La canasta básica subió menos que los precios en octubre e impulsará una baja en la pobreza
Se incrementó 2,4% frente a una inflación de 2,5% en igual período; se usa para fijar el límite a partir del cual se es pobre; también la alimentaria, que se emplea para delimitar la indigencia, creció por debajo de los precios
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Junto con la desaceleración de la inflación y la recuperación de los salarios, otro indicador aportó buenas noticias para el gobierno de Javier Milei: la canasta básica alimentaria (CBA) y la canasta básica total (CBT), que se utilizan para delimitar las líneas de indigencia y pobreza, respectivamente, aumentaron por debajo de los precios en octubre.
Según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), la CBA se incrementó 1,4% en octubre, mientras que la CBT, se encareció 2,4%, frente a un aumento de precios de 2,7% en igual período. De los datos del organismo oficial también se desprende que ambas canastas aumentaron por debajo de la inflación en el acumulado del año y en la medición interanual.
En el acumulado de enero a octubre, la CBA subió 80,6% y la CBT trepó 99%, frente a un alza de precios de 107%, en igual período. En tanto, en la medición interanual se observa que la variación de la CBA fue de 170,6% y la de la CBT de 185,7%, contra un IPC de 193%.
Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA), opinó que hay una caída de la indigencia y la pobreza, y que estos datos de las canastas ratifican esa tendencia e indican que eso seguirá en los próximos trimestres. “Del 54% de pobreza y 20% de indigencia en el segundo trimestre se bajó a 50% y 17%. En el tercer trimestre siguió bajando dos o tres puntos. Estadísticamente, [los indicadores] están bajando y tienden a acercarse a los del último trimestre de 2023 (45% de pobreza y 15% de indigencia)”, indicó.
Salvia explicó que la conjunción de salarios que van acompañando a la inflación o incluso la superan y canastas básicas que se incrementan por debajo de los precios redundan en una reducción de la indigencia y la pobreza. “¿Es una caída abrupta?”, se preguntó el especialista. Y se respondió: “No. Esto no cambia sustantivamente la ecuación porque se sigue en niveles muy elevados. Sí podemos decir que lo peor ya pasó”.
Es verdad, sin embargo, que esta recuperación salarial aún no es totalmente palpable por los hogares. Salvia brindó una explicación para eso: “Ocurre que el presupuesto familiar tiene un gasto fijo mayor vía servicios, porque gas, luz, transporte y comunicación, lo que hace que todavía no se sienta la mejora en su totalidad en los bolsillos de las clases medias y bajas”.
Salvia remarcó que, “pese a la persistencia de problemas estructurales, ha habido una mejora con respecto al peor momento del ajuste y esa mejora se ha hecho sin un alto costo en materia de desempleo, circunstancia que permite que sea posible recuperarse cuando baja la inflación”.
El economista Jorge Colina, director del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), comentó que lo que sucede siempre es que, cuando se espiraliza la inflación, primero suben los bienes –los alimentos–, pero luego ese rubro se estabiliza y empiezan a aumentar los servicios. “Por eso, en una segunda etapa, la inflación crece más que las canastas. Sin duda, esto va a atenuar un poco la pobreza, sobre todo porque los ingresos de los sectores informales están creciendo durante este año”, concluyó el especialista.
En sintonía, la economista Clara Alesina, de la Fundación Libertad y Progreso, afirmó que esta desaceleración de las canastas, en contraste con las subas mensuales de 30,1% (CBA) y 27% (CBT) a fin de 2023, implica un alivio significativo para los hogares. “Cuando los precios de los bienes esenciales crecen más lentamente, el poder adquisitivo de los salarios no solo se ve favorecido por los aumentos nominales, sino también porque el costo de vida deja de ser tan asfixiante”, explicó.
En este contexto, una familia tipo (compuesta por un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un hijo de seis años y una hija de ocho), necesitó en octubre $434.620 para no ser indigente, y $986.586 para no ser pobre. Por su parte, un adulto debió contar con ingresos por $140.654 para no ser considerado indigente y por $319.284 para no caer por debajo de la línea de la pobreza.