La competencia es más eficaz que el Estado a la hora de beneficiar a los consumidores
Semana muy disruptiva, la que finalizamos, en materia económica. En los últimos años la intromisión del Estado en la actividad privada siempre terminó afectando al usuario, a la demanda en beneficio de la oferta. La desregulación pone como centro y protagonista al consumidor. Lo empodera. Se confirme o no la vigencia del decreto de necesidad y urgencia que conocimos el miércoles por la noche, por fin vamos a discutir temas nuevos, que modernicen el desarrollo de la actividad privada. Por fin se privilegia la libertad de decidir. Últimamente, en las conferencias comienzo preguntando a los presentes que le dirían al Presidente si les pidiera opinión sobre si ir a fondo con los cambios. La respuesta es un contundente sí. También les pregunto qué le dirían si les preguntara si debería hacer rápido los cambios. La respuesta es un contundente sí. E insisto con otro interrogante: ¿Y si el Presidente les preguntara si están dispuestos ustedes también a cambiar, a competir libremente y a perder subsidios? Entonces, la respuesta es un contundente: “Vamos viendo”.
En otras palabras, hay una realidad, y es que política, financiera y psicológicamente, para que algunas personas permitan que ocurra algo que se convierte en una amenaza para sus intereses, necesitan percibir que otros sectores también pagan un precio, o que no vendrá otro sistema político en el futuro que plantee un escenario distinto. Pueden discutir algo, si ven que no solo se tocan sus intereses, sino los interese de otros también. Esto último hace más tolerable el costo a pagar, en un momento como el que vivimos actualmente en la Argentina.
Como siempre, es un placer recibirlos en este espacio, el último de este año, con una linda cita: “La primera lección de economía es la escasez: nunca hay suficiente de nada para satisfacer a todos. La primera lección de la política que nos gobernó hasta hace solo dos semanas fue ignorar la primera lección de la economía”.
“La primera lección de la economía es la escasez; nunca hay suficiente de nada para satisfacer a todos. La política que nos gobernó ignoró eso”
Amigos, los errores pueden corregirse si se presta atención a los hechos sin aferrarse a un dogma. El populismo siempre subestima a la macroeconomía, al punto de destruirla, en beneficio de algunos sectores microeconómicos que siempre sostienen que el populismo es malo, pero ellos ganan dinero cuando gobiernan. Luego vienen gobiernos que intentan ordenar esa macro y, para lograrlo, terminan afectando a empresas a las que les cuesta sostenerse en el tiempo.
Se viene ahora una economía distinta, desregulada, más competitiva, con lo bueno y con lo malo que esto representa.
Para prepararse para los cambios, uno no debe dejar de ver cómo piensa el número uno, el que maneja la costosa pluma que firma los decretos, quien ejerce el poder.
La ventaja es que sabemos cómo piensa nuestro presidente y que eso no va a cambiar.
Cuando empecé a trabajar en la Bolsa de Comercio, un gran inversor bursátil, además mi jefe, me enseñó que nunca dejara de observar, antes de comprar acciones de una compañía, el perfil de quien la maneja. Y me decía: “Si el número uno viene de la producción, es el gerente operativo, no dudes en comprar acciones, esa empresa apuesta a crecer. Si el número uno viene del área financiera, es el gerente financiero, esa compañía va a ocuparse de su deuda. Si el número uno viene de contaduría, es el contador, probablemente esa empresa esté en venta, va a maquillar el balance. Si el número uno es el abogado, intentá evitar conflictos, por suerte hay muchas empresas cotizantes, buscate otra que esté dirigida por alguien que venga de la producción”.
“Se va a retraer el consumo y viviremos meses difíciles, con más conflictividad social, pero crecerán la inversión y la productividad”
Vienen momentos de decisiones para cada uno de los sectores económicos, cada uno tratará de posicionarse en una nueva realidad. Sin dudas, habrá muchos conflictos de intereses, pero lo peor es no hacer nada, paralizarse. No hay forma más peligrosa de tomar decisiones que poner esas decisiones en manos de personas que no pagan ningún precio por equivocarse. Habrá que involucrarse. Viene otro tipo de sistema, uno en el cual el manejo de los costos es tan relevante como el manejo de las ventas. Preparémonos y no nos asustemos por los conflictos de intereses que se vislumbran. Sueño que sea solo la previa de la decantación que necesitamos para emerger como una sociedad mejor, con la posibilidad de tener la libertad de elegir.
El excelente libro de Tom Wolfe La hoguera de las vanidades narra la historia de un accidente automovilístico en el cual un rico y adúltero magnate de Wall Street arrolla a un joven negro al pasar por un barrio en el cual no debió haber estado. Como resultado, todos buscan sacar provecho de la tragedia; nadie piensa en que se haga justicia, lo relevante es ver qué puede ganar cada persona que se involucra. El fiscal, el abogado defensor, un líder político de los afroamericanos, los investigadores policíacos; todos tratan de maximizar su beneficio sin detenerse a pensar jamás en la posibilidad de que, al hacerlo, estén afectando a alguien más, o imposibilitando que finalmente se alcance un desenlace justo.
Parece exactamente la situación que vivimos hoy, o, por lo menos, así nos lo hacen sentir nuestros dirigentes de cada sector. Buscan solo su beneficio como intermediarios, y no el de sus representados.
“Se debe consensuar con los verdaderos protagonistas, y no con los que dicen representar a los que hace mucho tiempo no representan”
Creo que, finalmente, el usuario, el destinatario final, va a ganar, ya que la competencia nos va a obligar a aprender a ofrecer mejores productos y servicios a un mejor precio, cumpliendo reglas básicas de convivencia; tendremos que aprender quién es quién a la hora de los conflictos.
¿Se va a retraer el consumo? Sí, obvio. Y viviremos meses difíciles con aumento de la conflictividad social, pero aumentará la inversión, y con inversiones hay productividad, y con productividad se crea riqueza. Y esta es la única manera de aceitar el círculo para un reparto más equitativo, haciendo crecer la torta y no bajando comensales. No sirve sacarles a unos para darles a otros. Ser productivo es el desafío.
La única manera de romper el círculo vicioso es con inversiones, y los inversores, para comprometerse tienen que confiar en los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo (que haya reglas permanentes) y Judicial (que haya seguridad jurídica). Consensuar con los verdaderos protagonistas y no con los que dicen representar a los que hace mucho no representan.
¿Qué hacen los que actúan y no hablan? Compran terrenos para construir, compran máquinas para producir, compran telas para diseñar, estudian para mejorar los servicios que se prestan. Es hora de cada uno se dedique a hacer lo que sabe y lo que puede, y de que dejemos de discutir reglas burocráticas. Desde el momento en que yo termine esta nota y hasta que usted la lea es probable que los mercados hayan ido y venido varias veces. Sin dudas, la incertidumbre ya es parte de la geografía diaria que vivimos.
Sin embargo, hay algunas cosas de las que sí me siento, al menos yo, seguro: la competencia es más eficaz que el Estado a la hora de beneficiar a los consumidores.
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