La crisis crea riesgos para EE.UU.
La agitación en los mercados y los continuos problemas de China amenazan con socavar su crecimiento económico
En la carrera mundial por el crecimiento económico, Estados Unidos ha sido la tortuga, con su expansión lenta pero constante, mientras que China da señales de agotamiento y el resto del mundo se tambalea. Ahora, la agitación de los mercados y los problemas chinos amenazan con socavar las ya poco alentadoras perspectivas de EE.UU.
Pocos economistas prevén una recesión en EE.UU. De hecho, algunos de los acontecimientos recientes, incluyendo la caída de los precios del petróleo, serán beneficiosos para los consumidores y las empresas de ese país.
Sin embargo, el panorama de un crecimiento mundial desparejo está impulsando el valor del dólar, encareciendo los productos estadounidenses en el extranjero y dificultando las exportaciones. Esto podría frenar a la economía estadounidense en los próximos meses, mientras que las caídas bursátiles perjudicarían la confianza y el gasto de los consumidores. La prolongación de este cuadro haría a las empresas más renuentes a invertir.
Los funcionarios de la Reserva Federal tienen ahora que decidir si alteran o no el curso que habían previsto para las tasas de interés. Durante meses vinieron dando señales de que habría al menos un leve aumento de tasas este año, tal vez a partir de septiembre.
Debido a la incertidumbre en torno a las perspectivas de crecimiento e inflación, la Fed podría ahora replantearse el cronograma y el ritmo de esos planes. En los mercados de futuros, de acuerdo con la Bolsa Mercantil de Chicago, los inversionistas ven una probabilidad de 24% de que las tasas se eleven el próximo mes. Hace una semana, era de alrededor de 50%.
Hay mucho en juego. Si las tasas suben, los precios de los activos podrían desplomarse. A los inversionistas también les preocupa que los responsables de política monetaria carezcan de herramientas para intervenir en la economía si ésta volviera a caer en un pozo.
El presidente del Banco de la Reserva Federal de Atlanta, Dennis Lockhart, quien a principios de este mes dijo que se inclinaba por aumentar las tasas en septiembre, señaló el lunes en un discurso que prevé un aumento este año, si bien evitó precisar una fecha.
"La Fed no debería subir las tasas", dijo en una entrevista Lawrence Summers, profesor de la Universidad de Harvard y ex asesor del gobierno de Barack Obama. "Debería estar pensando en sus planes de contingencia para el caso de que las dificultades financieras se agraven. Debería estar dando señales de que no va a subir las tasas hasta que, y a menos que, vea una clara evidencia de que la inflación está subiendo por encima de 2% o una clara evidencia de euforia en los mercados financieros".
Este tipo de declaraciones incrementa la presión pública para que la presidenta de la Fed, Janet Yellen, no realice cambios. El mero hecho de hablar de aumentos de tasas cuando no hay signos claros de un alza de la inflación o de un auge financiero sería en estos momentos contraproducente, dijo Summers.
El martes, esforzándose por encontrar sentido a una economía estadounidense que resiste a pesar de las amenazas externas, los inversionistas trataron de quedar bien con Dios y con el diablo. El Promedio Industrial Dow Jones llegó a repuntar más de 440 puntos para luego volver a caer y cerrar 204,9 puntos a la baja, o 1,3%, a 15.666,44.
"La gente está rascándose la cabeza (para entender) cómo es que a la economía le está yendo mejor cuando a los mercados les está yendo peor", dice David Rosenberg, economista jefe de la gestora de dinero Gluskin Sheff & Associates. "Los mercados y la economía no siempre tienen que correlacionarse en todo momento".
Desde que salió de la recesión en 2009, EE.UU. ha logrado mantener un crecimiento anual de 2,1%. Rara vez subió o bajó demasiado lejos de ese porcentaje, ni siquiera cuando China se desaceleró y Japón y Europa experimentaron bajones secundarios.
La débil expansión de EE.UU. ha tenido lugar en medio de un apoyo sin precedentes de la Fed, que mantiene su tasa de referencia cerca de cero desde diciembre de 2008 y que ha puesto en marcha varias rondas de programas de compra de bonos para impulsar la inversión.
Economistas encuestados por The Wall Street Journal esperan que el Departamento de Comercio divulgue esta semana que la producción económica se expandió a una tasa anual de 3,3% en el segundo trimestre, más de lo que se había informado anteriormente.
Según analistas de la firma de investigación Macroeconomic Advisers, informes recientes sobre las ventas minoristas y la inversión en viviendas en EE.UU. sugieren que en el tercer trimestre la producción se está expandiendo a un ritmo de 2,4%. El moderado repunte que preveía la Fed parece estar perdiendo fuerza. Sectores como el automotor y el de la vivienda son un contrapeso a las amenazas del exterior. Las ventas de casas usadas están a sus niveles máximos desde 2007 y sus precios se han recuperado con fuerza.
La caída de precios de la gasolina dio un impulso a restaurantes y bares, que han registrado su mayor crecimiento de ventas en años y están aumentando sus contrataciones en medio de una creciente competencia por trabajadores.
Para la mayoría de la clase trabajadora estadounidense, el abaratamiento de la gasolina es más importante que las oscilaciones en Wall Street. "No les importa a cuánto se negocia la acción de Apple", dice Andy Puzder, presidente ejecutivo de CKE Restaurants Inc., operador de las cadenas de hamburgueserías Carl’s Jr. y Hardee’s.
Muchas empresas de EE.UU. están tratando de navegar este panorama global de doble carril, con ligeras ganancias en el mercado interno y nuevas preocupaciones por China y el resto de Asia.
Los ejemplos de esta desconexión global fueron abundantes en los recientes informes de ganancias de compañías de EE.UU.
Por sí misma, China no es una obvia amenaza para la economía estadounidense. El gigante asiático produce 21% de las importaciones de bienes y servicios de EE.UU., lo que le da una gran influencia sobre los precios y los salarios de los consumidores estadounidenses, pero representa sólo 7% de las exportaciones. Dado que estas no son un gran motor de crecimiento para EE.UU., el efecto de una desaceleración de las ventas a China sería limitado. No obstante, los efectos secundarios más generales de la desaceleración china podrían plantear desafíos para las empresas y la economía de EE.UU.
Luego está la cuestión del dólar, que en lo que va del año, según la Fed, se ha apreciado casi 8% frente a una amplia canasta de monedas. El alza se amplió este mes, cuando Beijing dejó que el yuan se devaluara. Un dólar más fuerte también mantiene a raya la inflación porque reduce el precio de los bienes importados, que ya bajaron 10,4% en julio respecto del mismo mes del año pasado.
La Fed ha dicho que no va a elevar las tasas de interés de corto plazo hasta que sus funcionarios no estén "razonablemente seguros" de que la inflación se está acercando a 2%, después de haber estado por debajo de ese umbral durante más de tres años. Ahora, la fortaleza del dólar y la caída de los precios del petróleo ponen esa confianza en duda.
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