La cosmovisión económica del Presidente
Henry Kissinger sostiene que un discurso pertenece al presidente como una encíclica al Papa, independientemente de quién los escribió. La alocución pronunciada por el presidente Fernández, el domingo pasado ante la Asamblea Legislativa, fue particularmente importante porque fue redactada por él mismo, y comenzó enfatizando el valor de la palabra.
Muchos analistas y periodistas objetaron la falta de precisión presidencial en materia económica. Quizás porque Fernández no dijo a cuánto va a estar el dólar el último día hábil de septiembre próximo. Por el contrario, sus palabras fueron verdaderamente precisas para determinar cómo piensa el primer mandatario el funcionamiento económico y el rol de las políticas públicas. Palabras precisas y preocupantes.
Me preocupa el entusiasmo que el Presidente deposita en el funcionamiento de las ferias de la economía social y la agricultura familiar, así como la posibilidad de que productores y consumidores finales puedan gambetear los canales de comercialización. Y me preocupa porque tengo derecho a preguntar: ¿pagarán estas entidades la totalidad de los impuestos, y cumplirán con la totalidad de la legislación laboral, o desde la cúspide del Poder Ejecutivo se está alentando la economía informal? También me preocupa que, a través del procesamiento de la información proporcionada por los empresarios, el Presidente piense que los funcionarios están en condiciones de mejorar las decisiones de aquellos.
Mal implementada, la intervención estatal reduce la competencia porque frente al desafío del Estado los competidores se abroquelan para defender intereses comunes.
Me preocupa cómo el presidente Fernández conecta la comprensión del Papa, Merkel, Macron, etcétera, con la renegociación concreta con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y sobre todo con los tenedores de bonos que hay que reperfilar. Mientras no le pidamos más fondos, la primera pinta más fácil que la segunda.
Por último, me preocupa el entusiasmo presidencial con lo que cabe esperar de un Consejo Económico y Social para el Desarrollo Argentino. Que no se ocupará del corto plazo, es decir, no discutirá precios, ni salarios ni paritarias, sino cuestiones estructurales.
A cualquiera que en un país como la Argentina tiene una responsabilidad ejecutiva, siempre le doy el beneficio de la duda. Esto, obviamente, incluye al Presidente. Aquí la cuestión es la velocidad con la cual va a corregir si sus entusiasmos prueban ser exagerados.
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