La Argentina perdió peso en el mercado mundial de la jojoba, pero hay posibilidades de recuperación
Fue desplazada por Israel y Perú; solo se cultiva en La Rioja, pero con tecnología y avances genéticos se puede expandir la producción
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Hasta hace unos cuatro años la Argentina era la primera productora y exportadora mundial jojoba, un cultivo demandado internacionalmente por la industria cosmética. Fue desplazada de ese puesto por Israel y Perú que expandieron sus áreas cultivadas; igual el país quedó en el podio.
La Rioja es la única provincia donde se hace jojoba, unas 4000 hectáreas anuales que rinden entre 4000 y 6000 toneladas que, vendidas afuera en forma de aceite, generan ingresos por entre US$6 y US$8 millones al año. El kilo de cera oscila entre los US$6 y los US$10.
Las exportaciones de semillas se destinan a Europa, Japón y Estados Unidos, en cambio las de ceras suman también al mercado de Medio Oriente. La demanda es firme y creciente, principalmente de parte del sector de la cosmética, aunque también la cera de jojoba reemplaza al de ballena (cada vez hay menos de este tipo por la protección de los cetáceos). Con una hectárea de jojoba se logra una producción semejante a la de 30 ballenas.
Otros usos son en la industria farmacéutica (agente antiespumante en la producción de antibióticos por fermentación) y, en el caso de las harinas, desde hace una década se emplea como en suplementos de alimentación animal, especialmente en Estados Unidos.
El futuro podría estar en el sector energético, donde la jojoba presenta buen rendimiento en los ensayos para la producción de biocombustibles. Ofrece posibilidades para la formulación de lubricantes “verdes”, que ganan presencia en los mercados desarrollados.
El año pasado el Gobierno Nacional le quitó las retenciones a las exportaciones del aceite, no a la semillas. La producción de la planta está concentrada en el departamento riojano de Arauco, donde hay tres plantas que industrializan.
José Luis Ladux, director de la Estación Experimental de Chilecito del Inta, repasa que el cultivo tuvo su expansión más importante en los ‘80. Es un arbusto originario del desierto de Sonora (México), el 50% del peso de sus semillas son grasas vegetales del tipo cera. Requiere de climas con bajas precipitaciones (entre 50 y 70 milímetros al año), con períodos de heladas cortos y suaves sino hay problemas de floración.
En el inicio del cultivo se hizo con semillas seleccionadas provenientes de Estados Unidos, aunque con el tiempo la siembra directa fue desplazada por plantines ya cultivados en la Argentina. El crecimiento “explosivo” de la jojoba en los ‘90 se explica por la ley de diferimientos Impositivos que rigió para La Rioja.
Norberto Vinelli es representante de tres fincas en La Rioja, La Semillera, Agrinsa Agroindustrial y Tecnodesierto (todas en Aimogasta). Producen unas 2500 toneladas al año y exportan el 99,9%. “Vendemos a todo el mundo; desde Estados Unidos hay redistribución a varios mercados; llegamos también a Europa y Japón, que son buenos mercados. El 90% va afuera en forma de cera”, dice.
Explica que desde que Israel y Perú aumentaron su producción, los precios internacionales cayeron. En el primer caso, Jojoba Israel (ubicada en el Kibutz Hatzerim) es la mayor productora y exportadora; en 2010 lanzó un plan de crecimiento para duplicar el cultivo; ya lo logró y colocó al país en el primer puesto del ranking.
Israel, la clave
La clave -explica Vinelli- no está en la superficie que cultiva Israel sino en el rendimiento: con el uso de tecnología lograron obtener una producción 40 veces mayor que la alcanzada en forma natural. Chile intenta replicar el modelo.
En la Argentina, además de no haberse avanzado con la tecnología, se redujo la superficie porque fracasaron plantaciones en Córdoba, Santiago del Estero y en Salta. “Es muy exigente con el suelo y en el clima -apunta-. En la misma zona que tenemos podemos hacer más, hay que estudiar más, aplicar mejores sistemas”.
Guillermo Abud, de la empresa Olivos Argentinos SA otra de las productoras de jojoba riojanas (en este caso no industrializan), plantea que los inversores en el sector no son más de diez: “Todo quedó concentrado en este polo productivo riojano; podría extenderse porque el mercado marca que hay necesidad”.
También hace referencia a que Israel con 500 hectáreas produce tres veces más que la Argentina. No sólo aplican tecnología al riego, sino que “trabajaron mucho sobre la genética; ahora en el país se empezó a incursionar en la materia”.
Los emprendimientos que hay en La Rioja son de monocultivo, los que hacen jojoba no hacen otra producción.
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