La aversión de los norteamericanos por los impuestos les pasa factura
El gobierno de los EE.UU. grava el trabajo y el capital, y destina cada vez menos a planes sociales
NEW YORK.- Hay algo que decir a favor de los sistemas de salud universales. Cuando mi hijo tuvo una urticaria en unas vacaciones en Liguria, en Italia, el mes pasado, el farmacéutico me indicó que viera al médico, un piso más abajo, que diagnosticó el problema sin cobrarme y me despidió con un apretón de manos y un chiste sobre su hija, que estudia medicina en la Universidad de California, en San Diego.
Italia podrá estar metida en un lío, con una economía en caída y una alta tasa de desempleo, pero Estados Unidos tiene mucho que aprender de ellos. Los italianos viven más. Su tasa de pobreza es mucho más baja. Y si pierden el empleo pueden recurrir a una red de seguridad social más generosa.
Estados Unidos, que se cuenta entre los países más ricos, tiene fallas en cosas importantes. Tiene las tasas más altas de pobreza y de mortalidad infantil entre los países desarrollados. Siendo hasta hace poco uno de los más educados del mundo, hoy está quedando atrás.
Los políticos en Washington saben que enfrentamos una crisis fiscal de largo plazo. Para 2020 se prevé que 70 millones de estadounidenses dependerán de la seguridad social comparado con 45 millones en 2000. Las filas de los que usan Medicare llegarán a los 64 millones, comparado con 40 millones en 2000. Todos los economistas saben que para mantener Medicare y Medicaid habrá que elevar los impuestos que se cobran a la clase media.
Pero si bien los problemas fiscales ocupan el centro de la escena en la campaña electoral, elevar los impuestos no entra en el debate.
El presidente Obama está dispuesto a aceptar impuestos más elevados en el caso de familias que ganen más de US$ 250.000 al año. Pero ni se acerca a plantear un aumento de los impuestos a la clase media. Y Mitt Romney va en la dirección opuesta. No solo quieren extender indefinidamente las rebajas impositivas aprobadas por George W. Bush, sino que propone una piñata de recortes adicionales y quiere recortar el gasto social.
Desde 1965, la recaudación de los gobiernos en el mundo desarrollado se elevó a un 34% del PBI, comparado con el 25% en períodos anteriores. La excepción ha sido Estados Unidos. En 1965 los impuestos cobrados por los gobiernos municipales, estaduales y federal representaban el 24,7% del PBI. En 2010, el 24,8 por ciento.
No es de sorprenderse que no tengamos recursos para mantener más niños con vida. En 2007, el año más reciente para el que hay estadísticas, Estados Unidos gastó el 16% de su presupuesto en programas sociales. Italia, el 25%.
Los funcionarios estadounidenses justifican nuestra opción de impuestos bajos con la afirmación de que eso promueve el crecimiento económico. Pero las evidencias son contradictorias. Desde 1980, el ingreso per cápita ha crecido un 300% en todos los países desarrollados, según el Fondo Monetario Internacional. Creció un poco más en Estados Unidos que en la Unión Europea y Canadá, pero menos que países de impuestos más elevados como Japón, Noruega y Suecia.
En gran medida esto se debe a que hemos elegido un sistema impositivo que recauda relativamente poco e inflige el mayor daño económico. Todos los demás países industriales tienen un impuesto al consumo, que puede usarse para obtener dinero sin distorsionar los incentivos económicos de la gente. Estados Unidos, en cambio, se basa en gravar principalmente el trabajo y el capital.
Traducción de Gabriel Zadunaisky