La conexión rusa: la trama de viajes y lealtades detrás de la simpatía kirchnerista por Vladimir Putin
Francisco Cafiero es secretario de Asuntos Internacionales para la Defensa y primo del canciller, Santiago Cafiero. Los sellos de su pasaporte muestran la pendularidad de la política exterior argentina desde fines del año pasado.
Cafiero estuvo en Washington entre el 20 y el 24 de noviembre para reunirse con Dan Erikson, su par norteamericano. Pero 10 días después partió camino a Moscú para ver al general Alexander Fomin -se intercambiaron regalos-, participar de una conferencia y llevar en papel un acuerdo para la formación de militares argentinos en Rusia que ya tenía la firma de su jefe, el ministro Jorge Taiana.
Cafiero estuvo en Rusia más tiempo que en Estados Unidos, pero le salió más barato. Gastó 1.104 euros, a los que se le sumaron 135 euros para cubrir el seguro. Sucede que el país anfitrión pagó el avión y el alojamiento.
En Moscú mantuvimos reuniones con autoridades de Rosonboronexport y del Servicio Federal de Cooperación Técnica Militar.
— Francisco Cafiero (@FranCafiero) December 7, 2021
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Las fotos con los militares rusos dos meses antes de la invasión a Ucrania muestran al enviado del Ministerio de Defensa desplegando la simpatía propia de la diplomacia tras alcanzar un objetivo.
Entre los compromisos asumidos, Cafiero pactó ser el anfitrión de la próxima reunión entre la Argentina y el Servicio Federal de Cooperación Técnica Militar. Debería ocurrir en el primer semestre de este año, aunque la cita es más compleja tras la invasión a Ucrania.
La Argentina tiene 333 convenios bilaterales con 40 países, pero el que se cerró en diciembre llegó en un mal momento. La oposición cuestiona, por ejemplo, que se haya avanzado en un acuerdo para entrenar militares argentinos educados para defender la democracia bajo las órdenes de la milicia rusa, que mostró una cara despiadada en los últimos días.
El caso anterior es un mojón en la estructura más amplia de relaciones y afinidades del gobierno argentino con la nación que lidera Vladimir Putin. Se encuadran en un proceso que motorizó Cristina Kirchner en su última gestión y alcanzó mayor profundidad con Alberto Fernández.
En el reverso de esa proliferación quizás esté la explicación al contorsionismo discursivo del Frente de Todos para evitar una condena completa -lo hizo en la ONU, pero no aplicó sanciones comerciales ni dio de baja acuerdos- a la invasión a Ucrania.
Con fechas, montos y motivos de muchos de los viajes, así lo muestra una recopilación de LA NACION en base a pedidos de acceso a la información pública, la reconstrucción de ciertos episodios e imágenes difundidas por funcionarios.
La relación del kirchnerismo con Rusia comenzó desde la cúpula. Cristina Kirchner alumbró el vínculo entre 2014 y 2015, año en el que visitó a Putin junto con 200 funcionarios y 60 empresarios. Reconoció haber quedado sorprendida positivamente con ciertas actitudes del presidente hacia ella.
Un episodio para destacar ocurrió en 2015. Cuando se estaba yendo tras una visita al líder ruso, Putin ordenó frenar el auto que llevaba a la vicepresidenta para entregarle una caja de madera que contenía una carta que José de San Martín le envió a Martín O’Higgins. Estaba fechada en abril de 1835 y Putin la había mandado a comprar en Nueva York para ella, según el relato de Cristina Kirchner. “Tomá mate con chocolate… si quería sorprenderme lo había logrado”, reconoció tiempo atrás sobre el obsequio que luego fue incautado por la Justicia en un allanamiento a su casa de El Calafate.
Uno de los acuerdos que firmó la presidenta en aquella ocasión habla sobre “la Protección Mutua de la Información Secreta en el Ámbito de la Cooperación Técnico-Militar”. Debía facilitar “el desarrollo de la cooperación en materia de producción conjunta de equipos de uso militar y en el campo tecnológico, la formación de especialistas, ejecución de trabajos científicos, de investigación y de diseño experimental conjuntos, entre otras iniciativas”. El acuerdo continúa vigente, según la Cancillería argentina.
La conexión con Rusia se incrementó en el gobierno de Alberto Fernández a través de segundos y terceros mandos de ambos estados. Proliferaron viajes de funcionarios al Este por la diplomacia de las vacunas y la promesa de plata, un hechizo sin beneficios visibles en el que suelen caer los presidentes argentinos.
Desde que comenzó la gestión de Fernández hasta principios de año, ministros y funcionarios de nueve carteras fueron al menos 19 veces a Rusia. A eso se le suman distintos viajes de empleados de la Anmat, que reguló la aprobación de las vacunas, y la llegada al Kremlin, días antes de la guerra, de una comitiva liderada por el propio Presidente.
Los acompañantes de Alberto Fernández en ese viaje muestran la importancia de Rusia para la gestión actual. Fueron unas 200 personas y tan solo el alquiler de un jet a Aerolíneas Argentinas costó, según la reconstrucción de LA NACION, US$596.000. Cuando Mauricio Macri visitó a Putin, en 2018, estuvo acompañado por unos 10 invitados.
Los rusos también vienen a la Argentina. El 17 de febrero del año pasado Agustín Rossi, entonces ministro de Defensa, recibió una visita del vicedirector del Servicio Federal de Cooperación Técnica- Militar (SFCTM), Anatoly Punchuk, acompañado del embajador de ese país en la Argentina, Dmitry Feoktistov, y una numerosa delegación rusa. Meses después, su sucesor Taiana recibió al embajador ruso, que buscaba vender o donar armas al país.
Entre 67 países visitados por miembros de los ministerios, Rusia ocupa el 13° lugar entre los destinos frecuentes. Pero asciende al séptimo si se le restan a la lista los viajes a países de la región. Está casi al mismo nivel que España.
Los viajes de los funcionarios a Rusia muestran con qué material están hechos los puentes entre la Casa Rosada y el Kremlin. La ministra de Salud, Carla Vizotti, es la que más veces estuvo. Fue en octubre de 2020, en agosto de 2021 y en diciembre de ese último año para juntarse con el Fondo de Inversión Directa y el Instituto Gamaleya -en dos ocasiones- y con el laboratorio fabricante de la Sputnik V.
La provisión de la vacuna a la Argentina es posiblemente la mayor deuda de lealtad de la Argentina con Putin, quien aceptó mandar al país el producto que incluso faltaba en Rusia.
Eran tiempos en que el mundo estaba ávido de una solución contra el Covid 19 y el Gobierno le había cerrado la puerta a Pfizer. Distintos movimientos del Ministerio de Salud muestran el valor que le dio la Casa Rosada a la vacuna rusa.
El 23 de diciembre de 2020 llegaban imágenes de cómo se cargaban las primeras dosis en el avión de la denominada Operación Moscú. Al mismo tiempo, se estaban aprobando e intercambiando entre el Ministerio de Salud y la Anmat por lo menos cinco documentos, incluido el dictamen de la Dirección de Asuntos Jurídicos de la cartera de Ginés González García a favor de la aprobación del producto. El proceso no demoró más de una hora y media. Todo ocurrió entre las 11.11 y las 12.46 del día previo a la Nochebuena.
La diplomacia de las vacunas le dio pasado a un entretejido compuesto por llamados frecuentes a funcionarios rusos, viajes de Aerolíneas Argentinas a Moscú y pagos por los servicios prestados que inauguraron una nueva tradición en la Casa Rosada: ignorar el cepo cambiario que rige para toda la población y cancelar los compromisos a tiempo.
Economía es otra pata de la relación con Rusia. El ministro Martín Guzmán llegó a Moscú el 19 de abril del año pasado junto a tres de sus colaboradores. Y volvió a ir como parte de la comitiva de Alberto Fernández el último febrero. Se quedó dos días más de lo previsto en busca de hacerse de parte de los DEGs (la moneda del Fondo Monetario Internacional) que a Rusia no le hacían falta. Esa meta se aleja cada vez más por la distancia que le impuso la guerra a la relación de occidente con el país de Putin. Quizás el Gobierno guarde, sin embargo, algún tipo de esperanza. Eso explicaría por qué la Argentina no dispuso sanciones comerciales a contramano de casi todo el mundo democrático.
La relación con el país de Putin llegó en la gestión de Alberto Fernández hasta el ámbito bélico con el acuerdo propiciado por Defensa a fines del año pasado. El punto de inicio en la relación militar entre ambos países se remonta a 2006, cuando Néstor Kirchner firmó un convenio de Cooperación Técnico-Militar con Putin.
Los caprichos del calendario dejan en una posición incómoda al Frente de Todos. Casi al mismo tiempo en que la Argentina firmaba un acuerdo con el objetivo de fomentar el relacionamiento entre ambas Fuerzas Armadas, informes de inteligencia de Estados Unidos anticipaban en diciembre pasado la invasión de Rusia a Ucrania. El gobierno argentino asegura que no tenía esa información.
El convenio con Rusia es similar a otros que la Argentina mantiene con varios países, entre ellos, Estados Unidos. Pero las consecuencias de la guerra llevaron a plantear una duda en la oposición al Frente de Todos. Se preguntan si el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea deben tomar clases con quienes los mismos que entrenan soldados con vocación expansionista, proclives a cometer actos como los que se ven en las redes sociales y al mando de un líder autócrata. Es una pregunta que incluso recorre las venas de una parte del Gobierno y ya fue planteada por la oposición. El exministro de Defensa Julio Martínez, ahora senador, se lo dijo por escrito a la titular del cuerpo, Cristina Kirchner.
La solución, por ahora, es no hacer nada. Defensa no le dará de baja al acuerdo, que de todas maneras hoy no se usa porque no hay personal militar argentino estudiando en Rusia. Más aún: aunque no lo dirán en voz alta, nadie se formará allí mientras dure la guerra, o un poco más. Quizás lo mismo ocurra con otros acuerdos que para la Casa Rosada siguen vigentes, pero difícilmente tengan efectos prácticos.
Con la colaboración de LN Data.
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