La amenaza de un futuro caótico crea nuevas lealtades
Una señal de alarma proveniente de Bolivia activó los engranajes del Estado y liquidó el sueño que el expresidente, junto a Julio De Vido, habían pensado en 2003; el nuevo rol de Cristina Kirchner hace que sus huérfanos políticos se cobijen en el ministro más poderoso
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Mediodía de calor en La Rural. Minutos después de las 12, el ministro de Economía, Sergio Massa, mantiene una reunión de 25 minutos con Paolo Rocca, titular de Techint, el grupo industrial privado más grande del país. Los acompañan David Uriburu y Daniel Novegil, un ejecutivo histórico del gigante siderúrgico que sostiene el vínculo con Massa desde hace años. Entre café y agua con hielo esperan el turno para hablar en un seminario que organiza todos los años la compañía. Ocurrió el 15 de diciembre pasado.
Rocca y Massa discutieron temas puntuales, como el resultado de la última licitación para abastecer de gas al país, en una conversación que fue de pedido en pedido. Los empresarios le imploraron al ministro algunas precisiones con respecto a la disponibilidad de dólares.
Massa le insistió en términos similares a Rocca que termine para el 20 de junio próximo el Gasoducto Néstor Kirchner, una obra para traer gas de Vaca Muerta (Neuquén) a Buenos Aires. Hay una verdad que reconoce Economía: una parte importante del embrollado futuro del Frente de Todos depende de esos caños, a tal punto que comenzó un proceso de redefinición de lealtades y se desnudaron comportamientos extraños que están en boca del círculo rojo.
Massa recibió una señal en noviembre pasado. Agustín Gerez, el presidente de Enarsa, la compañía nacional de energía, le hizo llegar un mensaje de alarma. Gerez es una rareza para la gestión del Estado: es leal a Cristina Kirchner, pero maneja su metro cuadrado de la gestión energética con criterios que les son afines a los empresarios con los que interactúa.
Bajo las reglas de los números, mostró un pronóstico preocupante: la situación en Bolivia es caótica. No se refería a la política, también convulsionada, sino al gas que hay en el subsuelo y es fundamental para que los hogares, los comercios y las industrias de la Argentina tengan el insumo en invierno.
A tal punto que el discípulo de Cristina Kirchner pidió la intervención del ministro. Massa hizo lo que más le gusta, según la versión que recorre dos despachos públicos: levantó el teléfono, se comunicó con funcionarios bolivianos y obtuvo un compromiso tranquilizador del otro lado de la frontera.
Evo Morales es una referencia política de Cristina Kirchner y de Alberto Fernández. Eso no impide que Bolivia se haya convertido en un impiadoso negociador de precios con la Argentina, un movimiento que acercó a la Casa Rosada con Brasil.
Massa discutió el 22 de diciembre pasado con Fernando Haddad, su par de Brasil, la alternativa de cooperar en la compra de gas por barco. El mismo mensaje le repitió el lunes pasado el presidente Alberto Fernández a Lula, en Brasilia.
En términos operativos, la Casa Rosada planifica un divorcio forzado de su faro ideológico, Evo Morales, para profundizar las relaciones económicas con Lula. Es un vínculo que esconde sorpresas. El denostado Jair Bolsonaro aumentó la confianza de la Argentina con respecto a una sociedad energética con Brasil. Así se lo transmitió a funcionarios y empresarios la secretaria de Energía, Flavia Royón, que hace una valoración positiva con respecto a la importación argentina de electricidad proveniente de Brasil en la época del candidato derrotado. Es la base de un vínculo que crecerá.
El rol colaborativo de Fernández con Massa agrega una novedad. Al menos en términos protocolares, el ministro incluye al Presidente en su trabajo diario, pese a que las palancas más importantes de la gestión de gobierno responden solo a sus propias manos.
Es una relación que ambos tratan de conservar. Fernández, porque sabe que el jefe de Economía es el salvoconducto para huir de la situación dramática que regía antes de su llegada. Y el ministro, porque el Presidente sigue teniendo la firma con la que se deben aprobar las decisiones importantes.
El viraje energético implica que el Gobierno sepultó el sueño de Néstor Kirchner y de Julio De Vido. En 2003, ambos promocionaron la construcción del gasoducto del Nordeste Argentino (GNEA), una obra faraónica para traer gas de Bolivia en la que se invirtieron más de US$1800 millones.
Debía estar listo para 2006, pero 17 años después, nadie puede asegurar que esté terminado. Entre otras cosas, porque las demoras facilitaron que se robaran una parte de los caños que son fundamentales para conectarlo. Es curioso: Kirchner y De Vido no anticiparon, recién llegados al Gobierno, que en 2006 su socio Evo Morales tomaría las riendas de su país y lo conduciría a la decadencia en la producción de gas.
El Gobierno hace un seguimiento permanente de la crisis que amenaza la importación. Hay un comité que se reúne todas las semanas. Uno de los últimos encuentros ocurrió cuatro días antes de que terminara el año y fue por Zoom. Pero el anterior había sido en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Fabián Bischoff va por el lado de Enarsa y enfrente suele estar personal jerárquico de YPFB, la petrolera boliviana.
Los mensajes negativos se repiten reunión tras reunión. Por eso, Enarsa envía información con la situación de Bolivia y el avance del gasoducto Néstor Kirchner, que permitiría ahorrar US$3.500 millones en importaciones de gas. Este año el déficit será de US$5000 millones. Es un requerimiento de Massa.
Economía apuró esta semana los engranajes para darle una vuelta a la rueda. Esperan un escenario sin gas de Bolivia para 2024. El Gobierno está obligado a acelerar obras que se pagan en dólares para alejar un escenario explosivo en el primer año de la próxima gestión, cualquiera sea la fuerza política que se quede con las elecciones.
Hay otras amenazas más cercanas. Si la importación de gas cayera por debajo de los cinco millones de metros cúbicos, habría problemas para abastecer a las centrales eléctricas del norte del país. Al igual que la economía, las urgencias energéticas tienen sus propios mecanismos de transmisión.
Massa dio la orden de revertir el flujo del denominado gasoducto norte. Es una postal del momento. El caño tenía que traer gas de Bolivia a la Argentina, pero ahora debería servir para llevar el producto de Vaca Muerta hacia las provincias de esa región. Se necesitan US$750 millones, que habrá que conseguir en medio de la eterna crisis del dólar. Se definirá en los próximos días y los funcionarios argentinos ya empezaron a pasar la gorra por la CAF y el Bndes, el banco de desarrollo brasileño.
El fin de la relación que pensaron Néstor Kirchner y Julio De Vido con Bolivia tiene como contrapeso el resurgimiento explosivo de Vaca Muerta. Su auge, sin embargo, encierra algunas preguntas para la militancia nacional y popular.
Federico Bernal es otra de las espadas de Cristina Kirchner en la tropa de Massa. Maneja la Secretaría de Hidrocarburos, que organizó la licitación para empezar a llenar el gasoducto Néstor Kirchner dentro de cinco meses.
Massa y Bernal intercambiaron exultantes felicitaciones porque, consideran, obtuvieron ofertas abundantes y a buen precio por parte de las petroleras. Un caso, sin embargo, salta a la vista: YPF, la empresa estatizada en 2012 bajo la bandera de la soberanía energética, quedó afuera de la primera etapa porque pretendió cobrar más caro que sus competidoras Pampa Energía (Marcelo Mindlin), Pan American Energy (la conduce Marcos Bulgheroni) y Pluspetrol, de capitales argentinos. Traducido: la empresa nacional y popular, gestionada por terminales de Cristina Kirchner, no participará de la puesta en marcha del simbólico caño por manejarse con un criterio comercial, pasar un precio más alto que el sector privado (sí aportará a principios del año próximo) y enfocarse en inversiones más redituables.
Nada de esto impedirá que YPF siga siendo la estrella del sector. Volverá a ser la empresa que más hidrocarburo producirá en el marco del Plan Gas y se reservará una parte de su producción para futuros proyectos de exportación por barco.
Massa puso en suspenso las suspicacias en una conversación privada a principios de la semana que acaba de terminar. Deslizó que estaba al tanto de la conducta de la petrolera. Economía prefiere que YPF, en función de sus ingresos, invierta en un oleoducto que le permitiría, en los planes del ministro, duplicar la capacidad de exportación de petróleo en el segundo semestre del año.
El crudo, más que el gas, es sinónimo de dólares y se espera que a medida que se difundan encuestas de opinión, el tipo de cambio viaje en una montaña rusa propulsada por el clima electoral de 2023. Con esa previsión, cualquier ingreso adicional de divisas será fundamental para la gestión de un ministro que, más allá del presente, espera dejar una imagen que lo identifique como hombre de Estado para lo que vendrá.
Huérfanos de Cristina Kirchner
La distancia de Cristina Kirchner con la gestión está reorganizando las relaciones dentro del Estado. Dedicada cada vez más a atender sus urgencias judiciales, según relatan dirigentes que la vieron en los últimos dos meses, dejó huérfanos a funcionarios que la consultaban con cierta frecuencia sobre otros temas. Muchos de ellos experimentan un enamoramiento político con la figura de Sergio Massa, que encarna y le hace propaganda a un modelo orientado a la acción.
Solo para nombrar a personas que fueron mencionados en párrafos anteriores, bajo el influjo de la ejecutividad cayeron Bernal y Gerez -que se llevan mal entre sí, pese a que ambos son cercanos a la vicepresidenta-, pero también los militantes de La Cámpora y empresarios de primera línea. Un colaborador estrecho de Rocca lo definió en estos términos: tienen un vínculo muy operativo.
Algo similar piensa Marcelo Mindlin (exdueño de Edenor). Massa lo conoce desde la época en que el empresario trabajaba con Eduardo Elsztain en IRSA. La relación creció por la cercanía del barrio y el fuego. Ambos viven en countries en Tigre, suelen visitarse y comer asado. El ministro es un meticuloso del carbón.
Rocca y Mindlin acordaron evaluar juntos una de las leyes que más le importan a Economía. Les dieron a sus equipos técnicos la orden de unir fuerzas para discutir cómo debería ser un proyecto que favorezca la exportación argentina de LNG, como se abrevia en inglés al gas que se transporta en estado líquido por barcos.
Si bien son inversiones de largo aliento, Massa se entusiasma con sentar las bases de un futuro negocio que podría reportarle al país ingresos por US$2000 millones anuales. A tal punto que lo incluyó en el temario para tratar en las sesiones extraordinarias del Congreso.
La jugada económica encierra una reivindicación política. Sería el primer paso para desandar el tortuoso camino de la crisis energética que comenzó en 2004, con Néstor Kirchner y Julio De Vido, y obligó a importar gas de ultramar en un país que ahora parece estar echado en una montaña del producto que antes faltaba.
Es probable, sin embargo, que el ministro de Economía no reciba el mensaje que quiere de los empresarios entre los que germinan nuevas lealtades. Los equipos privados dedicados a analizar la posibilidad de instalar un nuevo negocio multimillonario en el país dudan de que el texto que se apruebe realmente sirva. Ya le hicieron llegar el mensaje a Massa.
La mayor parte del trabajo oficial quedó en manos de YPF. Al principio, lo hizo en conjunto con técnicos de su socia, la malaya Petronas, pero fueron desplazados. El tema está ahora en manos del presidente de la petrolera estatal, Pablo González, y de Alejandro Lew -su jefe financiero-, que se encaminan hacia una ley menos ambiciosa desde la mirada privada. Entre otras cosas, porque contemplaría una disponibilidad de divisas cercana al 30%, cuando los primeros bosquejos suponían una liberación total de los dólares.
En cualquier caso, la circularidad de la escasez energética argentina parece hacerle un guiño a Massa. En persona sigue minuto a minuto la evolución del gasoducto Néstor Kirchner, que combina todo lo bueno para la vicepresidenta: lleva su apellido, implica el ahorro de dólares y dejará bajo tierra una obra faraónica con el sello del Frente de Todos. Es una apuesta importante en momentos en que los dirigentes del peronismo, empezando por Alberto Fernández, buscan ofrendas para que Cristina Kirchner los bendiga con una candidatura.
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