La casa propia: por qué la aspiración número uno de la clase media argentina se rompió para las nuevas generaciones
La falta de crédito hipotecario, salarios históricamente bajos, poca capacidad de ahorro y la alta demanda por la Ciudad de Buenos Aires son algunos de los factores que explican por qué va quedando relegada la posibilidad de tener una vivienda propia
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Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, fueron las tres recomendaciones que alguna vez dio el poeta cubano José Martí. Y, en la Argentina, se podría agregar un cuarto mandato: tener una casa propia. Un sueño que compartieron diferentes generaciones, pero que, entre salarios por el subsuelo y la falta de crédito hipotecario, para los jóvenes de hoy pareciera ser más inalcanzable que nunca.
Días atrás se conoció el ranking inmobiliario global del Banco Suizo UBS. Si bien el informe original no tiene en cuenta a la Argentina, Reporte Inmobiliario se encargó de tomar las mismas variables para contrastar cuánto tiempo tarda comprar un departamento de 60 metros cuadrados en Buenos Aires frente a otros países del mundo. ¿El resultado? El segundo peor del mundo, con 19 años de esfuerzo laboral, por detrás de Hong Kong (24 años).
No obstante, los economistas advierten que esa cifra empeora cuando se la analiza en detalle. En la Argentina, serían 19 años de alquiler, hasta lograr conseguir todos los billetes verdes necesarios para poder comprar una casa.
En cambio, en otras latitudes existe el crédito hipotecario, por lo que la cantidad de años que se tarda en comprar una casa hace referencia a pagar el saldo completo. Es decir, mientras se habita en ella.
“Justo se da la casualidad de que los millennials están llegando a los 30 años y empiezan a mirar hacia arriba, cómo estaban sus padres a esa edad. Son los que vivieron el boom de la compra de casas en los años 90, la última gran explosión del crédito hipotecario. Entonces, empiezan a cuestionarse. ‘Mi vieja compró una casa a mi edad, ¿por qué yo no?’. Eso alimenta la frustración”, consideró Federico González Rouco, economista especializado en el mercado inmobiliario.
Hay una concepción generalizada de que a las nuevas generaciones ya no les interesa tener un hogar propio. De que prefieren viajar, destinar el dinero a la compra del último celular que salió en el mercado o a comprarse ropa nueva. Sin embargo, de acuerdo con un informe elaborado por el Banco Central (BCRA) a través del programa “La Educación Financiera en el Aula”, la realidad es diametralmente opuesta.
Solo el 10,6% utilizaría el dinero guardado para viajar, el 9,3% para comprarse indumentaria y un 2,8% un celular, según el relevamiento que se llevó a cabo en escuelas secundarias de Santa Fe, San Juan, Neuquén, San Luis, Chaco y Catamarca. La gran mayoría aspira a seguir sus estudios educativos (31,5%) y a tener una vivienda (32,4%). Una tendencia que se ve más marcada entre los adolescentes de escuela primaria y con padres que no terminaron el colegio.
“A los chicos, sobre todo los de menores ingresos, les preocupa la vivienda. Y, de ser posible, tratar de generar recursos para poder vivir dignamente en una casa que les agrade, les satisfaga. No quiere decir que no tengan otros intereses, no dejan de ser adolescentes, donde también les importa conocer el mundo y tener un teléfono. Pero domina vivienda y educación, algo que es estimulante, de alguna manera”, señaló Gastón Repetto, gerente principal de Inclusión Financiera del Banco Central.
Para González Rouco, puede que parte de las nuevas generaciones hayan ido enterrando el sueño de la casa propia porque forman parte de un nuevo mundo, donde todo cambia mucho más rápido y los jóvenes no se quieren arraigar en un solo lugar. “Lo que no me queda claro es qué porcentaje dejó atrás ese sueño porque lo ven tan imposible, que dejó de hablar del tema y se hace el que no le importa. El quiero, pero no puedo. Que llegó al punto de la resignación”, aseveró.
Una frustración llamada peso
No hay un único motivo que explique por qué en la Argentina el sueño de la vivienda propia se pulverizó. En parte, se explica por la falta de crédito hipotecario. Otro tanto, porque el precio de la tierra está dolarizada y los argentinos cobramos pesos. Un gran problema cuando se tiene en cuenta que los salarios ajustados en moneda dura están más bajos que nunca.
“¿Que los jóvenes son derrochadores de dinero? Si lo hacen, es porque el esquema de incentivos lleva a eso. Hay un video donde una chica muestra que el país se prende fuego, pero todos los bares están llenos. Y la verdad es que tiene todo el sentido del mundo. ¿Para qué voy a ahorrar? ¿Voy a contraer mi consumo para comprar el 0,2% de un inmueble? ¿Doscientos dólares? Ese esquema de incentivos lleva a la propensión del consumo. La clase media mira a la pobreza cada vez más cerca, y la alta no encuentra las razones para ahorrar. Tiene que cambiar el entorno, no la predisposición de los jóvenes de hacerse de ciertos bienes y servicios”, consideró Federico Moll, director de Ecolatina.
Hoy en día, muy pocos argentinos pueden comprar hasta US$200 en el banco, ya que existen más de una docena de condiciones que excluyen a los ahorristas del llamado Mercado Único y Libre de Cambios (MULC). Pero suponiendo que un joven de 20 años empezara a adquirir hasta dos billetes estadounidenses todos los meses, para comprar un monoambiente de 40 metros cuadrados en Capital Federal (US$96.269, index Zonaprop) tendría que ahorrar 40 años y un mes. Es decir, podría tener un monoambiente recién a los 60 años.
Otra opción podría ser comprar dólares MEP, un instrumento para dolarizarse de forma legal y sin cepo cambiario, aunque con una cotización $30 más alta ($278,85 dólar ahorro versus $309 MEP, según cotización del 16/11). En este caso, hoy el panorama tampoco es alentador. Tomando como referencia el salario promedio de los trabajadores (RIPTE), actualmente en $165.421, si ese mismo joven destinara el 50% de sus ingresos al ahorro y el resto se las apañara para llegar a fin de mes, podría hacerse de apenas US$267 mensuales. Podría comprar un monoambiente luego de 30 años. A sus 50 años.
Dos aclaraciones. En primer lugar, el salario Ripte corresponde al 10% más rico de la Argentina, de acuerdo con el informe de Distribución del Ingreso del Indec. El 61,7% de la población ocupada percibe algún ingreso, en promedio, de $66.552 (US$215, al dólar MEP). En segundo lugar, las cifras actuales son algunas de las más bajas de la historia argentina.
“Eso hace que el esfuerzo requerido para comprar un inmueble sea alto, probablemente el más alto de la historia. La casa de la casa propia es un bien aspiracional de la clase media, que está más alejado que nunca. Además, en los años 90 se podrían comprar muchos dólares porque había un tipo de cambio artificialmente alto, que tampoco es deseable porque después trae aparejada inestabilidad macro futura”, aclaró Moll.
Para el economista, el problema seguirá estando siempre y cuando la Argentina no estabilice la macroeconomía. Es difícil plantear hoy el acceso a créditos hipotecarios, porque es una responsabilidad que ata a bancos y clientes a un compromiso de pago de acá a veinte, treinta años, y en el país no existe la previsibilidad. Sobre todo en contextos de inflación muy alta, donde los salarios suelen quedarse por debajo. Eso explicó el fracaso de los créditos UVA, la última vez que se impulsaron los créditos hipotecarios en el país, en el año 2017.
“Si la deuda es en pesos se tiene que hacer por algún tipo de indexación, si no, el banco no tiene incentivos. Pero tiene que haber seguridad jurídica de que los contratos que se firman se van a respetar, por eso son peligroso los movimientos de hipotecados UVA. Existirá la posibilidad de los créditos hipotecarios una vez que la inflación disminuya. Pero el argentino cambió la mentalidad en la última década y, como creemos que la energía se regala, piensa que si saca un crédito y no tiene tasa negativa en términos reales lo están estafando. Primero hay que cambiar eso”, reflexionó.
Una tierra vasta
Una luz al final del camino: no todo es Buenos Aires. El metro cuadrado porteño es el más elevado del país, como Nueva York lo es para Estados Unidos, o Madrid para España. Pero si se amplía el horizonte, la Argentina tiene miles de kilómetros de tierra para habitar. Y los valores caen notablemente.
Tomando como referencia un típico departamento de dos dormitorios, con 70 metros cuadrados cubiertos y siete de balcón, en Capital Federal tiene un precio de US$163.740, según el Index de ZonaProp. En cambio, en la ciudad de Rosario, desciende a US$114.000. Y en Córdoba Capital, cuesta US$83.611 promedio. Eso no quita que, en la situación actual (siguiendo con el ejercicio del dólar MEP), un porteño tardaría 51 años en comprar la vivienda, un rosarino 35 años y medio, y un cordobés, 26.
Para González Rouco, la Argentina debería repensarse de acá a 30 años. Reflexionar sobre cómo deberían ser las ciudades, para acompañar el desarrollo local y habitacional. Y que las oportunidades laborales y educacionales no pasen solo por Buenos Aires. “Gran parte de mejorar el acceso a la vivienda, es mejorar cómo funcionan las ciudades. Si el país no genera trabajo, no tiene sentido. Todo se tiene que apoyar en una macro que funcione”, concluyó.
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