepal, el crecimiento promedio del PBI en el trienio 2010/12 fue para Brasil de 3,7%; Chile, 5,9%; Colombia, 4,6%; Perú, 7,3%; Uruguay, 6,1%, y, finalmente, para la Argentina, 6,6%, habiendo aplicado medidas sustancialmente distintas al resto.
A modo de conclusión, podríamos reflexionar acerca de qué definición de política económica fue más acertada. Para ello, es necesario escudriñar el futuro de la liquidez mundial, esto es, centralmente, si la recuperación de EE.UU. provocará el tan temido "vuelo a la calidad" de los capitales, estrangulando externamente las economías emergentes que han practicado la apertura financiera descripta, o bien, la acelerada salida de capitales de Brasil y la resultante depreciación de su moneda, sólo obedece a factores endógenos, derivados de su menguado crecimiento.
Por ahora, todo parece indicar que los reclamos sociales que empiezan a emerger en Brasil y resurgen en Chile son conducidos por las clases populares que demandan mayor calidad de los servicios públicos. En cambio, en nuestro país, las demandas más visibles provienen de sectores sociales privilegiados, "víctimas" de la restricción externa. El escenario está planteado, su resolución aún permanece abierta.
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