La pequeña Elis se paró ante el micrófono, pero no pudo abrir la boca. El pánico escénico se apoderó de ella, su nariz empezó a sangrar y su voz, su espléndida voz, se negó a fluir. Cuatro años después, con solo 11 años, su talento pudo al fin salir a la luz, dando inicio a una carrera musical que la llevaría a convertirse en la mejor cantante de Brasil y que solo sería cortada por la tragedia.
Elis Regina Carvalho Costa, tal su nombre completo, nació el 17 de marzo de 1945, en Porto Alegre, en el sur de Brasil. Era hija de Romeu Costa, un hombre de carácter silencioso, y de Ercy Carvalho, una mujer de temperamento fuerte; ambos, de origen campesino.
Cuentan que de niña siempre se la vio impecable, con trenzas y cintas en el pelo. Llevaba el aspecto prolijo y la vestimenta sencilla de las familias pobres de la región. Luego de pasar muchas horas sentada frente a la radio, se familiarizó con los ritmos populares.
Su carrera se "inició" a los 7 años de edad, en 1952, en una emisora de radio local, pero ese día no pudo pronunciar una sola palabra, debido a que se vio totalmente superada por el pánico escénico. "No le salía un solo sonido. Tendrían que pasar todavía cuatro años más para que ella empezara a soltarse", relata César Pradines, periodista de música.
En efecto, en 1956, Elis volvió a probar suerte y participó en el programa de radio para niños O Clube do Gurí, en la Radio Farroupilha. Lo hizo maravillosamente bien y eso la ayudó a lograr su primer contrato profesional, en un momento en el que ya tenía más entidad y más aguante como para sostener un espectáculo en vivo.
Tenía una capacidad de transmisión impresionante y contaba con un sexto sentido para entender la letra de una manera mucho más dramática de lo que realmente era. "Eso lo tenés o no lo tenés, por eso yo la pongo a la altura de Édith Piaf y Billie Holiday", opina Pradines.
Tres años después, en 1959, la contrató Radio Gaúcha, donde fue descubierta por el cazador de talentos Wilson Rodrigues Poso, quien la hizo firmar su primer contrato con una discográfica. A los 16 años grabó su primer disco single, que se llamó Viva a Brotolandia, y se convirtió en una verdadera estrella adolescente.
Medía poco más de un metro y medio, 1,55 para ser precisos, y tenía un temperamento explosivo, algo que le valió que Vinicius de Moraes la bautizara "Pimentinha", un apodo que ella odiaba. Pero no fue solo su carácter lo que la condujo al éxito: su voz fue una de las mejores que dio Brasil en toda su historia.
Tal vez, su personalidad volcánica se haya forjado en sus días de colegiala: cuando tenía 14 años, una profesora la humilló delante de todos y le dijo que una mujer que cantaba, fuera cual fuera su edad, no era más que una prostituta, al igual que la madre que se lo permitía. Cualquiera habría abandonado su sueño en ese momento, pero ella fue a su casa, se miró en el espejo y le dijo a su madre: "Voy a ser la mejor cantante de Brasil".
Con ese sueño en la cabeza, en 1961 se mudó con su padre de Porto Alegre a Río de Janeiro, pero nunca se sintió cómoda allí, hasta que en 1964 se trasladó a San Pablo, donde residió hasta su muerte. "Era su padre el que la acompañaba siempre a todas partes y la apoyaba mucho. En un patriarcado, es el padre el que lleva al éxito a los hijos, así que fue él su gran puntal y quien la asesoró a la hora de firmar sus contratos", cuenta Pradines.
En la década del sesenta Elis empezó a crecer y a destacarse, a tal punto que en 1962 fue elegida como la mejor cantante de Brasil y comenzó una carrera ascendente que ya nada ni nadie detendría. A diferencia de otras grandes cantantes brasileñas que hicieron hincapié en conciertos y teatros, ella se hizo fuerte en radio y televisión. "Por eso, mientras que a Gal Costa la veían 3000 personas, a Elis la escuchaban y veían 4 millones", subraya Pradines.
Tanto desde los escenarios como desde la televisión y la radio, Elis difundió a los jóvenes valores, que interpretaban una música con un compromiso social que ya la bossa nova había dejado de lado. Entre ellos estaban Gilberto Gil, Milton Nascimento, Joao Bosco, Ivan Lins y Djavan.
Pero su apoteosis llegaría en 1965. En ese año, una multitud se sentó frente al televisor para disfrutar del primer Festival de Música Popular Brasileña, al que Elis se presentó con el tema "Arrastao". Su actuación ese día fue un hito fundacional: al abrir sus brazos imitando al Cristo Redentor, mientras sus ojos parecían despedir bengalas, ingresó definitivamente en el olimpo de los ídolos brasileños.
Ese fue el momento de su gran consagración, a partir del cual se convirtió en la artista femenina mejor paga de Brasil: ganaba US$15.000 por mes, entre radio, televisión, conciertos y venta de discos. Pero sería en los setenta cuando, según Pradines, ella grabaría sus mejores discos.
Aquella niña de trenzas que se paralizaba por el miedo escénico se había convertido ahora en la mejor cantante de su país, había revolucionado la música popular brasileña y era considerada la mejor voz de todos los tiempos en Brasil. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo estropea todo.
Elis no se guardaba nada de lo que pensaba y un día criticó a la dictadura cívico militar que gobernaba Brasil, acusándola de persecución a los artistas. En una entrevista en 1969, calificó al gobierno como "una camarilla de gorilas".
Su popularidad la salvó de la prisión, pero finalmente fue obligada por las autoridades a cantar el himno nacional de Brasil durante las Olimpiadas del ejército, lo que fue rechazado por muchos simpatizantes de izquierda. Esa hostilidad hirió profundamente a la cantante, que pasó el resto de su vida tratando de explicar que había sido obligada por los militares a presentarse.
Además, por esa época Elis sumó a su afición por la bebida la adicción a los barbitúricos y la cocaína: más allá de lo externo, ella tenía un problema con ella misma por su profundo sentimiento de inferioridad. "En un reportaje que le hace la escritora Clarice Lispector, ella le cuenta que se sentía una basura y que solo cantando podía escapar a su complejo. Tenía un carácter fuerte, pero ese problema la perseguía, por lo que siempre tuvo una tendencia a consumir drogas", dice Pradines.
Sus problemas con las drogas y la bebida se intensificaron, hasta que, finalmente, el 19 de enero de 1982, la encontraron muerta en su departamento de San Pablo. Oficialmente, la causa de su muerte fue sobredosis de cocaína y alcohol, pero siempre sobrevoló la duda de si no había sido la dictadura militar la que la había mandado a silenciar para siempre. Se terminó así, a los 36 años, la vida de una mujer con voz única, una mujer que, fiel a su estilo, un día dijo: "En este país, sólo hay dos que cantan: Gal Costa y yo".
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