La Argentina, desde lejos: cómo ven hoy al país los profesionales que se fueron
Decidido a probar otros destinos laborales y con las valijas preparadas, a Víctor Piñeiro lo impulsaban demasiadas frustraciones. Fue a la embajada de Canadá y se fijó como meta la gélida ciudad de Quebec. Pero un cartel pegado en la entrada torció para siempre su destino: "¿Ha considerado usted a Australia?", decía como un "anzuelo" con forma de número telefónico. Piñeiro marcó ese número y su vida tomó un rumbo inesperado.
Existen cientos de historias de argentinos que anhelan oportunidades que no encuentran en su país. Alrededor de 1.000.000 reside en el exterior, muchos motivados por un mejor futuro laboral. Los vaivenes económicos de la Argentina y las crisis recurrentes padecidas, desequilibran la balanza frente a la difícil decisión de atravesar la frontera.
¿Cómo viven los argentinos en el exterior y cómo ven desde la distancia la economía del país? ¿Tienen incentivos profesionales para volver o no evalúan hacerlo? ¿Qué opinan los que decidieron regresar tras su experiencia afuera del país? Profesionales argentinos en diálogo con LA NACION cuentan sus impresiones.
Seducido por la calidez de sus playas y la facilidad para obtener la visa, Piñeiro, de 41 años, se subió a un avión en 2005 y decidió probar suerte en Australia. "No estaba contento con el rumbo del país y era complicado conseguir trabajo, por lo que automáticamente decidí armar las valijas", cuenta desde Singapur, a donde se mudó recientemente tras vivir varios años en Sydney con su mujer Marina y sus dos hijas nacidas allí.
Para su sorpresa, al poco tiempo de haber llegado pudo conseguir trabajo. "Necesitaban contadores y en un mes obtuve mi primer empleo", recuerda. La promoción que tuvo fue maratónica: consiguió ascensos, cambió de empresa y lo nombraron jefe de departamento. "Crecer no es difícil si trabajás duro. En la Argentina hubiera sido imposible tener oportunidades así", asegura Piñeiro, que actualmente trabaja para una empresa de Nueva Zelanda fomentando su expansión internacional.
No estaba contento con el rumbo del país y era complicado conseguir trabajo, por lo que automáticamente decidí armar las valijas
Su mirada sobre el país es crítica. "La economía está al borde del precipicio en forma constante y la inflación no baja. Los empresario no invierten y no es porque les falte plata", recrimina.
Las comparaciones son inevitables. "Acá vas al súper y no tenés que mirar los precios, mientras que en la Argentina buscás lo que está de oferta. La gente no progresa y todos se quejan porque no pueden mejorar ni cambiar de trabajo", asegura, y recuerda las dificultades que tenía para acceder a la vivienda propia en Buenos Aires. "Era prácticamente inalcanzable si no te ayudaba alguien. Hoy, con todo lo que conseguí en Australia podría comprar varias casas en el país", afirma.
Pese al panorama adverso, mantiene cierto optimismo. "Creo que la Argentina está en el camino correcto, pero necesitamos que todos empujen para el mismo lado y trabajar juntos para salir de la crisis; pero no va a suceder en el corto plazo. Se necesita un buen malabarista para lograrlo", sostiene.
Las oportunidades de crecimiento en el exterior son algunos de los principales argumentos que esgrimen los argentinos para animarse a cruzar la frontera. María Fernanda Luque Lobos, de 37 años, es una ingeniera industrial recibida en el ITBA que trabaja en San Pablo para la firma Colgate desde 2014. Actualmente, es gerente senior de planeamiento de la demanda y abastecimiento para América Latina.
"No tenía muchas oportunidades de crecimiento en la Argentina y cuando mi marido Agustín consiguió una posición en Carrefour nos vinimos", cuenta desde Juquehy, una playa del litoral paulista. En Brasil goza de los beneficios del paquete de expatriados, que le garantiza vivienda y auto con gastos incluidos. "Nuestra capacidad de ahorro en la Argentina hubiese sido mucho menor", explica, y agrega que el fruto de su trabajo le permite pagar un departamento de pozo que compraron en Buenos Aires. "Vemos al país transitando un período complejo, pero que busca recomponerse. Nunca perdemos las esperanzas y confiamos en las cosas mejoren", se ilusiona.
Las oportunidades de crecimiento en el exterior son algunos de los principales argumentos que esgrimen los argentinos para animarse a cruzar la frontera.
En la lejana ciudad de Herzogenaurach, donde se encuentran las oficinas centrales de Adidas, Milagros de Abreu, de 27 años, encontró su lugar en el mundo. Contadora de la Universidad del Salvador, trabaja desde hace más de un año en Alemania y vive en Núremberg con su marido, que trabaja para una empresa de logística. "Consideramos que las posibilidades de crecimiento y desarrollo profesional en el exterior eran superiores. Vivimos muy bien, tenemos una gran capacidad de ahorro y sin privarnos de ningún gusto", detalla.
Sin eufemismos, dice que "lamentablemente" ve "muy mal" la situación del país. Y enumera: "El poder adquisitivo de la gente es muy bajo, la capacidad de ahorro inexistente y la posibilidad de acceder a una vivienda propia casi nula".
Recuerda haber analizado pedir un crédito para comprar su primera casa. "Cuando vimos lo que pasó con las cuotas de los préstamos ajustados por UVA agradecimos no haber tomado esa decisión", asegura.
"Cuando aumentan el gas o el transporte público todos se quejan, pero cuando River y Boca juegan una final en Madrid salen a comprar pasajes a precios exorbitantes, solo por un partido de fútbol", critica. "La economía del país no solo depende de un gobierno, hasta que la mentalidad de la gente no cambie todo va a seguir igual", afirma con pesimismo.
Cuando vimos lo que pasó con las cuotas de los préstamos ajustados por UVA agradecimos no haber tomado esa decisión
Cuando su marido recibió una oferta laboral desde Brasil, Florencia, de 33 años, decidió seguirlo a San Pablo, en 2014, "cansados de remar y no avanzar". No solo consiguió trabajo, sino que además, un año más tarde, le ofrecieron trasladarse a Inglaterra. Destaca desde Londres, donde desde el primer día le ofrecieron un plan de carrera, "las oportunidades, la capacidad de ahorro, la baja inflación y los ajustes anuales salariales que te permiten preservar el poder adquisitivo".
Acerca de la situación en la Argentina, se muestra desanimada. "Da mucha tristeza. Hay gente valiosa que se esfuerza y quiere progresar pero no puede. Necesitamos recuperar la seguridad social y los niveles de educación que se perdieron, pero va a llevar tiempo, no se arreglan las cosas en solo cinco años", lamenta.
Desde el frío y la distancia de los Estado Unidos, Silvestre Ríos Centeno, de 38 años, trabaja en un organismo internacional con sede en Washington DC, donde vive desde hace dos años. Se sentía "agobiado por la situación" en Buenos Aires y buscaba un cambio. "El contexto económico no ayudaba, sentía que trabajaba solo para seguir subsistiendo", razona.
"Si bien estaba por encima del promedio, no me alcanzaba para ahorrar y proyectar a largo plazo; comprar una vivienda era algo impensable. Acá conseguí financiación para comprar un departamento a solo siete meses de llegar, que en mi caso era algo imposible en la Argentina", asegura entusiasmado por las posibilidades futuras que encontró lejos de su casa.
Al tanto de las dificultades en el país, expresa sus sensaciones: "Lo veo con preocupación. Estuve hace poco y vi a la gente más nerviosa y angustiada en la calle, se nota que no la pasan bien y que se necesita mejorar urgente. Es difícil ver la luz al final del túnel, pero tengo confianza en que las cosas mejoren".
La situación económica no ayudaba, sentía que trabajaba solo para seguir subsistiendo
Razones similares impulsaron a Gonzalo Hernández, de 45 años, a radicarse en Barcelona, donde vive desde noviembre de 2008. Es licenciado en comercialización y asesora a compañías multinacionales de consumo masivo. "España brinda cierta estabilidad y previsibilidad en su economía. No se vive con el estrés diario de la Argentina, con inflación, devaluaciones, riesgo país e impuestos excesivos", sostiene.
Desde su punto de vista, "la situación actual es bastante desfavorable". Y agrega: "Potenciales socios estratégicos argentinos frenan acuerdos comerciales por la gran incertidumbre que se vive". Sobre las posibilidades de la Argentina, cree que las cosas pueden mejorar. "Es difícil, hay mucho por hacer y mejorar, pero no es imposible. Creo que este año se lograrán revertir los indicadores negativos de 2018, especialmente a partir del segundo trimestre", se ilusiona a la distancia.
¿Me verás volver?
Los argentinos expatriados tienen en común la palabra "volver", materia de análisis permanente. "Es difícil vivir en la Argentina, tenés que ser CEO para vivir bien y así y todo hay que hacer malabares. Consideré la vuelta, pero enseguida la desestimé", asegura Piñeiro.
Su compatriota Hernández dejó familia y amigos en Buenos Aires. "Vivo en Barcelona, pero mi cabeza siempre estuvo en el país. Pienso en volver aunque la situación no motiva para hacerlo", afirma.
Entre quienes por el momento no planificar el regreso se encuentra De Abreu. "Nos quedamos por las grandes posibilidades que nos ofrecen, hay mucho lugar para el crecimiento", justifica. Y desde Inglaterra, Florencia ofrece una explicación similar: "Siempre llegás a la misma conclusión: volveríamos, pero por ahora no. Como están las cosas hoy en la Argentina, preferimos quedarnos", dice.
En tanto, Ríos Centeno volvería, pero "a largo plazo, porque el país siempre te tira, pero no quiero depender de la suerte política y económica". Mientras que Luque Lobos siempre ve opciones de regresar, "pero la situación económica no es muy alentadora". Y agrega: "Trabajamos en multinacionales y en la Argentina hay más tendencia a achicar personal, lo que complica nuestra reinserción laboral".
Los que pegaron la vuelta
También hay casos de expatriados que, tras algunos años afuera, tomaron el camino de vuelta. Sebastián León tiene 32 años y es economista. Vivió cuatro años en San Pablo, hasta 2017, por su trabajo en el Banco Santander. Allí nació el primero de sus dos hijos. León destaca "la calidad de vida del expatriado en las empresas corporativas" y reconoce que decidieron regresar "100% por cuestiones familiares".
Tras haber desandado el camino, se refiere con cierto entusiasmo a la situación actual. "Soy optimista, la sociedad va madurando y ya no se permiten los déficits y los desbalances. Espero que podamos dejar de tocar fondo permanentemente y que estemos en una transición hacia una economía más ordenada, estable y con crecimiento", enfatiza como una expresión de deseos.
Ignacio Kearney tiene 42 años y vivió con su mujer en Santiago de Chile desde fines de 2009, trabajando para diferentes empresas. Pasó por General Motors y, posteriormente, por Pepsico. Volvió ilusionado en 2017 y con tres hijos nacidos en el país trasandino. "Es una plaza atractiva con buenos sueldos en dólares, alta calidad de vida y seguridad. Los bancos te prestan hasta el 80% o 90% del valor de una propiedad a pagar en 30 años. Es muy barato y fácil endeudarse", destaca.
La vuelta al país se dio por una combinación de factores profesionales y personales. "Tenía más desafíos laborales de este lado de la cordillera, era una oportunidad para seguir creciendo", justifica.
Sobre la situación económica actual, analiza: "En 2016 no hubo turbulencias y todo indicaba que se alineaban los planetas, pero en 2018 chocamos contra una pared". En relación al futuro, arriesga: "Si nos ordenamos con el gasto público y sigue bajando la inflación podemos volver a ponernos en carrera junto a los países de la región, como Colombia, Perú o Chile, que tienen una inflación promedio anual que no supera el 5%. La Argentina debería estar ahí", apunta.
En cuanto a su situación personal, establecer semejanzas es inevitable. "Me veo con muchísima menos capacidad de ahorro, no tengo casa propia y el salario en dólares es mucho más bajo", evalúa, al tiempo que no descarta volver al exterior si en el futuro aparecieran nuevas oportunidades.
Si nos ordenamos con el gasto público y sigue bajando la inflación, podemos volver a ponernos en carrera junto a los países de la región como Colombia, Perú o Chile
Por su parte Daniela Libster, de 35 años, diseñadora de sistemas de IT, se fue en 2013 a San Pablo, donde consiguió acceder a una gerencia en la empresa francesa de deportes Decathlon. Tras cinco años en Brasil, decidieron volver por cuestiones familiares tras el nacimiento de su hija Valentina.
"Económica y profesionalmente estábamos muy bien, con muchos planes de futuro y mucha proyección, pero decidimos que valía la pena volver", explica. "Acá todo es más difícil, siento inestabilidad e incertidumbre. Allá se vive bien y podés darte algunos lujos. Extrañamos a los amigos, la playa, la libertad y tranquilidad económica que teníamos, pero priorizamos otras cosas", acepta.
Sobre el futuro del país, es realista y espera que las cosas en el futuro "puedan mejorar", aunque reconoce que "es difícil ser optimista".
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