La Argentina no debe repetir el error de endeudarse sin un plan
Nuestro país necesita lograr una competitividad sistémica para su economía. Ello quiere decir trabajar de manera integral en un conjunto de variables distintas: tributaria, financiera, monetaria e infraestructural, entre otras.
De todas, resulta clave hoy debatir sobre una de ellas de cara a la Argentina que se viene: el financiamiento.
De concretarse el acuerdo con los holdouts, estaremos cerca de terminar de despejar gran parte de las trabas que presenta el frente externo, más de 14 años después de ocurrido el default.
En estos años tuvimos luces y sombras. Las dos reestructuraciones de deuda (2005 y 2010) lograron el acuerdo de más del 92% de los acreedores. Sin embargo, el fallo del juez Thomas Griesa complicó el cierre de la saga, a partir de una interpretación antojadiza del principio de pari passu, en detrimento de aquella amplia mayoría que había confiado en la Argentina, y de una extensión exorbitante de su propia jurisdicción a toda la deuda externa argentina. A esto se sumó la negativa de la Corte Suprema de los Estados Unidos a estudiar el reclamo argentino.
La experiencia nos deja una lección: debemos estudiar si es conveniente prorrogar nuestra jurisdicción en términos de resolución de litigios. Fuimos a jugar el partido a Nueva York por nuestra propia voluntad, perdimos por un gol en offside sobre la hora y ahora tenemos que aceptar el resultado. Sobre todo una vez vencida la ya famosa cláusula RUFO (right upon future offers), que impedía al país mejorar la oferta a los holdouts sin poner en riesgo toda la reestructuración.
Lo que sigue es definir nuestro horizonte de financiamiento. La Argentina tiene una historia problemática con la deuda y no debemos repetirla. La discusión sobre tomar o no tomar deuda no es el quid de la cuestión. No hubo en la historia ningún proceso de desarrollo económico que no fuera financiado, por lo general desde el exterior. Nuestro país necesita grandes cantidades de capital si quiere desarrollarse. No tenemos que tener ninguna anteojera en torno del financiamiento, sino estar seguros de que la forma en que lo conseguimos y el uso que le demos sean funcionales a un solo interés: el interés nacional. El financiamiento no es un fin en sí mismo, sino un medio para cuestiones mucho más relevantes. ¿Cómo se garantiza que el financiamiento externo sirva al interés nacional?
Primero, generando condiciones para lograr crédito en términos razonables. Es por ello que debe solucionarse el conflicto con los holdouts, siendo clave que el Congreso Nacional acompañe el pedido del Gobierno.
Segundo, definiendo qué destino se les dará a los fondos. La discusión tiene que ser amplia, con la participación de las provincias y del Congreso. Nuestro país necesita obras de infraestructura que constituyan la plataforma de su desarrollo, federal e inclusivo, y que a la vez integren su vasto territorio. Tenemos que invertir hoy, para poder producir más y mejor mañana. Sólo así seremos sustentables y soberanos, política y económicamente hablando.
La incertidumbre económica que presenta el mundo nos obliga a estar atentos. La política de desendeudamiento logró niveles históricamente bajos de relación entre el peso de la deuda y el tamaño de nuestra economía, tanto en el sector público como en el privado. Hoy la deuda externa del sector público alcanza alrededor del 15% del PBI. Es el nivel más bajo desde mediados de la década del 70, que llegó a significar el 107% del PBI en 1989 y casi el 90% del PBI en 2002. Nada de lo obtenido al contraer esa deuda se tradujo en desarrollo, mayor empleo o mejor calidad de vida para los argentinos. La situación actual no debe llevarnos a equivocar el camino y buscar endeudamiento fácil para pagar la cuenta corriente o los intereses de la tarjeta. Nuestro país sabe qué significa endeudarse sin un plan. Es importante no cometer el mismo error.
El autor es vicepresidente de la UIA
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