La comunidad wichi que fabrica 1200 prendas por semana y las vende en todo el país
Fabrican unas 1200 prendas por semana que se venden en todo el país no sólo a través de locales de indumentaria sino de dos cadenas (Jumbo y Balbi). En tiempos a los que la industria textil le va mal, Lhaka ("nuestro" en wichi) logró su punto de equilibrio y crece. Nació como resultado del programa social de la Fundación Molino Cañuelas y cuenta con el apoyo permanente de la marca Vitamina. En el taller de la comunidad San Ignacio de Loyola (a 80 kilómetros de Tartagal , Salta ) trabajan 30 personas que cobran un básico y accesorios por presentismo y producción.
Hace unos cinco años el cacique Dino Salas le pidió al empresario Aldo Navilli –dueño de Cañuelas- "trabajo y dignidad"; es que casi 90% de los integrantes de las 300 comunidades wichis del Chaco Salteño viven de subsidios. "El suyo es un liderazgo distinto –cuenta a LA NACION Catalina Rojas, facilitadora del proyecto-; así que instrumentamos un programa en dos etapas. En la primera atendimos lo urgente, las cuestiones sanitarias, la nutrición, la educación y las relaciones comunitarias. En la segunda, nos concentramos en la producción".
En la comunidad viven 34 familias (unas 140 personas); la fundación trabaja también con otras, pero la de San Ignacio de Loyola es la única que transita la segunda etapa. ¿Por qué indumentaria de moda? "Escuchamos sin prejuicios porque hay una tendencia a creer que las comunidades mantienen las mismas prácticas que hace décadas; pero no es así, a veces son ellos mismos los que no quieren seguir haciendo lo mismo. De hecho, hay sólo cuatro personas que hacen tejido en San Ignacio", describe Rojas.
Las definiciones sobre las que se trabajó el proyecto apuntaban a que fuera sustentable, permitiera a la gente insertarse en el mercado laboral y su producción pudiera ser parte del mercado "del país al que todos pertenecemos; no que se vendiera por ser wichi". Se evaluaron varias iniciativas como el tejido en chaguar (cada vez hay menos y si no se repone, se extinguirá; tejerlo es básicamente una tarea de mujeres que necesitan de horas para ir a buscarlo y prepararlo); también se pensó en una bloquera, pero era un trabajo muy exigido desde lo físico y, por eso mismo, no inclusivo.
"Finalmente nos inclinamos por lo textil que recupera una habilidad manual, incluye a hombres y mujeres y permite proteger a los trabajadores de las inclemencias del clima en la zona –sigue Rojas-. La ropa de mujer que se fabrica es de moda, pensada para entrar en el mercado de manera natural. Otra ventaja es que escalable a otras comunidades, a las que quieran replicar la experiencia".
Los diseños de las colecciones los provee Vitamina, que además abrió las puertas para que la gente se capacitara; la fundación Molinos Cañuelas instaló las máquinas y acondicionó el lugar. El nombre "Lahka" fue definido por la propia comunidad; Elodia Vargas es la jefa de taller y Alcides Molina se encarga de la línea de producción.
Los primeros tiempos –arrancaron en 2016- no fueron fáciles; los márgenes de pérdidas eran altos y la fundación financiaba porque no se vendía lo necesario para cubrir los costos. "Fueron aprendiendo, cumpliendo cada vez más y hoy producen en serie, compiten con talleres de todo el país; alcanzaron el punto de equilibrio y los ingresos pagan insumos, costos y sus propios salarios", explica Rojas.
En lo legal funcionan como cooperativa, pero el acuerdo es que cobran una base fija más un ingreso variable por producción y asistencia: "Todo está diseñado para que funcione por años, para que sostengan su productividad y competitividad. Todos están súper comprometidos y contentos. Navilli nunca dejó de apostar, ni aun cuando los momentos fueron durísimos y el aval de Vitamina es clave; por ejemplo el proveedor de telas (que es el costo más alto) nos financia a 30 días porque ellos están detrás".
Hace poco Lahka cerró un acuerdo con un canal mayorista que le vende a Jumbo y a Balbi; también tienen una distribuidora que comercializa a locales de Salta y de todo el país. "Cuando esta etapa empezó a funcionar, dejamos de entregar alimentos a quienes tienen un ingreso y pueden comprarlos; además ellos armaron un plan de ahorro con el que compraron camas y colchones y empezaron a mejorar sus espacios. Todo cambió mucho", define Rojas.
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